INSTRUCCIONES PARA FLOTAR UN MUERTO

INSTRUCCIONES PARA FLOTAR UN MUERTO

por - Críticas
29 Sep, 2018 10:33 | Sin comentarios
Segundo film del joven director cordobés en el que se confirma su capacidad para filmar situaciones íntimas.

LA ADECUACIÓN

Los muertos imponen con su ausencia otro sentido del tiempo a quienes los sobreviven; no es una experiencia de larga duración, apenas un breve segmento de tiempo en que el duelo empieza y la conciencia debe alinearse a una falta. Cualquiera que haya enfrentado la muerte de alguien querido reconoce de inmediato la inadecuación que existe entre el ritmo de los vivos y aquellos de este grupo que detienen su marcha para iniciar el luto.

Instrucciones para flotar un cuerpo: ar cuidadosamente el trabajo afectivo y físico de los protagonistas al procesar la partida de un buen amigo. A Jesi y Pablo, viejos amigos que no se ven hace años, los reúne la partida de Martín. Este convivía con Pablo, y Jesi regresa especialmente desde Madrid por el triste acontecimiento, pues no visitaba Argentina desde después del 2001. El e también sugiere que el exilio es una forma de muerte, un modo de esfumarse por el cual se debilita la interacción con el medio circundante y quienes viven en él. Las escenas en las que el personaje de la magnífica Jazmín Stuart corre, o en especial el pasaje de la fiesta con amigos, denotan otro modo de inadecuación.

Instrucciones para flotar un muerto, Argentina, 2018

Escrita y dirigida por Nadir Medina

El film no esclarece los motivos de la muerte de Martín, aunque del enigmático inicio en el que un joven camina por una calle céntrica de la ciudad de Córdoba completamente vacía con una soga al cuello se puede conjeturar que tal vez este se ha quitado la vida; no es descabellado, más aún cuando en dos oportunidades se cita a Andrés Caicedo, el lúcido escritor colombiano que se suicidó a los 25 años, sintiendo otro modo de inadecuación, aquel que denota la distancia entre la intensidad de la sensibilidad y el sinsentido de todo. De todos modos, Medina prioriza la sugerencia y la elipsis; muchas cosas pueden inferirse, pero no comprobarse, y en eso radica parte del misterio del e. ¿Qué sucedió con Martín?

En esa dirección pueden entenderse los inusuales travellings lentos con los que se recorre el interior del departamento donde habitaba Martín y asimismo algunos planos rarísimos para llamar la atención sobre situaciones fuera de lo ordinario. El viento moviendo la cortina de una pieza o el largo plano secuencia aéreo que abarca el perímetro de la ciudad de Córdoba son buenos ejemplos. ¿Acaso así se transfiere la presencia del muerto que aún no se decide abandonar el mundo de los vivos? No hace falta creer en espectros para postular esa operación estética como una forma de evocación del tercer personaje, que no está. Sin ninguna fantasía metafísica que lo vindique, los vivos suelen sentir en un primer momento que los objetos del fallecido resguardan aún la pregnancia de su dueño.

Delicado retrato el de Medina, libre para narrar según la propia ley que guía la poética elegida. Las escenas duran lo que se necesita y mantienen una asimetría en la duración, porque es otro tiempo el que rige el relato. Desde el interior de la escena se impone un tiempo; es la métrica del duelo la que impera, la imperceptible experiencia por la que se aprende a convivir con la infranqueable ausencia de alguien amado.

*Esta crítica fue publicada en otra versión y con otro título en el diario La Voz del Interior en el mes de septiembre  2018.

Roger Koza / Copyleft 2018