FICIC 2021 (06): EL ÚLTIMO DELICADO. EL CINE DE PABLO GARCÍA CANGA

FICIC 2021 (06): EL ÚLTIMO DELICADO. EL CINE DE PABLO GARCÍA CANGA

por - Festivales
29 Abr, 2021 11:59 | Sin comentarios
Algunas ideas sobre un cineasta que sabe filmar sentimientos como pocos.

Existe una vetusta forma de referirse a la relación que se establece entre el pensamiento y los sentimientos. El pensamiento se asocia a la razón, los sentimientos, a las pasiones. Esa epistemología del sentido común presupone una división del trabajo (en el interior) del Yo, también, según sea la posición asumida, una prioridad y una preeminencia entre las pasiones y la razón. Todo esto no es más que un vocabulario aprendido que dificulta pensar en cómo alguien puede reconocer un sentimiento y hallar una palabra que lo precise y determine.

Si resulta arduo reflexionar acerca de cómo una palabra y un sentimiento se corresponden, más todavía le exige esta materia a un cineasta, que debe no solamente observar la relación entre la palabra y el sentimiento, sino que tiene también otras variables que resolver ante la potencia de la cámara, que recoge la postura y el movimiento del cuerpo, las expresiones del rostro, el juego que puede establecerse entre el espacio, los colores y un estado de ánimo.

Pablo García Canga ha demostrado en sus cortometrajes conocer el secreto de cómo filmar sentimientos. Con una ligereza no exenta de una elegancia circunspecta, puede transmitir una gama de variaciones mínimas acerca de la experiencia anímica de un personaje sin recurrir a la explicitación y menos todavía al énfasis. Un delicado. 

La nuit d’avant (2019)

Maud Wyler ofrece una lección extraordinaria de actuación frente a cámara; García Canga otra sobre cómo aprovechar cada segundo para que el cine exista y resplandezca. Las variaciones gestuales de la actriz, jamás forzadas y siempre precisas, la expresión cambiante de sus ojos, el ritmo y los tiempos en la única escena de la película, el trabajo minucioso sobre el sonido que alcanza hasta la aparición de los créditos finales, la combinación cromática de los colores del pelo de Wyler, la blusa, la frazada y las cortinas, como también la inteligencia absoluta del texto para invocar una película (de Vincente Minnelli) sobre un azaroso encuentro amoroso durante la Segunda Guerra Mundial, erigen un pequeño milagro cinematográfico. Mientras el personaje llama por teléfono a su pareja en la noche, el relato sobre la película que vio y las interpretaciones que le transmite a quien está del otro lado del teléfono desnuda los sentimientos benevolentes del personaje, que intuye en el ser amado una posición demasiado distinta a la suya, quizás un indicio de que tal vez no sea la persona para tener a su lado.

De l’amitié  (2018)

En este film, el cineasta recapitula la historia de una amistad entre dos escritores (uno dedicado a la historia política de los primeros griegos y el otro a la política contemporánea), que desea desmarcar de la propensión al conflicto permanente y asociarla con la alegría. Algo ha pasado entre ellos, porque no se ven desde hace un largo tiempo, pero la llegada de un libro recién publicado de uno lleva al otro a redactar una carta. La misiva retoma la historia entre los dos, y el film recoge entonces episodios de la historia de esa amistad. Lo que ha sucedido es que una mujer joven de clase acomodada se inmiscuye en sus vidas y ella elige a uno de ellos como novio. Ese motivo, solamente ese, es el que distancia a los dos amigos, una deriva inesperada que responde a una clarividencia por parte de García Canga acerca de la naturaleza errática de la estabilidad sentimental. Un movimiento mínimo de una pieza en el edificio sentimental puede alterar el equilibrio y las prioridades afectivas.

Para Julia (2004)

El desamor hiere y duele, deja una ausencia cuyo alcance en el tiempo se ignora. Puede ser un año o dos, una década, una vida. No se puede subestimar el dolor del amor. García Canga sintió la necesidad de hacer cine tras una separación, acaso para exorcizar los efectos de una decisión ajena a través de planos, a veces vacíos, a veces habitados por un fantasma de una mujer, y hallar en la película un poco de consuelo, como si el desamparo trastocado por la estética pudiera darle otro sentido e incluso conjurar la congoja que todo enamorado siente cuando lo han dejado. Para Julia está constituida por fragmentos: un viaje en tren, la cara de una mujer hermosa, la lectura de cartas, el repaso de dibujos, carátulas de películas clave y algunas cosas más. En un pasaje, en el que se puede observar una sábana o una blusa colgada y secándose al sol como si se tratara de un plano de Ozu, García Canga pone en el tendedero una declaración sobre su pena escrita en un papel. Es una intersección perfecta del cine con lo personal, o cómo un sentimiento existe en un plano.

*Este fue comisionado para ser publicado en el catálogo del FICIC 2021.

Roger Koza / Copyleft 2021