LA HUÉRFANA

LA HUÉRFANA

por - Críticas
31 Oct, 2009 02:51 | comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

LA PERVERSIÓN COMO TERROR FÍSICO

La huérfana / Orphan, EE.UU. 2009.

Dirigida por Jaume Collet-Serra. Escrita por David Leslie Johnson y Alex Mace

*Tiene un rasgo redimible.  

La nueva película (norteamericana) del director español Collet Serra tiene una buena primera hora para luego desbarrancar narrativamente con varios lugares comunes incompatible con su talento.  

A principio de esta década, Hollywood descubría el horror japonés y lo anexaba a la fábrica de sueños (más bien de pesadillas). Pasada la moda nipona, llegó la hora del horror español. Quizás entrenados en Sitges (el primer festival de cine fantástico), hay una nueva generación de directores procedentes del país de Juan Carlos I, Franco y Nadal que renuevan el género: Jaume Balagueró, Juan Carlos Fresnadillo, Koldo Serra, Gabe Ibáñez, Luis Berdejo y Jaume Collet-Serra ruedan en Los Ángeles como si estuvieran en Madrid o en Barcelona.

Todo empieza con una pesadilla. Una mujer está a punto de parir. Ella y su marido llegan al hospital. Es una postal de la felicidad, aunque en el tono beatífico se percibe un ligero enrarecimiento, que se confirma con un plano cenital: no todo es lo que parece, un enunciado que articula el secreto de la película. Como en El juego de las lágrimas, las apariencias engañan.

Un matrimonio y sus dos hijos menores viven en algún paraje del norte de EE.UU. El padre, un arquitecto exitoso. La madre, una pianista y antigua profesora de Yale, hasta que sus problemas con el alcohol desafinaron no sólo su carrera sino también su maternidad: su hija más chica es sorda debido a un accidente que la compromete. El hermano más grande vive absorto en juegos electrónicos. En otras palabras, la opulencia no es sinónimo de bienestar, más aún si recientemente se ha perdido un tercer hijo.

A pesar de la negligencia y el alcoholismo, son padres aptos para adoptar. Y así elegirán a una niña rusa de 9 años, capaz de pintar y tocar a Tchaikovsky, que viste como una princesita y habla perfectamente inglés, y que las religiosas del orfanato consideran una buena candidata. La vida es bella, hasta que paulatinamente la criatura empiece a ejecutar su agenda secreta: conquistar al padre a cualquier precio.

Collet-Serra piensa el plano cinematográfico como un cuadrilátero y lo explora en función de desnaturalizar y violentar. Basta que la mirada esté pasiva ante un paisaje x para que algo atraviese el campo visual y ocasione pánico. Que dos niñas se crucen inesperadamente ante nuestros ojos en el orfanato (o un niño en una plaza con juegos) es suficiente para asustar. Los planos subjetivos no suelen funcionar como siempre; los planos cenitales tampoco. Se trata de un procedimiento cuyo objetivo es desorientar el trabajo perceptivo sin el auxilio y la postulación de un ente no humano que desde el fuera de campo fundamente el espanto.

La casa de cera, la película precedente de Collet-Serra, como señaló el crítico Diego Trerotola, reflexionaba oblicuamente sobre la concepción baziniana del cine como un arte heredero de la pretérita práctica de embalsamar a los muertos. En La huérfana, el director español toma el camino menos transitado en el género. A diferencia de muchas películas de terror cuyo horror se predica de lo sobrenatural y metafísico (monstruos, vampiros y fantasmas), Collet-Serra elige localizar el terror en el misterioso universo del psiquismo. En muchas películas del género los niños son personajes maléficos, lo que constituye un ataque al sentido común que ve en la niñez un reservorio de inocencia. En La huérfana la apuesta es mayor: una niña es sagazmente perversa. El tabú y el límite por excelencia de nuestra ética liberal de la tolerancia, la sexualidad (y violencia) en los niños, aquí es transgredido.

Formalmente inquieta y narrativamente despareja, La huérfana propone un terror que consiste en una provocación a nuestro sistema de creencias: la perversión como terror físico y psíquico, o cómo la incomodidad moral es pavor y temblor por otros medios.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el matutino La Voz del Interior durante el mes de octubre.

 Copyleft 2009 / Roger Alan Koza