LA DAMA DE LOS DIAMANTES

LA DAMA DE LOS DIAMANTES

por - Ensayos
10 Ago, 2012 01:11 | comentarios

SOBRE LAS PELÍCULAS DE MARILYN MONROE

Los caballeros las prefieren rubia

por Roger Koza

 La reciente película de Simon Curtis, basada en las memorias de Colin Clark, Una semana con Marilyn (2011), es sin duda un filme liviano, pero el trabajo de Michelle Williams como la rubia más bella de la historia del cine es preciso y enigmático, y una buena introducción a los secretos de una personalidad.

No se trata de mímesis física, a lo Meryl Streep, sino más bien de un trabajo de sintonía psíquica con la intimidad de una mujer que fue la fantasía masculina de muchas generaciones, un ícono del espectáculo e incluso un dilema político (la vieja hipótesis de que su muerte estuvo ligada a los Kennedy sigue vigente). Clark, como se sabe, a sus 23 años vislumbró una versión “privada” de Marilyn mientras ella rodaba El príncipe y la corista (1957), de Lawrence Oliver, un filme fallido aunque discretamente fascinante si se examinan los contrastes de los métodos interpretativos de Oliver y de Monroe.

Justamente en el filme de Curtis se ve una escena en la que Marilyn no consigue decir una línea y la toma se repite, ante los nervios de Oliver. En Tempestad de pasiones (1952), una de las primeras películas importantes de Monroe, todavía como actriz secundaria, Fritz Lang se topó con un problema similar. En una escena complicada que transcurría en un barco y con varios extras, la actriz simplemente tenía que decir una línea, pero una y otra vez fallaba en su dicción. Mucho tiempo más tarde, un periodista amigo de Marilyn hizo público que sus errores habían sido voluntarios. Sólo cuando vio que la escena funcionaba, pronunció su parlamento a la perfección.

En ese filme, un elegante melodrama, Marilyn era la hermana menor del personaje interpretado por Barbara Stanwyck, una mujer desencantada con la vida que elige casarse con un pescador bonachón sin convicción alguna. Allí, como en tantos otros papeles posteriores, Marilyn parece canalizar un modelo de mujer inocente, casi aniñada, que alcanza su apoteosis en La comezón del séptimo año (1955), de Billy Wilder. El plano inmortal en el que una ventisca subterránea le levanta la pollera pertenece a ese filme: como en Río sin retorno, un western menor de Preminger, la intersección entre erotismo e inocencia resulta evidente. Su voluptuosidad refinada y su modulación vocal casi infantil fueron una cifra de su estilo.

Niágara

En aquel filme de Lang, Marilyn decía una línea que anticipaba en parte su futuro en la ficción: “Los diamantes me vuelven puntual”. Si bien en Niágara (1953), primer protagónico de Marilyn, ya se puede ver un costado menos cándido y más oscuro (y también su talento como cantante), será en la consagratoria Los caballeros las prefieren rubias (1953), la obra maestra de Howard Hawks, donde Marilyn demuestre plena consciencia de su posición como mujer fatal, dispuesta a tomar el dinero de los hombres o simplemente disputar la cuantificación de su poder. El leimotiv de la canción principal era un simpática declaración beligerante: “Los diamantes son el mejor amigo de una chica”, un adagio que excede su lógica lectura trivial. La empatía entre las dos bailarinas (y las actrices que las interpretan, Marilyn y Jane Russell), que parten de viaje a París, una acompañando a la otra en supuesto viaje de prueba para un futuro matrimonio, constituye una excusa argumentativa para exponer en clave musical la confrontación de los sexos y la asimetría entre hombres y mujeres en el orden social.

Su Lorelei Lee de aquel filme de Hawks fue un papel extraordinario en la carrera de Marilyn. Todas sus virtudes se develaban: cantaba, bailaba y con su semblante de sex symbol disputaba imperceptiblemente el poder de los hombres. Marilyn fue siempre mucho más que una rubia platinada y un prototipo nacional femenino de la belleza estadounidense. Sabemos que leía a Freud, paseaba con Truman Capote y discutía sobre el Ulysses de Joyce con su psicoanalista. A veces, las apariencias engañan.

Este texto fue publicado en otra versión en La voz del interior durante el mes de agosto de 2012

Roger Koza / Copyleft 2012