LAS INOCENTES / LES INNOCENTES

LAS INOCENTES / LES INNOCENTES

por - Críticas
21 Dic, 2016 12:15 | Sin comentarios

****Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

LOS AÑOS PERVERSOS

Las inocentes / Les innocentes, Francia-Polonia, 2016

Dirigida por Anne Fontaine. Escrita por Alice Vial, Sabrina B. Karine, Philippe Maynial, Pascal Bonitzer y A. Fontaine

** Válida de ver

Los dilemas teológicos y ginecológicos que atraviesan los personajes adquieren todavía mayor relevancia en la década del siglo pasado que la civilización conoció el esplendor de su maldad

En la década de 1940 del siglo pasado la humanidad perfeccionó su perversión; nada igual había sucedido hasta ese momento, aunque siempre hubo indicios que daban a entender una capacidad sofisticada para la vileza y el espanto. El delicado filme de Anne Fontaine, escrito por el lúcido crítico de cine y también director y guionista Pascal Bonitzer, transcurre en diciembre de 1945. La guerra ha terminado, el exterminio sistemático también, pero las consecuencias persisten.

Basada en un hecho real, Las inocentes cuenta la historia de una joven médica comunista que empieza su carrera trabajando para la Cruz Roja en un pueblo de Polonia. En un improvisado puesto médico en las cercanías del horror, los médicos atienden a los heridos y sobrevivientes de la Guerra y los campos. Por alguna razón maliciosa, solamente pueden atender a ciudadanos franceses, un dato (no) menor en el relato, como también lo es el comportamiento de unos soldados soviéticos que insinúa expresiones menos evidentes del delirio y la barbarie. Pero la tensión narrativa sucede en otra parte.

En un convento de clausura no muy lejano de donde trabaja Mathilde, la madre superiora y sus penitentes atraviesan una situación que solamente puede haber sido concebida por Belcebú. Sucede que los ejércitos alemanes y rusos visitaron el claustro religioso. Elipsis mediante, el involuntario embarazo de muchas religiosas no fue precisamente por obra del Espíritu Santo. Como se ve, la perversión no fue una prerrogativa de los nazis, aunque los adoradores del Führer fueron insuperables.

El problema que presenta el film es doble: Mathilde tiene que guardar secreto respecto de la situación del convento y su vez trabajar como médica en doble turno. Los partos se avecinan, y dada la peculiar situación de las religiosas, la autoridad máxima del convento exige secreto. La humillación es aquí física y teológica; la vocación se pone a prueba más que nunca.

Las inocentes sitúa su drama en un contexto histórico sombrío, acaso la mayor prueba de fe que los hombres jamás hayan conocido. Después del Holocausto, cualquier acto de afirmación de vivir parecía contradecir las evidencias de un mundo testigo de lo inimaginable. Lo ominoso había vencido. Para las religiosas, además, razonar sobre lo acontecido resulta todavía más temible y temerario. ¿En dónde estaba el Altísimo durante esos años? ¿Cómo interpretar teológicamente una violación? Las preguntas pertenecen a los personajes, y Fontaine tiene el buen tino de no responder pero sí de conjugar los interrogantes de tal forma que la indagación prosiga en la propia experiencia de los espectadores.

La austeridad de las profesionales de la fe se duplica en una puesta en escena en la que se conjura el sentimentalismo y cualquier exceso simbólico que precipite una orientación para responder a las encrucijadas que enfrentan los personajes. Los imponentes planos generales de los bosques nevados y el sonido propio de esos parajes, la vida monástica y sus pequeños momentos de alegría, y algunas subtramas que involucran a la hermosa heroína del relato nunca están por encima del tono buscado y el deseo de ceñirse a un hecho histórico específico que sintetiza una época.

Se podría pensar que el epílogo es una concesión al respecto, pero ciertamente no lo es. Su brevedad retiene lo sucedido y la resolución de una paradoja entre el deseo de vivir y la propia impugnación de ese deseo. La incredulidad radical es incompatible con el oxígeno. La vida es una tara biológica que reviste un plus simbólico como justificación. El film culmina precisamente en ese inevitable momento de la razón.

Esta crítica fue publicada en el dario La voz del interior en el mes de noviembre de 2016

Roger Koza / Copyleft 2016