LA ASAMBLEA

LA ASAMBLEA

por - Críticas
22 Dic, 2009 12:12 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  ** Válida de ver cc  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

ATRAPADOS CON SALIDA

La asamblea, Argentina, 2008

Escrita y dirigida por Galel Maidana

** Válida de ver

La ópera prima de Galel Maidana denota una preocupación legítima por su tópico elegido y es también un buen ejemplo de los límites del documental observacional cuando esta modalidad se aplica a ciertas instituciones.     

“Hay locos que son locos. Hay locos que se hacen los locos. Más locos son los locos que nos quieren volver locos a los que no son locos”. Ésta es una de las declaraciones de uno de los miembros del Frente de Artistas del Borda, un discurso que advierte que la locura nunca es una cuestión privada, un desperfecto azaroso o hereditario en la química cerebral o la ruptura psíquica entre sujeto y mundo debido a un hecho traumático en la biografía personal. La tesis del “paciente” es evidente: la locura es una producción social.

En efecto, la experiencia que Galel Maidana decide registrar en el seno del hospital psiquiátrico Borda es una práctica democrática en donde internos, artistas voluntarios, psiquiatras y otros profesionales conviven y trabajan a partir del arte, orientados a liberar la locura de su yugo psiquiátrico, lo que implica cuestionar tanto una metodología específica, la medicación excesiva, como un sistema que naturaliza el encierro y la internación.

El neologismo que expresa dicha utopía es semánticamente preciso: desmanicomialización. Como dice otro miembro del Frente: “hablar de desmanicomialización es hablar de política”. Hacia el final, el relato de un ex militar redoblará la tesis. Es un instante en donde la locura es lúcida y el delirio colectivo es identificado.

El hondureño Galel Maidana elige una modalidad del documental conocida como ‘observacional’. Se trata de un procedimiento muy trabajoso por el cual el registro mismo debe constituirse en discurso. Las imágenes hablan, enuncian, denuncian. La puesta en escena requiere así precisión y rigor, pues no habrá cabezas parlantes que expliquen la experiencia, ni una voz en off que organice los planos, apoyados por un texto crítico, ni intertítulos que guíen la mirada. Se trata de devenir en testigos casi fantasmales respecto de una práctica social e institucional. La única intervención posible es estar allí para rodar y capturar en el azar una experiencia viva. En un pasaje, un interno pide a la cámara que lo siga. Quien la sostiene desobedece.

Así, La asamblea retrata segmentos de una experiencia colectiva. Lo que se ve se parece poco a la estereotipada representación cinematográfica de manicomios. Los “locos” y los “cuerdos” se confunden. Cantan, bailan, pintan, leen poesías, ensayan una obra teatral y participan de la asamblea, un espacio en donde todos tienen la palabra y se escuchan por igual. Alberto Sava, psicólogo social pionero en el tema, casi permanece invisible; a propósito de un texto de Adler que se habrá de discutir afirma que no se trata de un “texto de autoayuda”.

La asamblea crece paulatinamente en su relato, lo que coincide con la expansión del tipo de plano que elige al principio: planos detalle y primeros planos de los rostros (fragmentación que expresa acaso una condición psíquica). La película avanza sobre sus sujetos en planos generales. El final es abierto: los internos viajan y salen. Una metáfora, un deseo, otra política.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de noviembre de 2009

Copyleft 2009 / Roger Alan Koza