EL INTÉRPRETE / THE INTERPRETER

EL INTÉRPRETE / THE INTERPRETER

por - Críticas
01 Dic, 2018 12:47 | Sin comentarios
El pasado y el presente de Europa es el fondo de un encuentro.

LOS VESTIGIOS

En las calles de Hamburgo y Berlín, como en tantas otras ciudades de Alemania (no así en Austria), se pueden observar en las simétricas y nunca partidas baldosas de las veredas pequeños rectángulos dorados con nombres y fechas. Donde hubo un registro de deportación durante los años del exterminio, allí hay un recordatorio. El que mira al suelo da con el horror de la Historia, la cual persiste tenuemente en dispersos signos que ya casi no pertenecen a la memoria directa de los vivos. Los últimos testigos del Holocausto aún están entre nosotros, pero son cada vez menos. El tiempo avanza y la Historia sigue su marcha.

El intérpretere úne a dos hombres de dos generaciones, quienes participaron involuntariamente en el delirio racista y xenófobo que mancillará eternamente el siglo XX. Uno de ellos sobrevivió a los campos, pero quedó huérfano. El otro fue hijo de un subcomandante de las SS. El encuentro tiene lugar en Viena y la agenda tiene un móvil inicial de venganza. Nada sucederá al respecto, pero sí algo inesperado: los dos hombres harán un viaje, pues el hijo del nazi quiere saber más de las calamidades perpetradas por su padre y el sobreviviente judío eslovaco es un intérprete, un traductor. Los vestigios del siglo XX están todavía a la vista.

El intérprete / The Interpreter, Eslovaquia-República Checa-Austria, 2018. Dirigido por Martin Sulik. Escrita por Marek Lescák y Martin Sulik.

La amistad que nace entre los protagonistas puede ser improbable, pero si es verosímil en el relato es porque los intérpretes son excepcionales: el reconocido director checo Jirí Menzel (Trenes rigurosamente vigilados) ha sido siempre un muy buen actor, siempre dúctil y discretamente magnético; por su parte, Peter Simonischek (un desconocido entre nosotros, excepto si se ha visto la no estrenada Toni Erdmann) es un actor cuyo semblante está signado por el encanto y la amabilidad. La química entre ellos es indesmentible, y el film se sostiene en cierta medida en la interacción de estos, de donde provienen los pasajes más conmovedores y también divertidos. Los inesperados descansos humorísticos de la trama se centran en las diferencias de personalidad, permitidos por el relato cuando este suma escenas de transición: el viaje en la ruta, el descanso en un hotel, una salida a un bar.

El intérprete tiene un poco de tardío revisionismo histórico, apenas didáctico, en una época en la que los testigos directos de ese tiempo ominoso son cada vez menos y la memoria del Holocausto ya dependerá de la cadena de transmisión y del caudal de archivos. Sin embargo, lo más interesante del film reside en sugerir que en la actual Europa, signada por la pulcritud de sus calles y un bienestar económico perceptible en la decoración de los negocios y el lujo de los hoteles, aún hay sobrevivientes de enfrentamientos xenófobos, que parecen canalizar los espectros del pasado, vilezas de la Historia que vuelven como una microscópica pesadilla.

*Esta crítica fue publicada por el diario La Voz del Interior en el mes de octubre de 2018.

Roger Koza / Copyleft 2018