FRANCISCO LOMBARDI: EL PERÚ COMO OBSESIÓN

FRANCISCO LOMBARDI: EL PERÚ COMO OBSESIÓN

por - Ensayos
05 Oct, 2019 11:07 | comentarios
El autor repasa una reciente retrospectiva celebrada en la Sala Teatro Lugones de Buenos Aires en la que se exhibieron cinco títulos del director peruano.

Como acertadamente se señala en el programa de presentación del ciclo de cinco películas de Francisco Lombardi, la riquísima tradición literaria peruana no tiene un correlato adecuado en el cine de ese país. Si se rastrea la historia de esa cinematografía se verá que en los años previos a 1970 solo el nombre de Arturo Robles Godoy alcanzó cierta trascendencia. La aparición en esa década de los primeros cortos y largometrajes de Lombardi fueron una saludable bocanada de aire fresco dentro de ese panorama escasamente relevante.

Francisco Lombardi nació en Tacna en 1949 y ya desde muy joven mostró su interés en el cine, por lo que vino a estudiar a la Escuela de Cine de Santa Fe. De regreso en el Perú, comenzó a escribir críticas en la legendaria revista Hablemos de Cine, un auténtico mojón dentro de la crítica cinematográfica del continente, comenzando en eso años a realizar sus primeros cortometrajes y debutando en el largometraje en 1977 con Muerte al amanecer, un film que fue un hito en la cinematografía peruana.

Desde sus comienzos, la cinematografía de Lombardi se caracterizó por su visión crítica sobre aspectos diversos de la realidad de su país, recorriendo diversos ítems, con una mirada en líneas generales desencantada y pesimista. Sus amargos relatos están muchas veces ambientados en el Perú rural y profundo, lejos de los brillos que proporcionan las zonas urbanas. Cineasta dueño de un estilo narrativo clásico, en sus películas se fusionan sus intenciones de encuadrar su obra dentro de un modelo industrial, con un rigor narrativo, particularmente perceptible en sus primeras películas que eludía las concesiones comerciales aunque siempre preocupado porque su cine lograra aceptación popular. Esa inquietud por lo popular también se manifiesta en Lombardi en su pasión futbolera, que lo llevó no solo a la presidencia de Sporting Cristal, uno de los clubes más importantes de su país, sino también a dirigir la Federación Peruana de Fútbol. Su obsesión por su país lo llevó incluso a adaptar dos obras cumbres de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros y Pantaleón y las visitadoras. Seguramente el único director de su país que logró trascendencia internacional, sus películas – a pesar de ser rabosamente peruanas- logran una transversalidad que les permite que sus historias puedan ser aplicadas a la realidad de otros países.

La muestra presentada en la Sala Lugones del Teatro San Martín incluyó cinco títulos que están entre los más valiosos de su obra, siendo además estos films, junto con Sin compasión, su relectura del Crimen y castigo dostoievskiano, los únicos títulos de su filmografía producidos por él, lo que indudablemente le otorgaba un notable grado de libertad. Pasemos entonces a reseñar brevemente las películas presentadas en el ciclo.

La boca del lobo (1988) está inspirada en sucesos ocurridos en el Perú entre 1980 y 1983 en un poblado rural peruano. Allí se ha instalado una patrulla militar con la intención de combatir a los guerrilleros de Sendero Luminoso, una organización que se caracterizaba porque sus acciones solo eran visibles por sus resultados. En ese apartado rincón del mundo, luego de dos atentados en los que en uno muere el oficial responsable del grupo y en otro es atacado el destacamento provocando la muerte de otro soldado, es enviado como jefe de esa patrulla un oficial obsesionado por la lucha antisubversiva que carga con un oscuro pasado, que incluye la muerte de un camarada en una “ruleta rusa”. Su paranoia y su sadismo, lo llevan a perpetrar una cruel matanza de decenas de campesinos indefensos, a quienes acusa de complicidad con los guerrilleros y también se verá envuelto en una situación simétrica a la de su pasado.  El film ofrece notorios aciertos en la caracterización de los personajes y también consigue un excelente uso del fuera de campo (los guerrilleros actúan pero no se los ve nunca). Película dura y sin concesiones, es un crudo testimonio sobre los excesos represivos cometidos bajo pretexto de combatir la subversión

Caídos del cielo (1990) entrecruza tres relatos en los que están representadas tres generaciones del Perú, en un país azotado por una profunda crisis socio-económica. Una de las historias está centrada en dos ancianos, propietarios de varias casas de las que les es imposible cobrar el alquiler que están obsesionados por construir un mausoleo en el que podrán estar cuando mueran junto a su hijo fallecido. La segunda historia narra la el encuentro entre un exitoso conductor de radio y una muchacha a la que salva del suicidio y se lleva a vivir con él y la tercera relata la dificultosa relación entre dos niños (que recuerdan a lo de Los olvidados de Buñuel) con su sádica abuela ciega. El marcado pesimismo con que se van desarrollando las tres historias y sus crueles finales provocan que el film -más allá de algún esporádico momento de ternura y sus toques de humor (más bien negro)- de la sensación que ninguna situación tiene la posibilidad de una salida positiva y/o esperanzada  y trasmita un oscuro y desolado nihilismo.

Bajo la piel (1996), comienza como un clásico thriller en el que un honesto policía, con una fallida intención de ser abogado, investiga los misteriosos crímenes producidos en un poblado rural peruano. Toda la primera parte está encuadrada en ese terreno, con la detención de un sospechoso y el metejón del policía con una patóloga española que estudia los cadáveres. Pero el inesperado suicidio del sospechoso provoca un brusco vuelco en el film, que se va oscureciendo progresivamente y en el que cada uno de los personajes demuestra que no es lo que aparenta. Estructurada como un gran flashback, la película muestra la progresiva degradación del protagonista, a la vez que  desarrolla una historia de amor fouy muestra la vigencia de algunos antiguos mitos en los sangrientos sucesos. El final es una cínica y revulsiva vuelta de tuerca sobre el clásico happy end en un film que ratifica la mirada pesimista de Lombardi sobre su país y su gente.

El universo del periodismo ha dado lugar a lo largo de la historia del cine a varios títulos de gran interés y en él se sumerge Francisco Lombardi en Tinta roja (2000), adaptación de una novela del escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet. El protagonista del film es un joven con ambiciones de escritor y que, al ingresar a un diario, le niegan la posibilidad de trabajar en espectáculos y debe recalar en la sección Policiales donde tendrá como jefe a un cónico y desencantado editor. La relación entre estos dos personajes es el elemento más interesante del film, que está estructurado en varios flashbacks, con un tono de comedia negra costumbrista. Con una atractiva galería de secundarios, la película muestra al mundo del periodismo como una suerte de cloaca en la que solo sobreviven los que mejor se adaptan al sensacionalismo más crudo. Con alguna innecesaria reiteración, el film de Lombardi atenúa su habitual pesimismo con la posibilidad del protagonista de escapar de ese mundo cerrado y putrefacto.

Fotogramas: Francisco Lombardi; La ciudad y los perros; 3) Caídos del cielo.

Jorge García / Copyleft 2019