INFANCIA CLANDESTINA (3): MI TÍO/A

INFANCIA CLANDESTINA (3): MI TÍO/A

por - Críticas
16 Oct, 2012 02:04 | Sin comentarios

Infancia clandestina

Por Alejandro Cozza

Nota del editor: en esta publicación del blog presenté a fondo a Alejandro Cozza; una mínima biografía: es docente, cinéfilo y crítico de cine. Solíamos hacer juntos El cinematógrafo en Canal 10; por una cuestión ajena a nuestra voluntad, desde junio de este año, Alejandro ya no participa del programa. Desde entonces, todos los lunes, Alejandro publica regularmente en el Alfil, un nuevo matutino de la ciudad de Córdoba. En un mail que intercambiamos en el día de ayer él me envío su columna de la semana pasada. Me pareció pertinente subirla al blog y proseguir con la discusión sobre Infancia clandestina (y también ahora sobre Sibila). Es un placer contar con un texto de Cozza, que no es mi hermano de sangre pero sí un hermano en el país de las películas. (Roger Koza)

De la ficción al documental, son infinitas las posibilidades que tiene el cine de acercarse a la representación histórica. Producto de la época en que vivimos o necesidad urticante de encontrar relatos que nos ayuden a entender un pasado histórico cercano, siempre lacerante y repleto de antinomias, las películas sobre la guerrilla y/o lucha armada en la Argentina y en otros países latinoamericanos se han multiplicado desde diferentes ángulos, perspectivas e ideologías.

Un par de ellas comparten cartelera esta semana en Córdoba: Infancia Clandestina de Benjamín Ávila es una. Ficción basada en hechos reales, recuerdos de su propio director que relata desde el punto de vista de un niño de 11 años la contraofensiva Montonera desde adentro del seno familiar; papá, mamá y un tío creen en la revolución y son guerrilleros, y a Juan (por Perón) le cambian el nombre por Ernesto (sÍ, por el Che) y toda la cotidianeidad del niño se verá camuflada en esa doble vida; ir al colegio, enamorarse de una compañerita, llegar a casa, estar rodeado de armas y de militantes montoneros. Infancia Clandestina es un film valioso en su aporte de nuevos puntos de vista para poder discutir e informarnos del pasado reciente de la Argentina. Allí, su mérito y rigurosidad es indudable. Es un film oportuno (que no oportunista como mas de uno quiso ver con malicia. De ultima, lo oportunista que rodea a la película tiene que ver con su selección para que nos represente frente a los premios Oscar, pero no con el film en si mismo) y de solida convicción política. Pero la cuestión siempre es el lugar formal desde el que todo arte se acerca a temáticas históricas. Sin decir con esto que exista una forma única o la forma adecuada, se hacen contradictorios muchos pasajes de Infancia Clandestina cuando se intenta reproducir un acabado formal que tiene mucho más que ver con el modelo de un cine norteamericano y, peor aun, con planos cercanos a un cine publicitario, que con una búsqueda de un lenguaje propio. La identidad política de la película es genuina, la identidad cinematográfica de la misma, no. Así la narración se diluye en convencionalismos y arbitrariedades en un intento de acercar la película a un mercado de exhibición internacional más amplio. Por ejemplo, el tío piola le explicará a Juan/Ernesto como conquistar a su compañerita a través de la analogía de comer maní con chocolate. Un momento más cercano a Forrest Gump (la vida es una caja de chocolates, ay) que a un cine militante. Viceversa, la (a)puesta formal de la película encuentra su lugar cuando la cámara, siempre desde el punto de vista infantil, intenta ganar libertad frente a los esquematismos del guión.

Sibila de Teresa Arredondo es la otra. Un documental biográfico y autobiográfico al mismo tiempo, ya que su directora de madre peruana y padre chileno, Teresa Arredondo, indaga a través de su familia y de sus recuerdos la historia de su tía, Sibila, militante en Sendero Luminoso y que a pesar de ser chilena (estuvo casada con el poeta peruano José María Arguedas), fue detenida por el gobierno de Alberto Fujimori y puesta en prisión durante 15 años. El film, indudablemente, es fascinante por las realidades antagónicas, y hasta irreconciliables, que pone en juego para tratar de entender una situación política y social sumamente compleja. No es Argentina, es Perú, y con sus diferencias, el contexto puede ser parecido. Se puede considerar que hay dos Teresa Arredondo en Sibila. Una, la sobrina que busca a su tía y quiere indagar en el seno familiar el porqué fue callada y ocultada su historia durante tanto tiempo. Desde ese lado, es un film hecho desde la subjetividad, contemporáneo a una idea de documental que precisa de la individualidad como lugar de enunciación, sentimental y político. Por más que ese lugar sea de una clase y pertenencia muy marcada, y desde sus prejuicios es diferente al de la propia Sibila. La otra Teresa, sería la que dirige el documental, la que toma distancia y se permite, en un arrojo de honestidad inusitado, ponerse a ella misma frente al banquillo, ser ella misma la estudiada para delatar ese lugar desde dónde el peruano, de clase media alta, observa los hechos históricos sin poder penetrar en ellos por la incapacidad de abstraerse de su lugar burgués. En ese banquillo, la jueza implacable será la propia Sibila, que en los tramos finales del film hace su aparición (es tan monumental el personaje de la mujer en sus convicciones, que me hizo recordar, y salvando las abismales distancias con la ficción, al Marlon Brando de Apocalipsis Now) y le sentencia a su sobrina “estás hablando con la boca de Bush”, cuando ésta le insinúa que era terrorista. Así, Sibila, el personaje, delata un falaz intento de situar todo en una hipotética teoría de los dos demonios. Potenciado, cuando el propio padre de Teresa, y hermano de Sibila, en una lucida aparición explica la dificultad de entender por la imposibilidad de situar un contexto histórico adecuado, lo sucedido con su hermana.

El cine, con mayor o menor determinación según los casos, es quien podría ayudarnos a través de la multiplicación de relatos, personales y sentidos, a situarnos y a ponernos en ese lugar del otro para intentar comprenderlo, y a través de ellos, el proceso histórico de un país y de un continente.

Esta crítica fue publicada por el diario cordobés Alfil durante el mes de octubre 2012

Alejandro Cozza / Copyleft 2012