HASTA LA MEMORIA SIEMPRE. JORGE “EL TIGRE” CEDRON

HASTA LA MEMORIA SIEMPRE. JORGE “EL TIGRE” CEDRON

por - Críticas, Ensayos, Estrenos en DVD
04 Oct, 2014 05:00 | comentarios

OBRA COMPLETA RESTAURADA (EDICIÓN DEL INCAA)

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Jorge Cedrón

Por Jorge García

En todas las cinematografías del mundo existen figuras que –a partir de lo enigmático de muchos aspectos de su existencia (y en este caso también de su muerte)- se convierten en míticas. En nuestro país, una de esas figuras es la de Jorge Cedrón. Perteneciente – junto a Raymundo Gleyzer, Pablo Szir y Enrique Juárez, los tres secuestrados y asesinados por la dictadura- al grupo de realizadores “militantes”, Cedrón tuvo la posibilidad de exiliarse. Sin embargo, en 1980 y en circunstancias realmente extrañas, fue encontrado muerto en el baño de una comisaría parisina, a la que había ido a declarar por el secuestro de su suegro, Saturnino Montero Ruiz, por parte de los montoneros. Su prematura muerte en 1980, cuando solo contaba con 38 años, nunca fue esclarecida y se la atribuyó a un suicidio; sin embargo, algunos detalles solo contribuyeron a profundizar las sospechas, como el hecho de que el cuchillo con el que habría puesto fin a su vida estaba empuñado en su mano derecha, mientras que él era manifiestamente zurdo. Pero más allá de ese misterio jamás resuelto, la obra cinematográfica de Jorge Cedrón también permaneció durante mucho tiempo desaparecida. El denodado esfuerzo de su hija Lucía, también cineasta, por darle visibilidad finalmente dio sus frutos con esta edición completa y restaurada de la escasa pero atractiva obra del cineasta, que viene acompañada con un libro que en 2003 le dedicara Fernando Martín Peña.

¿Cómo encuadrar a Jorge Cedrón dentro de nuestra cinematografía? Una caracterización apresurada podría – a partir de sus tres primeros trabajos, los cortos La vereda de enfrente y El otro oficio y su primer largometraje, El habilitado– presentar esos títulos como una deriva del cine de la llamada Generación del 60. Sin embargo ya hay en esos films una mirada marcadamente personal que lo diferencia de esos cineastas. Y si uno ve sus obras posteriores, repara que hay en ellas, más allá de las valoraciones que eventualmente merezcan, suficientes elementos para percatarnos que estamos ante un realizador original. Pasemos entonces a comentar brevemente sus películas.

La vereda de enfrente en sus escasos 15 minutos está ambientado en la Isla Maciel, un poblado situado a metros de la capital (solo hay que cruzar un puente), en el que se puede apreciar un marcado contraste con la vida urbana expresado en sus calles polvorientas y las míseras casuchas y que aparece como una suerte de precursor de las llamadas villas miseria. La anécdota de un muchacho que lleva a un amigo más joven para que se inicie sexualmente con una puta es mostrada de una manera cruda y descarnada. Por cierto que la realización es muy precaria y plagada de defectos, el uso de la música muy recargado y el montaje rudimentario, pero hay en la mirada de Cedrón una autenticidad infrecuente. Su segundo corto, El otro oficio, aparece ya mucho más elaborado desde lo formal, con un tratamiento visual más prolijo y atractivo. Pero lo que a sorprende es la mirada de Cedrón sobre la clase obrera, ya que lejos de las idealizaciones superficiales de muchas películas sobre ese sector social, que incluyen la solidaridad, muestra a su protagonista traicionando a sus compañeros, pidiendo un sueldo más bajo de lo acordado para conseguir un trabajo y el marcado escepticismo del film anticipa el tono de su primer largometraje.

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El habilitado

El habilitado, 1970, mantiene –a cerca de medio siglo de su realización- intactas muchas de sus virtudes. Film que parece tener numerosos elementos autobiográficos (Cedrón trabajó en Mar del plata en la tienda Los Gallegos), está centrado en cinco empleados que trabajan en el subsuelo de un comercio y las relaciones que se establecen entre ellos, pautadas por la búsqueda de la humillación de los más débiles y los diferentes grados de obsecuencia que muestran hacia su patrón. Cedrón elude el naturalismo costumbrista a través de una puesta en escena que alterna momentos de una concisa austeridad con otros en los que priman situaciones cómicas y/o grotescas, logrando un curioso tono “arltiano”. Si en el personaje que interpreta Héctor Alterio hay momentos en los que priva un excesivo patetismo, el de Billy Cedrón se caracteriza por una ambigüedad que lo hace oscilar entre el sadismo gratuito hacia sus compañeros y la autocompasión (hay una escena notable en la que, solo en su habitación, llora frente al espejo). Además, como en El otro oficio, los oprimidos no muestran ninguna solidaridad entre sí y pareciera que su preocupación fundamental es la de zaherirse entre ellos. Película que no busca la empatía con ninguno de los personajes, destila una amargura tan soterrada como profunda.

Su siguiente film, Por los senderos del Libertador, 1971, es una coproducción realizada por encargo del Instituto Militar Sanmartiniano, a la sazón dirigido por el general Tomás Sánchez de Bustamante, amigo de Montero Ruiz, entonces presidente del Banco Ciudad, que esponsoreó el film. El militar figura como guionista de la película, pero en realidad los ejecutores del guion fueron Miguel Briante y Juan Gelman, autor de los textos en off. El film rodado poco después de El santo de la espada, aparece como una suerte de contracara del mamotreto de Torre Nilsson, ya que prácticamente elude el periodo latinoamericano de San Martin (solo la batalla de San Lorenzo aparece representada a través de los dibujos de Alberto Cedrón, hermano del director, y la banda de sonido) para centrarse en los comienzos de la carrera militar del prócer en España y los años de su exilio. Lo que llama la atención es como el film elude la épica grandilocuente de este tipo de biopics, ya que sin omitir los aspectos “progresistas” de San Martín desarrolla –a través de una estructura que no respeta los tiempos cronológicos- un relato austero e intimista que humaniza profundamente su figura. El film también recorre diversos espacios físicos en los que viviera el protagonista, incluyendo sorpresivas escenas con gitanos y alguna corrida de toros, que parecen haber sido de su gusto.

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Operación masacre

Es posible que el asesinato en Trelew de varios militantes de la guerrilla haya sido uno de los elementos que impulsaron a Jorge Cedrón a realizar su película más ambiciosa, Operación Masacre, 1972, reconstrucción dramática de los fusilamientos perpetrados en un basural de José León Suárez el 9 de junio de 1956, la noche de la rebelión de los generales Valle y Tanco contra la dictadura de Aramburu y Rojas. Las víctimas fueron un grupo de hombres, entre los que se encontraban militantes de la resistencia peronista y personas que no estaban al tanto de los hechos, pero que tenían en común el hecho de ser todos obreros. El film, es una adaptación del libro de Rodolfo Walsh, realizador del guion junto a Cedrón y está narrado por Julio Troxler, uno de los sobrevivientes de la masacre, quien poco tiempo después fuera asesinado por la Triple A. Si bien cuenta con la presencia de numerosos actores profesionales, la película fue rodada en la clandestinidad durante la dictadura de Lanusse y a pesar de ser una ficcionalización de los hechos, tiene un tono que en varios pasajes lo acercan al documental. En la descripción de los hechos previos al fusilamiento hay en el film momentos notables y la música del Tata Cedrón acompaña adecuadamente el crescendo dramático. En la segunda parte de la película hay excelente material de archivo que da cuenta de las luchas de la Resistencia Peronista luego del golpe militar de 1955 y previo al surgimiento de la guerrilla. El film sigue siendo uno de los trabajos más importantes dentro del cine militante en nuestro país y Cedrón siempre consideró que en su filmación había aprendido mucho y que le había ayudado a entender el peronismo.

Resistir, 1978, fue otro trabajo de encargo, que Cedrón firmó con el seudónimo de Julián Calinki, en este caso un pedido de Juan Gelman para que filmara una entrevista sin cortes de montaje al jefe montonero Mario Firmenich, de quien el poeta no se había aun separado políticamente. Afortunadamente, ni Cedrón ni Gelman, autor del guion final, siguieron ese camino y las peroratas del líder guerrillero se alternan con un muy poco visto material de archivo, narrado en off por Gelman, quien asume el rol de un anónimo militante. Firmenich estaba en ese momento planeando la llamada “contraofensiva” de 1979, un operativo suicida que llevó a una inútil muerte a muchos militantes valiosos, y en su discurso se puede apreciar la falta de autocrítica que siempre lo caracterizó, pero lo más atractivo del film es el material antes mencionado y los textos de Gelman que lo acompañan. Además, como bienvenido plus, el film incluye escenas de archivo que habían sido cortadas de Operación Masacre para su estreno comercial durante la fugaz primavera “camporista”.

La última película de Jorge Cedrón fue Gotan, 1979, posiblemente su trabajo más libre y bizarro. Relacionando la historia del tango con una suerte de historia política argentina para lo que se utiliza buena parte del material de archivo de Resistir, el film alterna elementos socio-políticos y lúdicos con la nostalgia. Filmado en un callejón “porteño” reconstruido en el estudio de Ariane Mnouchkine, ofrece una importante participación del cuarteto de su hermano el “Tata” y la presencia de algunos personajes delirantes, como el indio semidesnudo que interpreta Pablo Cedrón, sobrino del realizador. Además, para melómanos nostálgicos, el film ofrece la oportunidad de ver y escuchar un solo de bandoneón completo por Pedro Maffia (extraído del cortometraje Fuelle querido, 1966, de Mauricio Berú) y momentos a cargo del genial y hoy casi olvidado Eduardo Rovira y Astor Piazzolla filmado en el boliche del mismo nombre que el film, que el Tata fundara en 1963. Una película muy personal, rodada con una gran libertad.

Pero además de ofrecer la posibilidad de ver la obra completa del “Tigre”, esta edición incluye el libro El cine quema: Jorge Cedrón, un trabajo que realizara Fernando Martín Peña en el año 2003, estructurado, como si fuera una gran obra coral, a través del montaje de diversas entrevistas realizadas en su mayoría por el mismo Peña y algunas por Lucía Cedrón, hija del realizador. El texto es una suerte de puzzle que propone un recorrido cronológico por la vida de Jorge Cedrón, desde su nacimiento hasta su muerte, mostrando facetas personales y muy poco conocidas suyas y también incluye abundantes fotografías y declaraciones del propio protagonista realizadas en diferentes épocas y medios, en los que habla sobre su obra y sus decisiones políticas. Como bienvenida “yapa” el libro se cierra con el cuento de Julio Cortázar, Lucas, sus amigos inspirado en la familia Cedrón y su vida en Paris. Una edición que permite una importante aproximación a la vida y la obra de un cineasta al que de alguna manera se le puede endilgar el rótulo cahierista de “maldito”.

Jorge García / Copyleft 2014