EL INCONFORMISTA (04): A PROPÓSITO DE LA PIEZA DE FRANZ

EL INCONFORMISTA (04): A PROPÓSITO DE LA PIEZA DE FRANZ

por - Columnas
29 Dic, 2018 01:46 | comentarios
Una función, solo una función. Y no estuvo lleno. Quizás fue el evento del año.

LA ACCIÓN MELANCÓLICA

A Esteban Buch

El 28 de junio de 1973 tuvo lugar un hecho que pasó desapercibido en medio de la breve y convulsionada “primavera camporista” (una semana antes había tenido lugar la “masacre de Ezeiza”): El Grupo de Acción Instrumental presentó en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, bajo los auspicios del Instituto Goethe, un espectáculo llamado Autodeterminemos nuestras hipotecas. Un año después, Alberto Fischerman filmó un mediometraje basado en ese espectáculo, bajo el título de La pieza de Franz(en referencia a la Sonata en si menor de Liszt, que era la base de la obra), que contextualizaba ese momento histórico a través de una referencia directa a la victoria de Cámpora. Pero para cuando finalmente se terminó, hacia 1975, la película misma había quedado fuera de tiempo, atrapada en la vorágine de la violencia “contrarrevolucionaria”.

Según Edgardo Cozarinsky, La pieza de Franz“captó la fragilidad de una ilusión (la llegada al poder de un efímero presidente testimonial) que parece ensombrecida, con las décadas pasadas, por el desastre que la acechaba”. Cozarinsky escribe ese texto para el programa de mano de una función homenaje a obra y película, que tuvo lugar en el teatro Cervantes el 15 de diciembre de 2018, cuarenta y cinco años después. La pregunta es, una vez más, qué tiene para decirnos hoy “la pieza de Franz”. Esa pregunta movilizó en 1973 al Grupo de Acción Instrumental (Jorge Zulueta, Margarita Fernández, Jacobo Romano) a intervenir la obra de Liszt con otras de Schönberg, Satie, Cage, Berg, Mussorgsky y Piazzola, entre otros, y al mismo Fischerman a explicitar la relación entre esa sonata de 1848 (escrita al calor de los movimientos revolucionarios europeos) con su propio presente, mezclando la tensión entre la pieza y el afuera con citas directas de Marx y Mao.

En medio de ese teatro sitiado por los bombos peronistas, se lee (completo) el diario del 25 de mayo de 1973. Acaso por eso Cozarinsky exagera su impresión de conocer “pocos films tan marcados por la Historia, por la zarpa de esa mayúscula despiadada, como La pieza de Franz”. Todos los films son marcados por la Historia, aunque no todos se abran de modo autoconsciente a esa ineluctabilidad. La misma Margarita Fernández parece responderle a Cozarinsky al citar a William Blake: “La eternidad está enamorada de las obras del tiempo”[1]. Acaso por eso la película parece hoy más viva que su nueva representación. Ver el film en un teatro, después de la interpretación en vivo de la pieza (con restos de las intervenciones escénicas del grupo) permite constatar que esa duplicación va en contra de la expansión original que proponían obra y película a partir de la sonata. Como si Autodeterminemos nuestras hipotecasfuera una pieza de museo, eso que La pieza de Franzse resiste a ser.

Esa incandescencia es parte de la “dialéctica negativa” que la película de Fischerman resguarda, menos como una cápsula del tiempo que como fantasma del porvenir, y que sigue inquietando hasta a sus exégetas.  Dice David Oubiña que “a diferencia de The Players vs. Angeles caidos, en La pieza de Franzresulta evidente la intención de hacer dialogar (ligando, friccionando) el polo de la política y el de la estética. A veces eso funciona de manera productiva pero, por lo por lo general, terminan como como dos series separadas que el filme no logra juntar”. Sin embargo, unas líneas antes había asegurado que “tanto el esfuerzo fallido por mantener unidas esas dos series como la constatación irremediable de su distancia resultan evidentes en ese mediometraje. Esto constituye uno de los valores de la obra, entendida como documento, desde una perspectiva histórica: no porque Fischerman logre resolver esa tensión sino, precisamente, porque se muestra como un combate sin resolución posible en el interior de la imagen”[2].

Efectivamente, este pentimento crítico (con su necesidad de reducir la obra a “documento histórico”) es necesario para decir que “entonces, a pesar de su virtuosismo técnico, su audacia experimental y su rigor estetico. La pieza de Franzno deja de funcionar como un satélite de esa película central que es The Players vs. Angeles caídos, película central no solo para la filmografía de Fischerman sino también para la constitución de una estética alternativa dentro del cine argentino”. Esa otra película, amable y feliz (salvo por su final disruptivo, poco recordado), es la que nuestra crítica revisionista buscó imponer como modelo del ala (pos)modernista del Nuevo Cine Argentino, acaso para justificar su antipolítica disfrazada de ligereza[3]. Parafraseando a Borges (cuando sugería que de haber elegido a Facundopor sobre Martín Fierro, “otra sería nuestra historia”) podríamos decir que de haber elegido a La pieza de Franzpor sobre The players…, otra habría sido la (lectura de la) historia del cine argentino.

El mismo Fischerman definió The Players vs. Angeles caídoscomo un “happening pesimista”, y lo mismo podría decirse de La pieza de Franz: la conciencia de la fragilidad, o incluso la percepción de una derrota en ciernes, no exime a la obra de la acción, sino todo lo contrario[4]. En todo caso, se trata de una acción melancólica, en el sentido del rescate de cierta “melancolía de izquierda”, tal como proponen varios autores[5]. Christian Gundermann[6]sugiere pensar un “trabajo melancólico”, como alternativa al “trabajo de duelo” freudiano presente “en parte por la gran difusión del discurso psicoanalítico en Argentina, a la cual se debe la existencia de un debate establecido sobre los usos de la memoria. En este contexto el duelo (o al menos su efigie) ha sido acaparado por una vieja izquierda arrepentida y asimilada al proyecto neoliberal que patologiza la melancolía o la acusa de ser políticamente inoportuna, porque los melancólicos siguen ‘actuando’ o vuelven a ‘actuar’ en vez de resignarse ‘maduramente’”. Gundermann se refiere, entre otros, a los trabajos de Hugo Vezzetti[7], retomados luego por Claudia Hilb[8]: “Este ‘ajuste’ a los parámetros de la ‘revolución’ neoliberal es el que pareciera exigir voces críticas de la melancolía de izquierda. (…) En el caso de Vezzetti, la exigencia sería dejar atrás el pasado como plataforma de acción y a favor de una museificación del pasado. El investigador, sin embargo, no ofrece ninguna herramienta para enfrentar el salvajismo económico y cultural del neoliberalismo, producto y consecuencia de ese pasado que supuestamente se debe dejar atrás”.

Esa misma naturalización hace que la crítica hable de La pieza de Franzcomo si se tratara de una película “perdida”, cuando más bien ha sido invisibilizada. Pero para quien quiera verla, aun señala nuestras faltas: lo que la película demuestra es que no es necesario renunciar a la política en favor de la autonomía estética, como si fueran irreconciliables. Margarita Fernández lo demuestra en La vendedora de fósforos, de Alejo Moguillansky, cuando se rebela en la escena final –y revela que era el gran personaje al que la película deja de lado– al reivindicar la vanguardia contra el mero “juego de niños”. A sus largos noventa años, su abrazo final con el también venerable Jorge Zulueta, tras la puesta en escena de la sonata, es en sí mismo un manifiesto. El teatro no estaba colmado (¿alguna vez lo estuvo?). pero esos sobrevivientes aún siguen aquí, entre nosotros, como ecos vivos de La pieza de Franz. Y afuera del teatro, el rumor de guerra sigue sonando.

Notas:  

[1]Pablo Gianera, “La pieza de Franz, esa vanguardia infinita encerrada en-una-sonata”, La Nación, 15 de diciembre de 2018.

[2]David Oubiña,El silencioy sus bordes. Modos de lo extremo en la literatura y el cine, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011, p. 135.

[3]Ver “Una renovación conservadora”, en El paísdel cine. Para una historia política del nuevo cine argentino, Los Ríos editorial, 2014.

[4]“Incluso si nada salió como habíamos esperado, eso no cambia nada nuestras esperanzas. Las esperanzas permanecerán. La utopía será necesaria. Más tarde también las esperanzas se quemarán numerosas veces sofocadas por el enemigo más fuerte y ellas se levantarán sin cesar”. Jean-Luc Godard, Le livre d’image, 2018.

[5]Ver Enzo Traverso, Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria, FCE, 2018.

[6]Christian Gundermann, Actos melancólicos. Formas de resistencia en la posdictadura argentina, Beatriz Viterbo Editora, 2008, p 21 a 31.

[7]Ver Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Siglo XXI Editores, 2002, y Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos, 2009.

[8]Ver Usos del pasado. Qué hacemos hoy con los setenta, Siglo XXI Editores, 2013, y ¿Por qué no pasan los 70? No hay verdades sencillas para pasados complejos, Siglo XXI Editores, 2018.

Nicolás Prividera / Copyright 2018