LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (10): DOS PELÍCULAS DEL BAFICI

LA COLUMNA DE JORGE GARCÍA (10): DOS PELÍCULAS DEL BAFICI

por - Críticas, Festivales
16 May, 2012 07:28 | comentarios

Whore’s Glory

Por Jorge García

Como ya he señalado en otra nota, más allá de la innegable medianía que signó al último Bafici- hubo dentro de su abultada oferta varios títulos de interés. La cinematografía austríaca es –como la de muchísimos países –prácticamente desconocida en estas pampas y en lo que hace a los festivales los dos directores de ese origen más reconocidos son Michael Haneke (que me gusta mucho) y Ulrich Seidl (a quien aprecio bastante menos). Las dos películas a las que me referiré no casualmente pertenecen a realizadores que han estado conectados con estas dos figuras.

Michael Glawogger, quien trabajara como asistente de Seidl, tiene una carrera consolidada, con unas quince películas en su haber, entre ficciones y documentales, siendo sus obras más reconocidas las pertenecientes a su llamada trilogía de la globalización y el trabajo que integran Megacities, Workingman´s Death y Whore´s Glory, la película a la que me referiré brevemente. No conozco la primera, pero sí la segunda, un poderoso testimonio sobre diversas actividades laborales extremas filmado en distintos lugares del mundo, que ofrecían una cruda y descarnada mirada sobre diferentes aspectos de la explotación del hombre por el hombre. Whore´s Glory es otro potente documental, en este caso centrado en la prostitución ejercida  por mujeres en diferentes lugares, muy distintos en lo cultural y lo religioso. Así el film está dividido en tres episodios, uno ambientado en Bangkock, otro en un bazar de la zona roja de Bangladesh y el tercero en un poblado fronterizo de México. En el primero, no casualmente titulado La pecera, en un prostíbulo para sectores de clase media y media alta  las mujeres son exhibidas detrás de una especie de jaula, donde son elegidas en una suerte de lotería por los clientes a través de un número. El capítulo está muy cuidado en cuanto a la composición visual, el uso del color y la música y presenta a las prostitutas satisfechas de ser un objeto de competencia entre clientes que regatean precios y las intercambian sin escrúpulos. El segundo, por contraste, ofrece un cuadro mucho más sórdido, con las muchachas sometidas a una dictatorial madama y angustiadas por tener que ejercer ese trabajo como única alternativa de subsistencia, Aquí las entrevistas se desarrollan en espacios cerrados y opresivos que producen la sensación de una imposibilidad absoluta de escapatoria. El tercer episodio transcurres en un poblado en la frontera de México con Texas, donde en unas míseras casuchas,  las prostitutas ejercen su oficio de manera mecánica y apelando al característico humor negro de los mejicanos. Hay además en este tramo  un testimonio desopilante de una puta cubana ya retirada en el que narra varias de sus aventuras. Un film que al que hay que agradecerle que deje de lado cualquier ligazón con el sensacionalismo  gratuitos y al que eventualmente puede cuestionársele no profundizar en aspectos tan determinantes del oficio como la explotación y tráfico de seres humanos.

Diferente es el caso de Markus Schleinzer quien trabajara varios años como director de casting, en particular en varias películas de Michael Haneke. Cierta influencia de este se puede detectar en algunos aspectos de Michael, su ópera prima, más allá de que se trate de una obra que muestra a un realizador con indudables rasgos personales. A priori, centrar una película  en los últimos meses de la vida de un pedófilo puede resultar chocante para algunas almas sensibles  (la película fue mayoritariamente rechazada por la crítica cuando fue presentada en el festival de Cannes) pero, en cualquier caso, lo que sorprende en Schleinzer es la madurez con que acomete su singular proyecto. Por cierto que el film no es –como se ha sostenido en varios lugares- la historia de la relación entre un pedófilo y el niño al que tiene secuestrado (el chico permanece fuera de campo la mayor parte del film) sino la meticulosa descripción del funcionamiento de la mente de un hombre con una vida aparentemente normal  ( es empleado de una empresa de seguros) pero que –como una suerte de Dr Jekyll y Mr Hyde- posee una monstruosa doble personalidad, algo que recuerda al protagonista de la excelente Las horas del día, de Jaime Rosales. El tono plácido de la primera secuencia, en la que le prepara el desayuno a un niño que podría ser su hijo, pronto se ve distorsionado por la presencia en el lugar de cortinas metálicas y puertas acondicionadas contra ruidos y con pesadas trabas que indican que el niño no es su pariente sino su prisionero. Con una puesta en escena tan fría y distante como rigurosa y evitando en todo momento la tentación de caer en la sordidez, el director va trazando un preciso retrato de un psicópata que tras su existencia convencional oculta oscuros sustratos, perceptibles, por otra parte, en sutiles detalles de su conducta o de manera más abierta en la escena que echa de su casa a una compañera de trabajo que lo visita inesperadamente. Película incómoda de ver, perturbadora por momentos y con un final conciso y ejemplar, muestra a Schleinzer –más allá de los que han tratado de presentarlo como una suerte de sub-Haneke sin mayor talento- como un director claramente a seguir.

Jorge García / Copyleft 2012