EL OTRO DE LA ESPERANZA / TOIVON TUOLLA PUOLEN (02)

EL OTRO DE LA ESPERANZA / TOIVON TUOLLA PUOLEN (02)

por - Críticas
13 Ago, 2017 01:52 | comentarios
Segunda crítica sobre un film magnífico de un director capaz de conjurar amorosamente todos los males de este mundo sin desconocer la podredumbre de un sistema

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Una mentalidad vetusta insiste en sospechar del extranjero. Frente a una mermelada oriunda de Armenia, una fruta ecuatoriana y un juguete hecho en China que puede ser adquirido en los negocios pertinentes en un territorio ajeno a su producción, quien participa de ese prejuicio tan tribal de identificar al distinto como amenaza apenas se limita a comparar el precio de una mercancía confeccionada o cosechada en un país u otro. La globalización es selectiva. Un producto cruza fronteras con menos requisitos que un hombre.

La extraordinaria El otro lado de la esperanza es la segunda película de la trilogía del inmigrante emprendida por Aki Kaurismäki, quien ya se había ocupado de esta nueva figura de la economía global en la triste y hermosa El puerto. En esa ocasión, un niño llegaba en un container desde África; en esta oportunidad se trata de un hombre que escapa de la inhóspita y destruida Siria. La llegada de Khaled a Helsinki es paradigmática del cine del maestro finlandés: un par de planos generales de algunos barcos en el puerto anteceden al preciso primer plano del rostro sucio de un polizonte. Lo primero que se ve de él son sus ojos. Hay que aprender a ver al extranjero.

El contracampo de la esperanza es sombrío y doloroso, y Kaurismäki suministra exhaustivamente todo lo que eso significa: desconfianza burocrática estatal ante el inmigrante, desamparo lingüístico, precariedad económica, soledad. Todo esto se muestra —no se dice— en algunos pasajes con la vehemencia necesaria para explicitar el repudio, pero también con el lirismo exacto para evitar el miserable sentimentalismo que estimula lágrimas rápidas sin el debido respeto por el dolor ajeno. Cuando un perrito se acerca a saludar a Khaled, que descansa su espalda contra un árbol, se siente todo el amor del mundo sin ceder al chantaje emocional. Secuencia notable e inolvidable.

No hay que imaginar aquí un drama intolerable a secas. La gran paradoja es que El otro lado de la esperanza es —también— un filme feliz. La relación que se establece entre el dueño de un restaurante, sus empleados y Khaled va delineando una secreta resistencia frente a la injusticia de un sistema económico perverso. La evocación utópica proviene de la posibilidad de que algunos reconozcan una tenue solidaridad que desborda el sentimiento nacionalista, llevados por una corriente de fraternidad entre los hombres que no responde a ninguna bandera.

Todo esto sucede en una atmósfera enrarecida, entre irreal y utópica, solventada por el característico y discreto antinaturalismo de las interpretaciones, la selección cromática de los interiores, un deliberado anacronismo del mobiliario y los objetos; en otros términos, la puesta en escena alude a una disociación entre lo que sucede hoy y lo que podría ser.

No habrá una película más hermosa y política en el año. El humanismo seco y lúcido de Kaurismäki reanima esa tierna tradición olvidada que tuvo en Chaplin a su profeta. Ante el cinismo generalizado, este filme es pura medicina para los hombres de buena voluntad.

Esta crítica fue publicada en el diario La Voz del Interior en el mes de agosto de 2017.

* Aquí se puede leer otra crítica más extensa sobre el mismo filme en donde intento explicar la cuestión del antinaturalismo .