HEINOSUKE GOSHO: BREVES APUNTES SOBRE UN DIRECTOR DESCONOCIDO

HEINOSUKE GOSHO: BREVES APUNTES SOBRE UN DIRECTOR DESCONOCIDO

por - Ensayos
13 Oct, 2015 10:52 | Sin comentarios
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Heinosuke Gosho

Por Jorge García

Como ya en alguna otra nota señalamos, coincidiendo con lo expresado por el crítico francés Jean-Michel Frodon, el cine japonés es un iceberg, del que solo vislumbramos la punta. La Cinemateca Argentina en sus funciones de la Sala Lugones del Teatro San Martín se ha encargado de difundir la obra de varios realizadores nipones muy poco conocidos en nuestro país, tal el caso de Nagisha Oshima, Masahiro Shinoda. Yoshijiro Yoshida o el enorme Mikio Naruse. Le tocó el turno ahora a Heinosuke Gosho, un director con una carrera de más de cuatro décadas y un centenar de películas, ninguna de las cuales fue estrenada en Argentina.

Nacido en Tokyo en 1902, hijo ilegítimo de una geisha y un rico comerciante, Gosho tuvo una infancia y juventud acomodadas, aunque algunos desgraciados avatares familiares lo llevaron incluso a un intento de suicidio, y su relación con el cine comienza en 1923, cuando bajo la tutela del realizador Yasujiro Shimazu ingresa a los estudios Shochiku, donde en el período mudo realizará numerosas películas, muchas de las cuales están hoy desaparecidas.

Director del primer film sonoro japonés, los rasgos característicos de su cine se empiezan a consolidar en los años 30. Durante los años de la guerra, las limitaciones impuestas por la censura provocaron que solo dirigiera cuatro films, aunque una película suya, Los jóvenes de Izu, exhibida en el ciclo, fue la primera en estrenarse en Japón después de la contienda. Es posible que las décadas del ’50 y ’60 sean las mejores en la carrera de Gosho, donde ofrece sus obras más maduras y conseguidas. Su prolífica obra transita por diferentes géneros, aunque –de acuerdo con los que han visto gran parte de su filmografía- los mejores logros hay que encontrarlos dentro del melodrama y los dramas familiares. Presidente durante varios años de la Asociación Japonesa de Directores de Cine hasta su retiro en 1975, Gosho falleció en 1981, empezándose a considerar en profundidad a posteriori de su deceso.

La visión completa del ciclo proyectado en la Sala Lugones de este admirador de Lubitsch y Chaplin, más la de alguna otra película no exhibida en la muestra, permiten acercarnos a la obra de un realizador de gran interés, con varias películas realmente muy buenas aunque -con el perdón de mi amigo el gran crítico español Miguel Marías-, sin llegar al nivel de los más grandes (Ozu, Mizoguchi, Naruse).

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Donde se ven las chimeneas

El manifiesto eclecticismo de los films de Gosho tal vez no dé lugar a primera vista a ver rasgos absolutamente definitorias en su obra aunque si se pueden encontrar diferentes características que permiten apreciar a un realizador personal y, en sus mejores títulos, con una definida visión del mundo. Entre ellas encontramos una predilección por convertir en protagonistas de sus películas a personajes pertenecientes a la clase media y baja, observados por el director con gran empatía y desarrollando a través de esas historias un agudo testimonio sobre las contradicciones de la vida política y social y cultural de su país. En esos films, muchas veces centrados en dificultosas relaciones familiares -donde en varias ocasiones aparece como determinante las secuelas de la guerra-, Gosho, a diferencia de los grandes realizadores clásicos de Japón mencionados, no utiliza planos largos, sino que desarrolla sus historias a través de un montaje mucho más fragmentado, donde abundan los primeros planos y las elipsis (Gosho se manifiesta como un maestro en el terreno de este recurso narrativo) y en el que utiliza con discreción el plano/contraplano.

Otro elemento significativos es la presencia de personajes femeninos determinantes en el desarrollo de las historias, que pueden oscilar entre la fragilidad y la sumisión de algunos a la fortaleza y rebeldía de otros. En algún temprano film como Una mujer de la niebla (1936), la relación entre un estudiante y una cabaretera cuestiona algunas acendradas tradiciones culturales de su país y también en ocasiones los finales aparecen forzadamente edificantes, a contrapelo de lo expuesto a lo largo de la película, como ocurre en El cuervo amarillo (por otra parte un muy buen estudio de las relaciones entre un niño y su padre que regresa de la guerra) y Madre cásate.

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Una mujer de Osorezan

Puede ser superficial en el tratamiento de una saga familiar a lo largo de cuatro décadas (La madre y sus once chicos) pero también integrar adecuadamente lo individual con lo social (Donde se ven las chimeneas, El gallo canta al amanecer). En su última etapa Gosho hace un excelente uso de la pantalla ancha y sus films crecen en ambigüedad y complejidad incursionando de manera más abierta en el terreno del melodrama.

Reseñaré ahora brevemente mis tres films preferidos del ciclo.

Elegía (1957), narra la relación entre una joven muchacha con un problema físico en uno de sus brazos con un taciturno arquitecto casado. Cuando la protagonista descubre que la esposa del arquitecto (por quien se siente fuertemente atraída) tiene una relación con un hombre mucho más joven se crea una relación de complejas y ambiguas aristas. Un film de gran belleza formal que trasmite con intensidad la insatisfacción e incomunicación de sus personajes.

En Una mujer de Osorezan, (1965) una muchacha es vendida por sus padres a un prostíbulo, donde una serie de desgraciados hechos la convertirán en una suerte de paria social. Ambientado en los duros años de la preguerra, el film es una de las miradas más críticas del realizador sobre aspectos de la realidad japonesa y la nefasta influencia de las tradiciones. El más trágico y desolado título del ciclo y uno de los puntos más altos del mismo en una película en la que se reconocen algunos ecos del gran Kenji Mizoguchi.

Banquete (1967), también transcurre en la década del ’30 y está centrada en una joven cuyo hermano es militante de izquierda se siente atraída de manera platónica por un joven alférez que integra sectores reaccionarios del ejército que intenta un golpe militar que será abortado. Como en el film anterior, Gosho recurre a la voz en off y/o los flashbacks para desarrollar su relato. El film más político de Gosho, de tono fuertemente dramático, que cuestiona el militarismo latente en la sociedad japonesa de esos años que conducirá a la guerra y una desilusionada mirada sobre el fracaso de los ideales

El ciclo dedicado a la obra de Heinosuke Gosho será sin duda, a la hora de los balances, uno de los acontecimientos cinéfilos más importantes del año.

Jorge García / Copyleft 2015