LAS NUEVAS CRÓNICAS DE HAMBURGO

LAS NUEVAS CRÓNICAS DE HAMBURGO

por - Festivales
26 Sep, 2008 02:55 | comentarios

FILMFEST HAMBURG 2008

25 de septiembre

EL VIEJO PROBLEMA DE LA PELÍCULA DE APERTURA

El viernes 19, hace menos de una semana, pasé en el curso que dicto en el cine municipal Hugo del Carril de la ciudad de Córdoba, Juventud en marcha, de Pedro Costa. Fue la quinta vez que la veía, y todavía sigo cautivado, atrapado en una ensoñación lúcida como si fuera yo uno de esos personajes de Linklater en Despertando a la vida. He soñado con Ventura y sus hijos, y aún puedo escuchar su música, nuestra música.

El martes 23, mientras vuelo por encima del océano atlántico, me dispongo a releer un artículo que Thom Andersen publicara, a propósito del film de Costa, en el número de marzo-abril del 2007, en la revista Film Comment. Dice allí: «Para mí, Juventud en marcha, está más allá del elogio. Es una película que todo cineasta que venga después de ella tendrá que confrontar».

El jueves 25, tres horas antes de que empiece el festival de cine de Hamburgo, revisó una entrevista a Costa. Sentencia: «Intentar que un plano sea un plano realmente, no una imagen… Una imagen de moda, una imagen comercial, una imagen que intenta vender cualquier cosa. O que no sea un encuadre interesante, o sólo una composición. Que sea un sentimiento a pesar de todo. Cuando una imagen no es un sentimiento creo que no existe».

En esta nueva edición del festival de Hamburgo, no tengo dudas, hay varias películas que respetan y honran esta concepción de plano, característica de una tradición cinematográfica que Costa advierte ya en Chaplin y Griffiths, como también en Ford, los Straub, Mizoguchi y otros. Sé, porque los he visto, que muchos planos de Liverpool, de Lisandro Alonso, están constituidos por un sentimiento infinito de desamparo; son planos de tristeza y anhelo por el otro. Sé también que otro film (el que podría llamarse Liverpool), Of time and the city, la última película de Terence Davies que le dedica a esa ciudad casi mítica de Inglaterra, la que todavía no vi, habrán de tocarme planos del tiempo y de la historia como memoria condensada en la intimidad de un cineasta. Y hay otras promesas que provienen de planos planetas tan diversos como Claire Denis y Emannuel Finkiel. En otras palabras, en este festival que recién comienza debe haber unas diez buenas películas y un par de obras maestras. Suena poco, pero es mucho.

Pero en el principio… fue la imagen. La película de apertura, Nordwand, basada en una historia real, sea lo que fuere que eso significa, es una película hollywoodense hablada en alemán, un verdadero paso en falso para el festival. En efecto, las películas que dan el puntapié inicial de cualquier festival funcionan como un tester de demagogia. Un festival debe exigir a su público, hacerlo trabajar e incitarlo a una experiencia de extrañamiento y aprendizaje capaz de horadar las imágenes cuya naturaleza se ha consustanciado con la retina y el proceso cognitivo que se predica de todo acto perceptivo. Por eso no importa que Nordwand se trate de ilustres montañistas, dos alemanes (Hinterstoisser y Kurtz) y dos austríacos (Willy Angerer y Edi Rainer), quienes en 1936 intentaron escalar el Eiger, una montaña de casi 4.000 metros de altura en los Alpes suizos (y fallaron trágicamente). Históricamente ligera y filosóficamente anodina, Nordwand no asciende a ninguna parte, aunque técnicamente es correcta y narrativamente precisa.

Ocurre que el film del Phillip Stölzl no solamente parece una película de California sino que además confirma y naturaliza una fórmula cinematográfica para cierto cine alemán mainstream, cuya sumisión mimética respecto del cine estadounidense industrial alcanza a otras cinematografías tanto europeas como periféricas. Mucha música, profusión de primeros planos de rostros, frases inspiracionales que articulan el sentido de la película y que en su desenlace se confirma como conclusión moral indiscutible, aquí una lección sobre la elección individual frente a los imperativos seductores del Estado.

Entre el heroísmo nacionalista y el orgullo (y obsesión) deportivo, los montañistas no pudieron con el Eiger, el nombre de la montaña que, en alemán, significa ogro. Pero tampoco pudieron con el otro ogro que los acosaba, el Nazismo, que transfiguró la tragedia en símbolo de la supremacía aria y en metáfora de la anexión de Austria al tercer Reich. Aunque a Stölzl parece no importarle que, por su parte, ha pactado con otro ogro. Que éste no use bigotes ridículos no lo exime de su penetrante maldad. Los planos están en otra parte.

Fotos: 1) Entrada de Cinemaxx, sede central de Filmfest Hamburg 2008; 2) fotograma de Of Time and the City; 3) fotograma de Nordwand

COPYLEFT 2008 / ROGER ALAN KOZA