HANNIBAL, EL ORIGEN DE MAL

HANNIBAL, EL ORIGEN DE MAL

por - Críticas
29 Abr, 2008 06:50 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

 GENEALOGÍA DE UN AMORAL

 

Hannibal, el origen del Mal, Reino Unido, Francia, Italia, República Checa, 2007.

Dirigida por Peter Webber. Escrita por Thomas Harris.

 ° Sin valor

Un bodrio más de Lecter, y otra prueba de que lo que importa es por qué se ven estas películas.  

Un modo frecuente de minimizar los efectos de las películas que vemos es repetir el mantra «son solo películas». Pero las películas, casi siempre, son síntomas del imaginario social de una sociedad determinada.

En Películas como política, el crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum vinculaba la ovación recibida por Hopkins al recibir su Oscar por interpretar a un psicópata en El silencio de los inocentes (1991) con la primera invasión a Irak, y señalaba un correlato ideológico y contextual respecto del aplauso cerrado y victorioso con el que el congreso validaba las palabras de George Bush.

La conjetura de Rosenbaum pretendía descifrar la encanto narcisista de los espectadores mientras se intentaba destituir a  un dictador llamado Hussein, relegando los daños colaterales del proyecto: víctimas inocentes, parte también del menú del psiquiatra. Así como la invasión tuvo su segunda parte, la saga de Lecter ahora alcanza su quinta edición, aunque aquí se trata de una precuela: ¿cómo se deviene en psicópata y caníbal?

La tesis inicial promete: un psicópata no solamente es producto de un trauma familiar, sino también le condiciona un contexto histórico y político. Aquí, la segunda guerra mundial, en plena disputa entre nazis y soviéticos sobre el destino de Lituania. La guerra psicotiza y pervierte, y así el infante Lecter habrá de ser testigo de un evento traumático que involucra la muerte de su hermana pequeña. Lo que viene después habrá de ser un esbozo de la biografía de un monstruo, una cruza de samurái, futuro Freud y anatomista, cuya inspiración principal será una tía japonesa (interpretada por la excelente actriz china Gong Li,) con la que no faltarán los motivos edípicos del caso, posible reminiscencia (fallida) al viejo Lecter y la detective Clarice.

Lamentablemente, el trazo grueso habrá de psicologizar (y desculpabilizar) las decisiones del joven Lecter para soportar aquello que se resiste a ser simbolizado. Cada flashback explicará la conducta evitando cualquier ambigüedad. Una genealogía de Lecter implica inteligencia, y ni siquiera Thomas Harris, responsable de las novelas y guionista en esta ocasión, aporta matices o sugerencias perspicaces.

La película precedente de Webber pertenecía a otra liga del mercado del cine, esa que se conoce como la del cine-arte. En esa instancia, ensayaba sobre la historia detrás del famoso cuadro de Vermeer, «La joven de la perla». El resultado era tan mediocre como en Hannibal, el origen de mal, aunque Webber denota cierta preocupación por los planos en el cine, a pesar de que su puesta en escena lo lleve a mostrar una decapitación como si fuera un instante sublime: rueda una cabeza y suenan las bellas cuerdas de Shigeru Umebayashi.

¿Quién es Hannibal Lecter? Poco importa. El misterio no está dentro de los circuitos de su cerebro sino en la fascinación experimentada por miles de espectadores ante un Lord y un caníbal concebido como paradigma de lucidez. En la era del hiperconsumo, un sujeto que ya no consume objetos sino sujetos es mucho más que una estrella diabólica. Es lo siniestro de un sistema socioeconómico condesado en un personaje.

 Copyleft 2000-2008 / Roger Alan Koza

 Esta crítica fue publicada durante el mes de abril por el diario La Voz del Interior de la provincia de Córdoba.