FOTOGRAMAS MEJICANOS 1: FICG (FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE EN GUADALAJARA)

FOTOGRAMAS MEJICANOS 1: FICG (FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE EN GUADALAJARA)

por - Festivales
23 Mar, 2009 02:37 | 1 comentario

UN OFICIO EN EXTINCIÓN

por Roger Alan Koza

Hace unos días recibí un mail de un editor: «menos palabras, cada vez menos». Ya me lo había advertido: los días de la crítica de cine impresa están contados. Es probable que la tesis exceda al género literario conocido como crítica. Es el fin de la galaxia Gutemberg y el inicio o la naturalización definitiva de la era Gates. Como la ballena jorobada, no extinta pero en peligro de, los diarios impresos presienten un final, aún sin precisiones de fechas. No solamente desaparecen las especies, también cumplen su ciclo modos de vida, concepciones de belleza, nociones de resistencia, y, también, formas de expresiones literarias. En este caso, lo confieso, prefiero definirme como un conservacionista: no me gustaría que dejen de existir los diarios impresos y junto a ellos sus críticos de cine.

Ése es el tema rutilante del documental, Por amor al cine: la historia de la crítica de cine norteamericana, de Gerald Peary, principalmente crítico de cine del Boston Phoenix, y aquí en debutando como documentalista. No se trata de una gran película, pero sí no deja de ser una aporte sincero y vital respecto de la materia. El documental cumple, en el mejor de los casos, su función didáctica y admonitoria.

Hay cierta tensión entre lo histórico y lo actual que Peary nunca llega a resolver muy bien, un vaivén dialéctica que oscila de la nostalgia al terror, aunque la forma de la película transmite liviandad. Lo mejor está en el inicio, en el trabajo histórico concreto, en el intento de hacer una genealogía de una profesión, a menudo menospreciada. Peary sostiene que el primer crítico de cine estadounidense fue Frank E. Woods, más conocido como guionista y colaborador de Griffith en El nacimiento de una nación. Pasa muy rápido, demasiado, por Vachel Lindsay, a quien define, oportunamente, como el poeta de la crítica de cine. La figura de Robert E. Sherwood ocupa un tiempo considerable, pero con esos tres próceres, ya se entrevé los vínculos de la crtíca con la industria, la publicidad, del mismo modo que se ´perfila una figura, la del crítico como un legítimo escritor.

Unos de sus «cabezas parlantes» es el Oliveira de la crítica, Stanley Kauffmann, quien a sus 93 años continúa oficiando como crítico cinematográfico en la revista de política y arte, The New Republic. Lúcido y cómico, sus declaraciones remiten a un modo de pensar sobre el cine y la crítica que, probablemente, también esté en extinción: pensar un arte y sus formas es también pensar cómo afecta la percepción del mundo y de nosotros en él.

Como era de esperar, la batalla legendaria entre Kael versus Sarris en torno a la polémica teoría de la política de los autores, domina buena parte del film. Sarris, todavía vivo, mantiene una posición distante de aquel tiempo y suele reírse bastante sobre un debate casi hegemónico en la década del ’60 y ’70. Peary no explica por qué, quizás ni lo advierte, la traducción de La política de los autores concebida en el seno de los Cahiers du cinema adoptó, a través de Sarris, el nombre de teoría del autor, una trasposición semántica más que significativa. Un festivo Owen Gleiberman define esa contienda en términos nietzscheanos, términos sorprendentes para un crítico de Entertainment Weekly y CNN: «Kael era dionisíaca, Sarris, apolinio», una reducción ingenua, que podrá dejar mejor parada a la Lady de la crítica, pero que devela una lógica de confrontación taimadamente vigente.

Hay cierto narcisismo nacional en la película de Geary, constante y evidente, de lo que se predica, involuntariamente, una noción de que el cine es, esencialmente, norteamericano. Es probable que para muchos críticos estadounidenses, Por amor al cine: la historia de la crítica de cine norteamericana esté demasiado enraizada en un perspectiva de la costa oeste, como si un film similar se hiciera en Argentina y toda la historia de la crítica estaría circunscripta a la vida intelectual porteña, un diagnóstico más que probable.

A la hora de pensar la actualidad de la crítica cinematográfica el problema es uno solo: la digitalización de la profesión, cuyo correlato específico es el despido de 24 críticos en el año 2008, el primer dato Peary suministra en el prólogo de su film, y que también fueron las primeras palabras que dijo en la presentación, previo a la función. En efecto, la mayoría de los entrevistados son introducidos con una leyenda dolorosa: ex-crítico, de tal o cual periódico. De allí se deriva otro inconveniente: qué significa hoy ser crítico de cine, cuáles son las condiciones mínimas para ejercer esta profesión amenazada por su digitalizada democratización. En otras palabras, hoy cualquiera puede ser crítico de cine. Bloggear sobre cine es pasión de multitudes. Es Jonathan Rosenbaum quien se desmarca de tanto americanismo, y piensa, además, que la blogósfera constituye secretamente una comunidad internacional de críticos.

Manny Farber es un capítulo aparte. Su reciente muerte, honrada legítimamente en la noche de los Oscar, no conforma aquí un duelo, sino una evocación ejemplar; el crítico que, según dice Rosenbaum, nunca se sabía si le había gustado o no la película sobre la que escribía, y por eso, imposible de citar como publicidad, una prosa exenta del aforismo que condensa las supuestas virtudes de un film. Es que Farber es uno de los críticos que mejor supo pensar las formas del cine, un inquietud que paulatinamente envejece, ante el supuesto temor de los editores respecto del horror predecible de sus lectores, algo que el mismo Farber ya señalaba en el prólogo de la colección de sus crítica, Negative Space. La estética, y ahora también las palabras, son el espanto de los editores.

Foto: A. Sarris, fotograma de Por amor al cine: la historia de la crítica de cine norteamericana.

 Copyleft 2009 / Roger Alan Koza