FICUNAM 2018 (09): LA PLUSVALÍA ONTOLÓGICA: LÉAUD Y STANTON

FICUNAM 2018 (09): LA PLUSVALÍA ONTOLÓGICA: LÉAUD Y STANTON

por - Festivales
02 Mar, 2018 10:48 | Sin comentarios
Dos películas, dos leyendas del cine.

Si no fuera que este festival pertenece a la institución educativa más prestigiosa de México no me animaría a emplear para titular esta nota dos términos que están lejos del cine, al menos en la biografía de los conceptos: el primero es un término luminoso que Marx concibió para observar lo inobservable en el proceso por el cual un hombre forja una mercancía y el valor que se le asigna; el segundo es un término más añejo, pues tiene siglos, propio para indagar acerca de la consistencia y existencia de los entes; este término, no obstante, fue utilizado por el gran André Bazin para dilucidar la naturaleza de la imagen cinematográfica.

Al unir ambos términos y al ponerlos a consideración del lector tengo en mente dos películas: Lucky, de John Carroll Lynch, y Le lion est mort ce soir, de Nobuhiro Suwa. En ambas el tema de la muerte sobrevuela el relato y sus dos protagonistas tienen un conocimiento directo de las angustias y las incertidumbres que la edad avanzada impone a cualquier mortal. La insistente afirmación del personaje más o menos autobiográfico que interpreta Jean-Pierre Léaud en el film de Suwa (entre los 70 y 80 el hombre se prepara para el encuentro) es algo que bien puede ser parte de su propio credo, enteramente compartido por el gran Harry Dean Stanton, cuyo crepuscular personaje en Lucky fue casi la escenificación profética de su propia despedida del mundo. He aquí la plusvalía ontológica en cuestión: lo que saben ellos dos no lo puede saber nadie que no esté en la misma posición.

En efecto, ni Suwa ni Carroll Lynch podían saber cómo iban a ser sus respectivas películas. En el guion se pueden escribir y anticipar muchas cosas, pero lo que un actor puede aportar con ese saber que el tiempo concede es inimaginable. Pueden haber previsto al pensar el esqueleto de cada película que tendrían a su favor el plus aquí aludido, pero no la expresión misma de ese conocimiento directo que un actor o actriz ostenta por la conciencia inmediata de sentir la compresión del tiempo en su horizonte de lectura del mundo.

El notable inicio de Lucky es un indicio de la sensibilidad del director en dar a conocer a sus personajes a través de lo físico. Antes de delinear su escepticismo cósmico y su posición psíquica, el cuerpo, que no puede ser jamás guionado, impregna el plano. Luego se entrevé el convencimiento filosófico que tiene: el vacío (y ni siquiera es el budista) está esperando por él, y lo que prodiga frente a esa evidencia es una sonrisa inesperada e inolvidable (y quizás aquí sí budista, pues del reconocer el vacío absoluto del mundo surge la involuntaria compasión de las criaturas que son pura impermanencia).

Lo que va de la primera a la última escena de Le lion est mort ce soir es el pretexto para el cierre dialéctico que resignifica el film por dentro y por fuera, instante en el que resplandece el secreto documental que está por debajo de una ficción lúdica e infantil. Como ya sucedía en La muerte de Luis XIV de Albert Serra, en Le lion est mort ce soir prosigue el retrato del cuerpo cansado de un actor, uno de los más grandes de la historia del cine, que siente el paso del tiempo y sabe que en algún futuro no muy lejano dejará de ser un ciudadano ilustre del cine. Eso que lo espera no se puede filmar. Eso es lo que ha descubierto, lo que la última escena eterniza, el veredicto de su lucidez: la cámara no puede vencer a las tinieblas.

Roger Koza / Copyleft 2018