LA CINTA BLANCA

LA CINTA BLANCA

por - Críticas
08 Jun, 2010 09:32 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

por Roger Alan Koza

JUVENTUD EN MARCHA

https://i0.wp.com/static.guim.co.uk/sys-images/Observer/Pix/pictures/2009/11/11/1257964039227/white-ribbon-001.jpg?resize=296%2C163

La cinta blanca / Das weisse Band, Austria-Alemania-Italia-Francia, 2009.

Escrita y dirigida por Michael Haneke.

*** Hay que verla

La última película de Haneke no está entre sus mejores trabajos, pero no dista de ser una exploración atendible sobre la genealogía del fascismo del siglo XX

En una entrevista para la revista Film Comment, otorgada al excelente crítico austríaco Alexander Horwath, Haneke sostenía: “Siempre pienso que en los lugares ‘pequeños’ se ensayan y se desarrollan los grandes acontecimientos, en términos de su clima moral y espiritual”. Tal declaración funciona como un contrapunto semántico de las primeras palabras del narrador omnisciente de Una cinta blanca, un maestro de escuela que habla desde un futuro impreciso beneficiado por una perspectiva retrospectiva acerca de este cuento alemán y sus moralejas: “Creo que debo contar los extraños sucesos que acontecieron en nuestra aldea… Quizás podrán esclarecer algunas cosas que ocurrieron en este país”. Es 1913, al norte de Alemania; los años venideros, entre una guerra y otra, no serán otra cosa que la mácula macabra y siniestra de todo un siglo.

Todo empieza con un accidente: un cable casi invisible intercepta a un jinete y su caballo. De allí en adelante, los accidentes serán una constante. Casualidad o causalidad, la serenidad pastoral y el sobreviviente orden feudal de un pueblo pequeño protestante, inesperadamente, se resquebrajan: los accidentes quizás no sean tales, al menos las golpizas sobre algunos niños, incluido un discapacitado, vienen acompañadas de un texto bíblico luterano: el pecado de los padres se paga con el castigo de los hijos.

Así, una cotidianidad rítmica y armoniosa se ve interrumpida. El barón conocerá el descontento de sus súbditos y su mujer quizás ame a otra persona. El médico de la comunidad será capaz tanto de curar a los pobladores como de humillar a quien supuestamente ama. El circunspecto e implacable pastor no podrá rectificar el Mal que merodea entre sus fieles, ni siquiera sus hijos obedecerán los preceptos básicos que aquí se inculcan metódicamente. La cinta blanca sobre el brazo de sus vástagos podrá remitir a un ideal de pureza a conquistar a través de la disciplina y el dogma, pero detrás del discurso virtuoso y teológico se agita una violencia enmudecida. El látigo y la oración son complementarios, como la castidad y la compulsión libidinosa.

Haneke, quizás el cineasta contemporáneo que más piensa sobre la violencia y su representación, jamás muestra un acto violento en su ejecución. Su ejercicio permanece fuera de campo, a lo sumo se verán las consecuencias, y, eventualmente, se insinuará una genealogía de la agresión voluntaria y sistematizada. Un canario atravesado por una tijera es el límite de lo que se puede mostrar, y alcanza, pues de lo contrario es convertir la crueldad en una estética y en un pasatiempo. En ese sentido, las reiteradas panorámicas sobre el pueblo, que suelen funcionar como viñetas que simplemente indican la transición de un capítulo a otro de una posible novela, acentúan misteriosamente en su perfección y belleza la irrespirable filosofía que organiza la vida simbólica de los personajes. El hieratismo glaciar de sus criaturas es consustancial con esos horizontes sin promesa alguna, un universo blancuzco y límpido en el que sólo pueden emocionarse los fósiles. Y si del Altísimo se trata, la figura de Dios es tan lejana y remota que cualquier soliloquio de un creyente, más que un medio de comunicarse y fantasear con un Otro benevolente, constituye una prueba de fe que sólo un fanático puede sostener en su obstinación y delirio.

La ganadora indiscutible de Cannes 2009 pone en escena la tesis del psicólogo austríaco Wilhelm Reich según la cual el fascismo es un fenómeno ligado a la insatisfacción sexual de las masas. El filme de Haneke es una introducción didáctica a la hipótesis del autor de La función del orgasmo. Que a un adolescente se le aten las manos para dormir es el reverso exacto del pasaje en el que un adulto se siente con el derecho de gozar de su descendencia durante la misma etapa de crecimiento. Estos jóvenes caucásicos y arios, los futuros miembros de la juventud hitleriana, antes de levantar su mano ante la presencia de un demente aprendieron un evangelio en el que Eros poseía el semblante de una deidad demoníaca.

Nota: es probable que Nicolás Prividera escriba una nota negativa sobre La cinta blanca; mientras, aquí, Oscar Cuervo, también analiza, en los mismos términos, al film de Haneke. También se puede leer la crítica de Leonadro D’Espósito en El amante, quien gritaba en Cannes contra el film en un momento que compartíamos en la sala de prensa. Son críticas valiosas, y más allá de que mi valoración es diferente, no deja de ser pertinente a la hora de interrogar el film de Haneke.

Esta crítica fue publicada en otra versión por La Voz del Interior durante el mes de junio 2010

Roger Koza / Copyleft 2010