LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (30): WILLIAM WYLER: ALGO MAS QUE UN BUEN ARTESANO

LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (30): WILLIAM WYLER: ALGO MAS QUE UN BUEN ARTESANO

por - Columnas, La columna de JG
21 Oct, 2014 01:36 | comentarios
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William Wyler

Por Jorge García

En un famoso artículo escrito hace muchos años, André Bazin no tuvo reparos al hablar de la obra de Wyler en compararlo con Orson Welles. En las antípodas, Andrew Sarris, con su habitual contundencia, definió la carrera del director como algo que no pasaba de un cero. Por mi parte, sin pretender entrar en polémica con tan eminentes opiniones, creo que la obra de Wyler no está en ninguno de los extremos señalados. SI es, en cambio, la de un director que, sin ofrecer constantes estilísticas permanentes que lo encuadren dentro de la categoría definitiva de autor, es lo suficientemente interesante como para dedicarle estas líneas. William Wyler nació en Mulhouse, Alsacia en 1902. Tras una educación parisina, fue llevado en 1921 a los estados Unidos por Carl Laemmle, pariente de su madre y el fundador de los estudios Universal, a trabajar en dicha productora, debutando como realizador en 1926. Su carrera se extiende a lo largo de cuarenta y cinco años con más de cincuenta títulos de los más diversos géneros, varios de ellos innegablemente valiosos

Uno de los principales cargos que se le hace a Wyler –y esto está reforzado por su falta de participación en los guiones de sus películas- es la ausencia de una visión personal del mundo y de las relaciones humanas. Sin embargo, puede rastrearse en su obra, sobre todo en los melodramas, una crítica caracterización de los Estados Unidos finiseculares, en la etapa del surgimiento del capitalismo salvaje y la influencia de este hecho sobre el comportamiento de sus protagonistas. También en varias de sus películas se da como constante la existencia de personajes pacíficos enfrentados contra su voluntad a una situación de violencia. Otra acusación frecuente que se le hace a Wyler –cargo que comparte con Otto Preminger- es la de ser un director oportunista en la elección de sus temas, muchas veces adaptaciones de piezas de teatro exitosas o de obras literarias relevantes, utilizando los mejores técnicos y actores de primer orden; lo que se diría un director de qualité. Tratemos, sin embargo, de evaluar algunos elementos que identifican su puesta en escena.

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La loba

1) La adaptación de una obra importante de otro género no invalida a priori la calidad de una película. La aparente teatralidad de algunos films de Wyler, pienso en particular en La loba, está cuestionada por un brillante uso de la profundidad de campo, rasgo distintivo de la puesta del director. Por otra parte, la utilización de largos planos generales –las películas de Wyler tienen en general menos tomas que el común de los films de período clásico- con una cámara que trata de encuadrar la mayor cantidad de “realidad” posible, y la ausencia de la convención plano/contraplano, le otorgan un personal ritmo a la narración.

2) A través del rigor del crescendo dramático y un cierto distanciamiento, Wyler logra dar a algunos de sus melodramas una dimensión casi trágica en tanto sus personajes marchan inexorablemente hacia un destino prefijado. Es en estas obras donde se manifiesta principalmente su capacidad para la conducción de actores logrando vg. de Bette Davis algunas de las mejores actuaciones de su carrera, lo que no es poco decir. Por cierto que en ocasiones ese distanciamiento deviene en frialdad, y es así que puede anular el clima romántico que requería Cumbres borrascosas o convertir a Horas desesperadas casi en un mecanismo de relojería.

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Lo mejor de nuestra vida

3) Hay en Wyler una utilización sistemática de algunos elementos del decorado con sentido dramático, y me detengo en particular en las escaleras, donde siempre en sus películas ocurre alguna escena fundamental. Sirve como ejemplo la muerte de Herbert Marshall en La loba con el impasible rostro de Bette Davis en primer plano o las reiteradas escenas dramáticas que se producen en las escaleras en Lo mejor de nuestra vida.

4) Varias de las películas de Wyler transcurren en ámbitos cerrados o muestran situaciones claustrofóbicas. Es notable en esos casos como el director trabaja sobre el espacio cinematográfico, siendo el caso más notorio el de la comisaría en donde transcurre La antesala del infierno, con una gran concentración dramática de la acción y sin indicios de teatralidad.

Existe consenso de que en la última etapa de la carrera del director se acentúan las debilidades, atenuándose las virtudes. No obstante ello, consigue realizar en ese período dos obras de considerable interés: El coleccionista, un auténtico tour de force con solo dos personajes, víctima y victimario donde Wyler logra una vez más dentro de ese marco realizar un trabajo eminentemente cinematográfico que bucea con profundidad en la conducta de sus dos protagonistas, eludiendo una resolución feliz o facilista. Y su último film, Fuego negro, una obra casi desconocida pero que plantea con crudeza el tema de las relaciones raciales con mucha más fuerza que películas más prestigiosas en ese terreno.

William Wyler no fue un gran artista pero buena parte de su obra tiene una considerable solidez y coherencia lo que lo hace acreedor de merecer atención.

Versión con algunas modificaciones de una nota aparecida en la revista el amante en febrero de 1994.

Jorge García / Copyleft 2014