LA PELI DE BATATO

LA PELI DE BATATO

por - Críticas
25 Nov, 2011 04:39 | comentarios
**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Koza
EL MÍSTICO DE LA TRANSGRESIÓN

La peli de Batato, Argentina, 2011

Dirigida por Goyo Anchou y Peter Punk. Escrita por Santiago Van Dam

*** Hay que verla

Una de las grandes películas argentinas del año y uno de los personajes más hermoso de los últimos años. 

Después de un plano general de un departamento, en donde vive Peter Punk, uno de los directores del filme, vemos unos primerísimos planos de unos muñequitos de superhéroes, un cuadro, una bolsa de maquillajes y al propio realizador delineándose los ojos. Luego, dos testimonios: a Alejandro Urdapilleta hablando de un querido compañero de trabajo y a Humberto Tortonese explicando la fascinación del público por la transgresión. Es una introducción precisa: Walter Batato Barea, clown, travesti, literato, fue un héroe para Punk y un personaje central del underground porteño, tras la recuperación democrática a mediados de la década del ’80.

Personaje irrepetible, sujeto de una época discretamente luminosa, no hay psicología que lo explique, ni sociología que descifre sus decisiones y acciones. Batato Barea fue demasiado evanescente y singular para definirlo. De ahí se comprende el método elegido por Punk y Goyo Anchou: multiplicar las voces de la memoria de sus testigos y componer una descripción polifónica para capturar una existencia interrumpida en 1991 por esa enfermedad (rosa) de la que ya casi no se escucha. Hablarán sus amigos, sus defensores y admiradores, sus secretos enemigos, sus padres: Divina Gloria, Gasalla, Ronnie Arias, Cristina Moreira, Katja Alemann, Carlos Belloso, Verónica Llinás, Tino Tinto, Hebe de Bonafini darán su versión de Batato. Alguien dirá: “Un ser casi místico”.

Por un trabajo de tesis, Punk registró al propio Batato tanto en su vida privada como en sus performances y presentaciones. Ese material invalorable se entrecruza con entrevistas actuales. Después de 20 años, las cosas han cambiado: la transgresión es parte del sistema, casi un imperativo. Pero Batato pertenecía a otra liga, y el filme lo demostrará: su vida artística rivalizaba con la banalidad del espectáculo. “Priorizó su manera de ser”, dice Gasalla.

Anchou y Punk no fuerzan el contraste entre un tiempo y otro; se limitan a yuxtaponer los registros, incluso los fundidos recurrentes, que definen en gran medida la puesta en escena, permiten visualizar (y oír) la transformación en el tiempo de quienes hoy reconstruyen una época. Los discursos, por momentos, desbordan las intenciones de quienes los enuncian y, si bien los realizadores lejos están de buscar rencillas, un fondo conflictivo asoma cada tanto.

Batato, como su amada Pizarnik, u otras criaturas incompatibles con la pestilencia del conformismo, como Caicedo y Perlongher (que también tienen sus películas: Noche sin fortuna y Rosa Patria, respectivamente), hacían una experiencia de la transgresión que poco tiene que ver con el escándalo y la provocación adolescente de burlar los límites. Batato buscaba lo ilimitado, esa imprecisa zona donde las palabras y las cosas no coinciden del todo, un territorio en el que ninguna lengua señorea todavía. La transgresión de Batato era de la estirpe de quienes, hundidos en la contingencia de los signos, inventan algo que se piensa más allá del límite. Transgredir sin mirar la ley como horizonte; transgredir como éxtasis, salto, creación. Ver a Batato recitando con un sombrero en un escenario es ver una existencia caída de otro mundo, una expresión artística que carece de escuela y tradición.

Como su hermano Ariel, que murió muy joven, Batato irá contra la naturaleza. No se matará, a pesar de que el suicidio jamás le resultó un tema ajeno, pero sí morirá antes de tiempo. Días antes de morir, sabiendo que la vida lo abandonaba, escribió: “Mi cuerpo es la herencia que me llevo con la muerte”. A nosotros nos quedan estas imágenes. El fantasma material de Batato ríe, baila, habla. La inmortalidad discreta que el cine nos ofrece nos permite verlo de cuerpo entero, incluso hasta podemos ver sus tetas.

Esta crítica fue publicada por La voz del interior en otra versión durante el mes de noviembre 2011. 

Roger Koza / Copyleft 2011