Al terminar un festival, el programador sabe que pronto empezará todo de nuevo. En este sentido, no es muy diferente a la consabida ansiedad y angustia de la página en blanco. Ese punto cero es también glorioso. Hay que agudizar la percepción, prestar atención a las películas que empiezan a circular, anticiparse incluso a las selecciones que hacen otros colegas para sus respectivos festivales entablando una relación directa con los cineastas que representan una idea de cine a la que uno subscribe.

Pero siempre hay un primer film, que llega a menudo por azar, y con él, involuntariamente, se inaugura una primera serie. Sucede así: ese film elegido para una sección del festival pone en marcha una potencial conversación, lo que condiciona secretamente las próximas películas que se sumarán a la propuesta. El segundo film de esa serie entrará inevitablemente en consonancia con el primero, en un juego de continuidad y tensión.

Vi Baronesa en enero de 2017, en la Mostra de Cinema de Tiradentes. En esa fecha la programación de la edición pasada ya estaba cerrada. Vi el film y ya sabía que sería parte de FICUNAM 2018. Era, indiscutiblemente, para la competencia. En ese entonces no la había visto ni siquiera Jean-Pierre Rehm, que la incluyó en la competencia de FIDMarseille. En marzo del año pasado veo No intenso agora. También sabía que teníamos que tenerla. Cuando esas dos películas se confirmaron para la competencia se completó la identidad de la serie. Ese mismo mes había visto Paris est une fête – Un film en 18 vagues, e imaginé que entraba en sintonía con No intenso agora, y un poco más tarde, al encontrarme en la Quinzaine des Réalisateurs con A fábrica de nada, esa serie política se afirmaba: tendríamos varias películas ligadas por formas de representación de lo político. Al ver Milla en agosto, ya la estaba esperando Baronesa, del mismo modo que Drift se alineó con ambas. Eran las otras películas de la serie. El lector podrá sumar las otras películas en competencia a las series respectivas.

Cuando se habla del famoso diálogo de las películas en un festival no es una construcción tardía de quienes seleccionan, sino un efecto paulatino con el que se va respondiendo a los estímulos cinematográficos. En este sentido, el oficio de programar es lo más parecido a lo que realiza un montajista. Nuestra “película” 2018 está constituida por dos series. La serie de la intimidad y la serie política conforman la directriz conceptual de la competencia.

Roger Koza / Copyleft 2018