LAS CRÓNICAS DE HAMBURGO 3

LAS CRÓNICAS DE HAMBURGO 3

por - Festivales
30 Sep, 2007 01:56 | comentarios

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE HAMBURGO 29/09/07

Por Roger Alan Koza

La lluvia es el gran protagonista del festival. Llueve siempre; el sol es una estrella en un total fuera de campo. Se sabe que está, pero nunca aparece, aunque organiza todo lo que ocurre. Mientras tanto, pasan los días, y por mi parte presento películas de la sección Vitrina que tengo a mi cargo, sin poder todavía llegarme a los cines. Es posible que manana pueda hacerlo. Y desde el lunes el plan es ver 5 películas por día, aunque llega Nicolás Prividera para presentar M, y todavían me quedan otras introducciones y los famosos Q and A.

El único film que vi durante el día pertenece a mi sección: Chamamé. Lo programé a último momento por insistencia de la realizadora, Cosima Lange, quien no dejó de enviarme mails hasta el hartazgo, justo en un momento decisivo, pues todavía tenía muchos documentales y pocas películas de ficción, como se dice hoy. La vi en DVD. Una vez detrás de la otra. Me gustaba, pero tenía mis dudas, hasta hoy.

Chamamé es un film con un objetivo preciso: entender qué es el chamamé. Lange, joven y guapa, recorrió principalmente Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Misiones. Le llevo su tiempo hasta que pudo encontrar a sus 4 personajes principales, quienes representan aristas muy diversas de este género musical. Entre ellos está el sobresaliente Chango Spasiuk, una deriva devenir Piazolla dentro del género aunque este descendiente de ucranianos y oriundo de Misiones es menos cosmopolita que el creador de Libertango y más telúrico que León Gieco.

Cuando la programé me habían sorprendido dos cosas: en primer lugar, algunos encuadres excepcionales, cuya elegancia ostensible permite reconocer un conjunto de paisajes que implican una morada que tiene un timbre, un ritmo, un sonido. Planos panorámicos formidables van explicitando una intuición explicitada a lo largo del film: existe una secreta comunión entre paisaje, contexto social y expresión músical. En ese sentido, el film evita en todo momento la construcción de planos bajo la lógica publicitaria. Nada de turismo, algo de antropología cultural, y mucha curiosidad y placer por una música desconocida para la realizadora.

Lange sí parece tentada, en algunas ocasiones, en subrayar lo que sus imágenes y la música de por sí sugieren. Fundamentalmente, eso ocurre en las explicaciones casi espirituales de Spasiuk respecto de su comprensión de lo que significa la música y como ésta es un camino de vida. Los otros participantes también teorizan sobre lo que hacen, pero en todos los casos queda expuesto el absurdo, la sencillez y una poética que necesita de ese discurso rudimentario para ordenar una práctica musical determinada. Ello no significa que Spasiuk sea inauténtico, sino que su concepción discursiva de su arte parece insuficiente e involuntariamente reduccionista. En segundo lugar, verla por tercera vez y por vez primera en una sala de cine, confirmó mi sospecha de que la companía anónima de un público cualquiera determina un tipo de recepción diferente, incluso para quien programa. El cine visto en el cine es una experiencia inconmensurable. Algo que todo programador no debe olvidar.

Curiosamente, Lange consigue hacer una película esencialmente popular: la pueden ver un hombre de clase media de Hamburgo, un correntino cualquiera, e incluso un porteno. Y en todos los casos la película queda bien parada. No es extraordinaria, pero en su respeto por lo ordinario está el hallazgo de Lange; como en ese pasaje en el que Spasiuk va visitar a un viejo luthier.

Desde ya, no se trata de un documental de autor, ni mucho menos de una obra maestra; tampoco hay una concepción estética depurada y homogénea; los primeros planos o los planos medios son correctos pero impersonales, como si aquí hubiera una voluntad explícita de narrar. Algo distinto sucede con los planos generales, pues sean grupos humanos, cocodrilos, flores o edificios, todos sin excepción están concebidos conscientementes, ya que rige un criterio de encuadre que también hilvana un relato, si se quiere, pero bajo un modelo en el que la narración es una coordenada entre otras. En ese sentido, son dos películas en una, y el montaje produce una ilusión de continuidad y de homogeneidad. Y a esto se suma una intuición, una que Lange persigue hasta el final con éxito, aunque su mirada, siempre inscripta en un humanismo raso, devela el ABC del chamamé, un género tan propio de la Argentina como el tango, pero a que diferencia de este último, jamás se confunde y funde con Buenos Aires.

 

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