LAS PELÍCULAS SECRETAS (06)

LAS PELÍCULAS SECRETAS (06)

por - Críticas, Las películas secretas
09 Ene, 2013 07:33 | comentarios

tumblr_lti76jRj7f1qzyw6so1_1280Saya samurai / Funda samurái, de Hitoshi Matsumoto, Japón, 2010

Por Roger Koza

La tercera película de Hitoshi Matsumoto, en principio un film de época (jidaigeki) acerca de un samurái que ha dejado su orden, carece de espada y a quien se le ha pedido la captura, film en el que la vieja cultura feudal nipona está representada tanto por ciertas costumbres pretéritas como por la reconstrucción arquitectónica y paisajista de su mundo, es más bien una comedia no desprovista de gracia y compasión que remite al universo cómico de Takeshi Kitano y al humor físico de Buster Keaton. Una vez atrapado por otra orden samurái, Kanjuro, que prácticamente no dice una palabra en toda la película, tendrá 30 días para evitar la pena que se le ha impuesto: darse muerte con una espada, el famoso suicidio ritual conocido como seppuku. Si Kanjuro consigue hacer reír al hijo de un shogun muy poderoso, entristecido e incapaz de sonreír tras la muerte de su madre, será perdonado. Los 30 días son literalmente 30 gags cómicos, con comicidad y exigencia física progresivas: el samurái luchará con un pulpo, será una bala humana, tocará una flauta con la nariz y un sinfín de pruebas absurdas e hiperbólicas casi imposibles de describir pero fascinantes de ver, por su originalidad hilarante. Pero a Matsumoto no sólo le interesan la ridiculez y la carcajada, pues su película desarrolla secretamente una línea amorosa y conmovedora dada por la relación del samurái sin honores y su hija de 9 años, Tae, cuya decepción y enojo le hacen desear que su propio progenitor pase al otro mundo. Así como el delirio se apodera paulatinamente del relato, también su costado emotivo es ostensible. El amor de Tae por su padre, el cariño de todo un pueblo por Kanjuro e incluso el tardío respeto del niño que perdió su alegría resultan de una operación narrativa exquisita. Matsumoto, además, demuestra un control absoluto de la puesta en escena: la altura de cámara casi nunca sobrepasa la altura de la pequeña Tae, el uso de la repetición se combina perfectamente con la elección de encuadres y jamás renuncia a filmar con elegancia y riesgo. Y si se trata de riesgo, el giro final del relato es insuperable.