LAS PELÍCULAS SECRETAS (19)

LAS PELÍCULAS SECRETAS (19)

por - Críticas, Las películas secretas
14 Ago, 2013 04:24 | 1 comentario

Le chagrin et la pitiéLa pena y la piedad /  Le chagrín et la pitié,  Marcel Ophuls, Francia 1969,

Jorge García.

Los franceses nunca tuvieron demasiada disposición para expresar a través del cine los momentos más conflictivos de su historia, y los pocos realizadores que –de manera directa o indirecta- reflejaron por esa vía conductas poco elogiables de sus instituciones y/o ciudadanos en esas circunstancias, sufrieron diversos problemas de censura. Sirvan como ejemplos los casos de La patrulla infernal (1957), de Stanley Kubrick, un film de tono marcadamente antimilitarista que narraba un caso ocurrido en Francia en los años de la Primera Guerra Mundial, que estuvo prohibido durante bastante tiempo en ese país, o El cuervo (1943), de H. G. Clouzot , una película que, a través de una historia de tintes policiales, reflejaba de manera oblicua la conducta de los ciudadanos de un pueblito francés durante la ocupación nazi y que le provocó al director, una vez terminada la guerra, un juicio por “conducta antipatriótica”. O la casi desconocida, incluso en Francia, Los honores de la guerra, (1960), de Jean Dewever (una auténtica película secreta que, lamentablemente, hace mucho que no veo), una mirada poco complaciente sobre los días previos a la liberación, también ambientada en un poblado provinciano.

Cuando Marcel Ophuls –hijo del gran Max, uno de los más grandes directores de la historia del cine- empezó a trabajar en La pena y la piedad, sus antecedentes no hacían presumir que su carrera, a partir de ese momento, se encaminaría hacia la realización de documentales políticos ya que en su haber tenía un episodio, y no de los mejores, del film colectivo El amor a los 20 años, una comedia policial de relativo éxito al servicio de Jeanne Moreau (Cáscara de banana) y un fallido film con Eddie Constantine (Fuego a voluntad). A partir de La pena y la piedad su carrera se encaminó por otros rumbos y, aparte de varios trabajos para televisión, realizó A Sense of Loss (1972) sobre los conflictos político-religiosos en Irlanda del Norte; The Memory of Justice (1976), con el que tuvo varios problemas con la censura, ya que comparaba la conducta de los nazis en la Segunda Guerra con la de los franceses en Argelia y los yanquis en Vietnam; November Days: Voices and Choices (1990), una serie de reportajes sobre la caída del Muro de Berlín: y Veillée d´armes, centrada en el conflicto de los Balcanes. No he visto ninguna de esas películas pero la que sí puedo recomendar, aparte de la que nos ocupa, es Hotel Terminus: The Life and Times of Klaus Barbie (1988), un notable documental sobre el represor nazi que fuera apresado en Bolivia, que tiene el tratamiento de un thriller.

¿Qué es La pena y la piedad? Ni más ni menos que una exhaustiva investigación sobre el comportamiento de los habitantes de la ciudad de Clermont-Ferrand durante los años de la ocupación nazi. Para ello Marcel Ophuls trabajó a lo largo de tres años durante los cuales rodó 30.000 metros de película en 16 mm., recorrió cuatro países, vio centenares de noticieros de la época, entrevistó a muchísimas personas en Francia, Alemania e Inglaterra, y además incorporó los recuerdos personales de sus años de infancia y adolescencia. El resultado es un formidable fresco de más de cuatro horas en el que –a través de un minucioso trabajo de montaje- se intercala un notable material de archivo con las declaraciones de los diferentes entrevistados, entre los que desfilan políticos franceses, militantes de la resistencia, ex colaboracionistas, integrantes del ejército de ocupación, un ex primer ministro inglés, pasando por el dueño de un cine, un campeón de ciclismo, docentes y comerciantes del lugar, con las canciones de Maurice Chevalier (un notorio colaboracionista) en la banda de sonido. Quien espere encontrarse con una inflamada defensa del orgullo nacional y el heroísmo de los franceses enfrentando al invasor, hará bien en no ver este film, ya que aquí se propone, por el contrario, una mirada crítica sobre la conducta de los habitantes del lugar y, por extensión, de los franceses en general. Se respeta a los combatientes de la resistencia pero sin idealizarlos en ningún momento (varios de ellos han abandonado sus ilusiones de esos tiempos), algunos ex colaboracionistas han devenido liberales, el yerno de Pierre Laval  justifica la conducta de su suegro ante los alemanes y algunos, en el momento del film, maduros habitantes de Clermont-Ferrand, no ocultan su admiración por el mariscal Pétain. Tampoco se escamotean datos de enorme dureza como la entrega de niños a los alemanes para su deportación por parte de la policía francesa, sin que aquellos lo hubieran requerido, solo con el objeto de hacer “buena letra” ante los invasores, ni la dudosa conducta de distintos artistas y cantantes que no tenían problemas en ir a mostrarse a Alemania; se señala también la masiva ida de obreros al país ocupante con el fin de ganar mejores sueldos y no escasean los matices marcadamente antisemitas en las declaraciones de los entrevistados. Y no faltan las referencias a los “panqueques” ideológicos, que de un día para otro pasaron de ser colaboracionistas a implacables acusadores. A partir de lo expuesto, no es casual que la película haya sido prohibida en Francia para su exhibición en televisión y que provocara permanentes polémicas en las salas donde fue proyectada. Obra que sin renunciar a los valores estéticos -hay un cuidado trabajo de puesta en escena-, promueve un debate político e ideológico de gran intensidad, rodada (y este es un dato que muestra la valentía del realizador) casi inmediatamente de los sucesos de mayo de 1968, no solo apunta a reflexionar sobre las grandezas y miserias del pasado reciente en Francia, sino que también – y esto es lo más importante- es una película que ayuda a comprender muchas de las situaciones que se viven hoy en ese país, entre las que se cuentan los conflictos raciales con los inmigrantes y el impensado crecimiento de trogloditas ideológicos como Le Pen y su hija.

Versión ligeramente modificada de un texto aparecido en la revista El Amante en agosto de 2006.

Jorge García / Copyleft 2013