LLÁMAME POR TU NOMBRE / CALL ME BY YOUR NAME

LLÁMAME POR TU NOMBRE / CALL ME BY YOUR NAME

por - Críticas
26 Feb, 2018 06:09 | comentarios
Una película extraordinaria, sobre el amor entre dos hombres y varias cosas más.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

ÉSTE ES EL ROMANCE DE ELIO Y OLIVER

Llámame por tu nombre / Call Me By Your Name, Italia-Francia-Brasil-Estados Unidos, 2017.

Dirigida por Luca Guadagnino. Escrita por James Ivory. 

*** Hay que verla 

Uno de los estrenos del año; una película de amor, secretamente inquietante para los códigos  transgresores de nuestro tiempo. 

El evento más insondable es aquel por el cual dos extraños pueden sin proponérselo sentirse consustanciados en una experiencia. La superación fugaz de percibirse solamente como un individuo no es un presunto privilegio de los místicos. Un hombre común puede sentir algo parecido: sin aviso, un desconocido se vuelve cercano y, sin la certeza que garantiza el tiempo, el otro se vuelve parte de la intimidad. ¿Cómo puede suceder algo así? ¿O cómo puede filmarse algo así?

En algún lugar del norte de Italia, durante el verano de 1983, un joven profesor de filosofía visita la casa familiar de otro académico con el propósito de descansar y concentrarse en un libro. Es un lugar hermoso, los anfitriones son ideales y todo resulta auspicioso para pensar y escribir. Algunas líneas imprecisas sobre Heidegger y una interpretación poco frecuente de un famoso pasaje de Heráclito es todo lo que se evocará acerca de la filosofía. La sensualidad prescinde de conceptos; más aún cuando el erotismo trasciende el necesario estadio de los placeres de la carne. En efecto, lo que vivirá el profesor con el hijo adolescente de los dueños de casa poco necesita de ese tipo de inteligencia.

Luca Guadagnino prepara lentamente la consumación de un amor que podría ser escandaloso; tal adjetivación está felizmente anulada de la trama, porque la moralidad poco tiene que ver en estas circunstancias. Lo que sí hay son instancias previas, indicios, tanteos. A diferencia de Oliver, Elio está en edad de probar; por lo pronto, hay una novia, y es magnífico observar que puede amarla. Este hecho apenas suscita un conflicto posterior, resuelto con la misma sagacidad que otros. Lo que pasará entre Elio y Oliver, además, es enteramente independiente. Sucede que la cualidad de ese encuentro amoroso es de otro orden, tal como un personaje definirá tardíamente la naturaleza de ese vínculo. Es por cierto una de las escenas más hermosas que ha dado el cine recientemente; un prodigio dramático donde resplandece la verdad de la ficción y una libertad sin condiciones.

Todo está bien en Llámame por tu nombre. Guadagnino jamás abusa de la notable belleza del ecosistema circundante, y la aprovecha como escenario de paseos y reconocimientos. El verano y el invierno, por ejemplo, funcionan más como discretos intérpretes secundarios que acompañan el invisible estado de los sentimientos que como una forma de ilustración atmosférica. Los imperceptibles fundidos que a veces dan lugar a un cambio de escena son tan elegantes como los momentos elegidos para recurrir a temas musicales, que apenas matizan la evolución de la trama. El gusto musical de Guadagnino es irreprochable: John Adams, Erik Satie o Maurice Ravel parecen haber escrito sus respectivas composiciones para el filme, como sí sucedió con Sufjan Stevens, cuya canción más conocida se escucha de principio a fin.

El refinamiento formal resplandece y se evidencia sin ninguna petulancia cuando los dos amantes van de visita al pueblo, se detienen a mirar un monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial y dejan sus bicicletas para observar con mayor detenimiento. El plano secuencia empleado para esa escena no solamente da prueba de un sentido del ritmo en el interior del tiempo propio de la escena, que es admirable, sino que también trabaja sensiblemente sobre un concepto de espacio por el que este se erige como entidad dramática que determina la conducta de los intérpretes. La circulación alrededor de ese monumento y la cambiante distancia que se establece entre los personajes expresa físicamente lo que empiezan a poder decir en palabras. Hay varios momentos similares, de una contundencia indesmentible. En cuatro planos (vistos en negativo y coloreados), Guadagnino materializa la veloz asociación de recuerdos que tiene Oliver frente al saber que quizás el tiempo de estar juntos ha culminado.

Basada en la novela de título homónimo del escritor egipcio André Aciman y adaptada por el veterano James Ivory, la inusitada libertad de la película, que remite bastante en ese sentido a La hija de un soldado nunca llora de Ivory, reside en que el punto de partida para filmar la experiencia amorosa elegida no se entretiene ni con las mezquindades de la moral ni tampoco en el imperativo político, a veces necesario, para vindicar el amor homosexual. El amor de Elio y Oliver pertenece a una humanidad demasiado libre para las taxonomías del deseo en uso. La intimidad es indiferente al género, y la generosidad del filme reside en demostrarlo. Amor a secas, amor sin atributos, porque Llámame por tu nombre pertenece a la liga de las grandes historias de amor del cine, donde títulos como Con ánimo de amar y Algo para recordar resguardan la dignidad de un término, el amor, del que se abusa sin escrúpulos.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en febrero de 2018

Roger Koza / Copyleft 2018