LAS PELÍCULAS DE MARTÍN FARINA (01): MUJER NÓMADE

LAS PELÍCULAS DE MARTÍN FARINA (01): MUJER NÓMADE

por - Críticas
15 Oct, 2018 03:03 | Sin comentarios
Esther Diaz frente a cámara. Farina detrás de esta. El resultado es fascinante, porque la experiencia filosófica puede ser filmada.

LA INVENCIÓN DEL YO

Es lógico que Mujer nómade empiece por una confesión. Esther Díaz narra un hecho trágico de su vida mientras un conjunto disperso de imágenes añade signos que la anécdota límite narrada por la notable filósofa argentina no dice. Son unos 10 minutos introductorios a todo o nada: el sexo, las drogas, la vida y la muerte tiñen el discurso confesional, una forma de oración personal que desconoce aquí la tradición católica; Díaz se alinea con otra tradición, antes de postular que la conciencia se dirige a un fisgón cósmico responsable de todo, capaz de castigar o amar. La confesión es aquí una tecnología del yo, como le gustaba decir a Michel Foucault, filósofo que para la protagonista es un modelo de inspiración.

Martín Farina, el joven director de Morón, tiene aquí el papel de comadrona socrática. Extrae amablemente las verdades del alma. Díaz se lo permite porque sabe muy bien que todo lo que dice constituye un capítulo más de su obra filosófica. Así, Díaz cuenta insólitos episodios de su infancia, la trágica experiencia como madre, los esfuerzos para vencer la determinación social que la hizo primero peluquera y esposa y no una dama libre del concepto. También se la ve teniendo sexo con un joven, mirando porno, dando una clase magistral en la que se refiere a Hegel y a Nietzsche frente a cientos de jóvenes y pasando por el quirófano para refrescarse el rostro. Indagar las razones de estas acciones es la mejor forma de adentrarse a la experiencia filosófica.

Mujer nómade,Argentina, 2018

Escrita y dirigida por Martín Farina

Es que todo es invención para Díaz, hasta la carne misma, que apenas condiciona el inicio de toda experiencia. Pensar es experimentar, o situar la posición del yo en los extremos del lenguaje para que este se encuentre en el propio límite de lo que se puede nombrar y frente a eso transformarse a uno mismo como conejillo de Indias del silogismo. Díaz razona con los ovarios y la piel; el deseo de pensar es también pensar el deseo, y esto es aquí una filosofía práctica. ¿Cómo se filma algo así?

Farina es perspicaz y un magnífico mediador. Para sugerir el deleuziano concepto de nomadismo –referido a un sujeto que no tiene esencia alguna, sino que está siempre deviniendo y sin plan alguno–, en ocasiones  se las ingenia para duplicar o multiplicar en el plano a su personaje. Por ejemplo, Díaz mira a cámara y una figura borrosa paulatinamente interfiere la atención, porque es otra Díaz que invade la visión normal de las cosas. ¿Una de Lynch? A veces sí, porque la pesadilla no es indiferente a este universo simbólico.

Notable película la de Farina, un cineasta avezado en el retrato (lo ha hecho de Raúl Perrone, de un equipo de fútbol de la división B o de un fabricante de ladrillos) que encuentra aquí al personaje perfecto para su estética: hablar de sí no es necesariamente exhibicionismo narcisista; puede, como en este caso, tratarse de un piadoso ofrecimiento subjetivo en el orden de lo público donde el yo es un problema filosófico vital. Eso filma Farina, eso interpreta Díaz.

*Esta crítica fue publica en otra versión en el diario La Voz del Interior en el mes de agosto 2018.

* Con esta crítica empieza una serie de texto sobre todas las películas de Farina. 

Roger Koza / Copyleft 2018

Entrevistas con Esther Díaz y Martín Farina

* El pensamiento vivo en imágenes y movimiento (Leer aquí)

* Farina y Díaz en el El cinematógrafo. (Ver aquí)

* Díaz y el cine (Ver aquí)

* Entrevista radical con Esther Díaz (Escuchar aquí)