LA TRILOGÍA DE LA INTIMIDAD

LA TRILOGÍA DE LA INTIMIDAD

por - Ensayos
07 Mar, 2022 06:31 | Sin comentarios
Tres películas hizo Edgardo Castro hasta la fecha: las tres son tan personales como universales, las tres no se parecen a nada y las tres no deja a nadie indiferente.

En el 2016, Edgardo Castro estrenó en el festival porteño dedicado al cine independiente el aerolito titulado La noche. Las peripecias de un hombre desesperado que podía reconocerse vivo en la intensidad de cualquier encuentro sexual bastaban para sostener un relato que no evolucionaba dramáticamente hacia ningún lado y sí acumulaba en la duración secuencias autónomas y honestas en las que despuntaban por igual el deseo de vivir y la seducción por sufrir y dejar de existir. En la intersección de los opuestos y en el instante de mayor tensión anidaba el secreto de la verdad de La noche. El personaje se revelaba, quedaba sin atributos, entregado a la experiencia radical de saber que la constatación de que se existe depende de la presencia de alguien que toca, besa, ama, respira y mea. Que en el clímax de una escena sexual la famosa lluvia dorada y la genuflexión para recibirla pueda confundirse con una plegaria es la glosa de la paradoja del cine de Castro. 

Después de La noche, se esperaba un paso más hacia el abismo. ¿Qué podría filmar ahora el nuevo cineasta y el consabido actor en una película sobre la institución invencible, la familia? ¿Más sexo? ¿Un paso más firme en el escándalo? Ni drama edípico ni aberraciones incestuosas, sí una operación dilatada de desmantelamiento de la superstición que inviste a los apellidos y fragua en las reuniones familiares un sentido de pertenencia y cobijo emocional. Es por eso que Castro elige la Navidad y enlista a sus padres y hermanos para ser los intérpretes de un festejo en el que nada se dice y todo se siente. ¿Qué es Familia sino un retrato de una familia no menos punzante que cualquier película existencialista de Ingmar Bergman, pero prescindente de la palabra para expresar la decadencia de esa institución? ¿Cómo es posible dinamitar ese valor intocable? El (im)piadoso retrato de la alienación de todo un grupo familiar nace de un laborioso concepto sonoro y también de un modelo de narración que no empuja hacia adelante a sus criaturas, sino que las hunde minuto a minuto. La insignificancia los devora, y ni la evocación del Altísimo en Navidad les restituye la esperanza. Pero la misantropía está en las antípodas del cine de Castro, no así un deseo innegociable de verdad.

Las ranas

En las dos primeras películas, Castro está delante y detrás de cámara. En ambas películas, ciertos elementos propios de la vida del director se transfiguraban en pos de la ficción y por la ficción. ¿Autoficción? La denominación es un poco injusta, porque en Castro no hay exposición narcisista y empleo del yo y sus circunstancias que redimir mediante un plan estético consciente y la plusvalía artística que supone una poética de esa índole. En Castro el método consiste en traducir experiencias propias en hilos argumentales de breve duración cuya escenificación está orientada a plasmar una cierta verdad de la experiencia. Castro no es él, ni siquiera con su propia familia a su lado; toma un dolor conocido, un goce específico, reconstruye un contexto y lo desplaza a una acción nueva ya concebida en la libertad que dispensa la ficción. He aquí su poética. 

Pero ¿qué pasaría si Castro no estuviera en escena ni tampoco lo que aparece en la misma fuera fruto de una experiencia propia? 

Las ranas es la tercera película de Castro y es la primera en la que él no aparece como intérprete. ¿Qué podría ocurrir sin su presencia? Ha elegido la experiencia ajena, con la dificultad que además conlleva filmar a los que no pertenecen a un mismo universo simbólico y material. ¿Cómo zanjar ese obstáculo? Acompañando, observando, aprendiendo, trabajando una relación con sus intérpretes en la que se pueda construir y percibir confianza. Castro se apoya siempre en el abismo que retrató en su primera película. Saberse abismado y darlo a saber es conjurar la impostura de los artistas y no creerse nada más que un hombre al que le gusta estar frente a cámara y que sabe que ese instrumento es glorioso para hacer algo con el deseo y el sufrimiento. Lo que pudo filmar en la cárcel de Las ranas y lo que supo arrancarle a la mujer que sostiene la película de inicio a fin está en total relación con haberse despojado ante su actriz y sus actores como uno más entre ellos. Así sigue las peripecias de la joven madre que va con su hijo a visitar al padre a un pabellón de una cárcel lejos, muy lejos de donde vive. Es que Castro podría ser esa mujer y también su pareja condenada y cualquiera de los otros presos que distan de ser un grupo de extras en la película. ¡Qué escena increíble es aquella en la que suena una versión hermosa de “Mi historia entre tus dedos” mientras los presos se encuentran con sus seres queridos y comparten la mesa!

Este es el secreto de la poética de Castro. Lo que está detrás de cámara es lo que después se ve frente a ella. ¿Qué es eso? La intimidad, esa experiencia de lo propio que solamente se descubre enteramente cuando lo impropio o el mundo de los otros toman al yo desprevenido y lo revelan desnudo.

Roger Koza / Copyleft 2022

* películas se pueden en VIMEO Demand

La noche (ver acá)

Familia (ver acá)

Las ranas (ver acá)