FILMFEST HAMBURG 2011 (1)

FILMFEST HAMBURG 2011 (1)

por - Críticas, Festivales
30 Sep, 2011 01:55 | comentarios

UNA BOFETADA POCO ZEN

Por Roger Koza

En el 2005 vine por primera vez a la ciudad de Hamburgo. En ese entonces nunca me hubiera imaginado que un año después estaría trabajando como programador del festival. Han pasado 7 años de aquel día que perdí una conexión en Dusseldorf, lo que me llevó a tres horas de espera en el aeropuerto de Hamburgo y una llegada a las corridas al hote para tomar un taxi y alcanzar la función en el Cinemaxx 1, la sala de 600 asientos en donde se suelen exhibir las películas de apertura y cierre de Filmfest Hamburg. Recuerdo, el film de apertura en ese mes de septiembre de 005, fue El pescador y su mujer, una comedia liviana de Dorris Dörrie, una gran amiga del festival.

Hoy viví un gran día como programador. Siempre he creído que un film de apertura define en parte algo de la política e identidad de un festival. Del 2006 al 2010, todas las películas que dieron el punta pié inicial en Hamburgo me resultaron problemáticas como programador e incómodas como crítico. Goodbye, de Mohammad Rasoulof, film que abrió esta noche el festival, me dejó feliz como nunca. “Es una película de verdad”, me dije a mi mismo. Albert Wiederspiel, mi jefe, llegó a decirme, unos minutos más tarde, mientras me presentaba a la directora de un festival esloveno: “Quería darles una cachetada”. Extraña declaración, pero comprensible y válida. El film de Rasoulof fue una cachetada poco zen. No se trató de una iluminación acerca del estado del mundo. Tampoco el film develó una situación política desconocida. En verdad, si se trata de un golpe a mano abierta solamente es así por la concepción formal de Goodbye. La lucha de cualquier festival pasa por la defensa irrestricta de la forma cinematográfica y su desmarque de códigos de representación y lógicas audiovisuales que hacen del cine una experiencia mistificadora, periodística y publicitaria.

Goodbye no está inspirada en una historia verdadera, pero bien puede ser entendida como un film “poéticamente” autobiográfico. Rasoulof no vive encarcelado como Panahi, pero su carrera de cineasta está en peligro, después de haber sido detenido, interrogado y amenazado a principios de 2010. Y no es difícil entender porqué.

El plano de apertura es preciso; una extracción de sangre delimita un estado de situación: el estado teocrático iraní es un vampiro; chupa la sangre, encierra, desvitaliza, mata. El brazo pertenece a una bellísima mujer. Noora (Leyla Zareh) es abogada y sus casos están orientados a la defensa de presos políticos, aunque por el momento, se nos informa, no puede ejercer su profesión debido a que le han quitado la matrícula. Su marido, el que permanecerá prácticamente en fuera de campo durante toda la película, está en el sur, y, aparentemente, ya tampoco trabaja como periodista. Tal vez cambió de ocupación, quizás esté preso; la indefinición es una estrategia de supervivencia.

Goodbye

Noora, además, está embarazada de 4 meses. Parir es aquí sinónimo de partir. Una ponencia en un congreso en Suecia constituye la posibilidad de que Noora viaje y permanezca exiliada. Si su bebé naciera en el extranjero su marido podría viajar. Un bebé, dos pasaportes, un viaje de ida; la libertad de expresión es un bien muy costoso. Sin embargo, el dilema excede su costado político. Es posible que el bebé tenga síndrome de down. ¿Abortar? ¿Escapar? Lo público y lo privado atraviesan el vientre de Noora, y la organización simbólica de la película.

Rasoulof demuestra haber madurado como cineasta. De Isla de hierro, que se llevó el premio de la crítica en Hamburgo 2005, a Goodbye, se notan diferencias y también semejanzas. Su tendencia a la alegoría política es matizada y ligeramente conjurada por un admirable realismo gélido. No hay ensueños, ralentis, música extradiegética, poesía visual. La intención estética se constituye en un gesto de retención, en un deseo de precisión estética que no admite flirteos y condescendencias, y que busca instaurar un estado de ánimo como reflejo de una situación política ubicua. En ese sentido, la proliferación de planos fijos medios cerrados van delimitando una experiencia del espacio, la que se vive como encierro impreciso, o perímetro carcelario abierto.

Se trata de visualizar en la cotidianidad una experiencia totalitaria y de control absoluto y minucioso. En algún pasaje, unos guardias vendrán en búsqueda de la antena de recepción de televisión satelital, una orden que ni siquiera cuestionan. Asentir, acatar, los policías ejecutan siempre; en otro momento, dos policías se llevarán el ordenador del esposo de Noora. ¿Qué buscan? ¿En qué podrá beneficiarse el régimen?

Rasoulof no dramatiza sino esquematiza esas secuencias. Como en el fragmento mencionado, el director sostiene un plano general de la habitación y no acompaña jamás los pormenores de la pesquisa policíaca, como si entendiera que seguir a los oficiales y registrarlos en sus procedimientos implicaría participar del punto de vista de los poderosos. En una escena extraordinaria y previa a que los agentes se lleven el CPU del periodista, escena que transcurre en un ascensor,  los policías interrogan a Noora. Una vez más el plano es fijo y se aprovecha de la existencia de un espejo para componer un falso plano-contraplano (habrá otros planos similares). Quien interroga aprieta un piso, el ascensor sube y el interrogatorio no se detiene. Al llegar a destino, se repite el procedimiento. Es un momento ominoso, cine de terror.

La totalidad del film propone una experiencia del espacio en general como sistema penitenciario diferido. De allí que el trabajo secundario de una tortuga es fundamental. La mascota de la casa quedará en una ocasión fuera de su pecera; la tortuga intentará escapar; su insistencia por salirse de una fuente sin límites tan precisos es registrado por Rasoulof como un momento épico. Se resbalará una y otra vez, como él y tantos otros, pero un buen día quizás lo haya conseguido.

Goodbye

El absurdo alcanza lo ridículo sublime en un encuentro que se desarrolla arriba de una ambulancia en situación de emergencia. Es el único lugar en el que Noora puede hablar con una amiga sobre una experiencia incómoda. ¿Cómo será vivir con un familiar con síndrome de down? Ni siquiera un viaje por la ciudad sortea la situación de encierro. Incluso, el plano más abierto de la película, Noora sentada en un banco mirando a Teherán desde una colina en un día gris, se limita a unos pocos segundos, y no es precisamente una postal del horizonte infinito.

Goodbye está concebida visualmente por planos fijos medios sin movimiento y un trabajo sonoro específico que anticipa o avisa sus cortes, lo que también funciona como expresión y  pronunciamiento sobre el estado de terror permanente. El plano final sobre una valija dada vueltas y reviuelta será violentamente invadido por la musicalidad mecánica de una turbina de avión. Lo que está sucediendo en el fuera de campo ya fue dicho una y otra vez a lo largo de toda la película por el sonido y su diseño, incluso, si se presta atención al concepto sonoro general que articula la totalidad del filme, la sonoridad de cierres y aviones vienen anticipando el desenlace.

Gran película la de Rasoulof, quien estaba presente en la sala y recibió una ovación del público. No sabremos nunca si el público prefiere una película sobre el fascismo islámico en vez de una película centrada en las proezas de unos escaladores alemanes, un biopic fantástico sobre un cantante francés de los sesenta, o una comedia sobre la vida culinaria en Hamburgo. Pero en esta ocasión se optó por el camino menos transitado. Y eso significó buen cine y respeto auténtico por el espectador. Es un buen comienzo.

Roger Koza / Copyleft 2011