FICIC 2021 (05): LOS DESOBEDIENTES: EL CINE DE EDGARDO CASTRO

FICIC 2021 (05): LOS DESOBEDIENTES: EL CINE DE EDGARDO CASTRO

por - Festivales
28 Abr, 2021 11:32 | Sin comentarios
Sobre la poética de Castro y tres reseñas breves.

Castro ama el cine, vive para él, aunque no imaginó en sus inicios como intérprete que un buen día iba a dejar de estar solamente frente a cámara para poder estar también detrás.

Castro no estudió en una escuela para ser director de cine, pero sí aprendió el oficio trabajando con algunos y observando cómo lo filmaban a él. El paso de actor a director no fue premeditado, más bien nació de una necesidad de plasmar una experiencia de verdad que solamente él podía filmar. La noche es lo que es porque su propia vida se desborda frente a cámara y se hace ficción y es él quien puede reorganizarla en un registro que dista de ser la transcripción inmediata de un conjunto de actos practicados con regularidad ligados al sexo. En sus películas, el Castro detrás de cámara no es exactamente el mismo que está frente a esta. 

El enigma del cine de Castro se cifra en una operación estética infrecuente por la que algo que sí pertenece al orden de lo real y que no se ha imaginado primero en papel se reconvierte en otra cosa, no del todo distinta pero tampoco igual, por lo que las aventuras sexuales de un hombre, una celebración familiar o el encuentro de un hombre y una mujer en una cárcel ya no pueden verse como una constatación frente a cámara de lo real porque el universo cinematográfico que les imprime el realizador es incongruente con la transparencia o la mímesis. ¿Cine de ficción? ¿Cine documental? ¿Cine híbrido? Probablemente lo primero sí, pero por una vía tan singular que todo lo que se quiere retener de la no ficción no se evanece del todo en un juego de la representación inclinado a la ficción.

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La noche (2016)

Esperar la noche y estar dispuesto a todo, desconociendo el peligro y disponiéndose a una experiencia en la que el único límite reside en la resistencia del cuerpo. Hacer del sexo con extraños un modo de vida y encontrar, de vez en cuando, en el radical anonimato de la noche porteña, la irrupción de algo parecido al amor. Castro es el protagonista y el drama que representa puede ser o no autobiográfico, pero el universo que se retrata no le es ajeno; de ese saber se benefician las distintas situaciones que articulan un relato cuyo desenlace es la constatación de que puede haber ternura en donde todo parece sordidez. Que el método de registro recuerde al vitalismo del primer Cassavetes, aunque sin el contrapunto discursivo de este, no se disimula, más bien se asume para emprender un camino propio en el que casi se llega a mirar, como si fuera una persona, eso que Freud llamó instinto de muerte.

Familia (2019)

El propio realizador interpretándose más o menos a sí mismo viaja de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia para encontrarse con su familia y festejar la Navidad. Lo que podría ser un documental familiar o un drama costumbrista heterodoxo interpretado por los parientes del director no es otra cosa que una película inclasificable que nace de un sustento real, pero que la puesta en escena trastoca como si todo fuera una ficción calculada para perforar desde el interior de cada escena los cimientos de una institución que parece invencible. Cada acto minúsculo es puesto en tela de juicio debido a un sagaz método de deconstrucción de los hábitos cotidianos en el que despunta un sistema de alienación doméstico irrespirable y reconocible en muchos hogares de clases dispares, todo reforzado por una banda sonora admirable y un ritmo contundente en el interior del plano. 

Las ranas (2020)

El primer acto se ciñe a seguir las etapas de un día en la vida de una mujer que vive en un barrio pobre de La Matanza. Tiene una hija y convive con un hombre que no es su marido. Para sobrevivir vende medias en las calles del Once, y Castro es meticuloso en describir qué significa ser vendedora ambulante. Pero una mañana la mujer sale con su hija, toma un colectivo, hace un largo viaje y visita al padre de la chica, que está preso. La conquista mayor del cineasta es una vez más extraer un plus dramático de algo que parece un mero registro documental, porque todo lo que sucede con los internos de la penitenciaría y la forma en la que Castro organiza las escenas ahí, como algunas escenas puntuales en las que se ven a las “ranas” (mujeres que no son exactamente las esposas de los presos, pero que los visitan regularmente), despega la película de una poética encerrada en lo real y le confiere un misterio que se intuye en la intimidad que transmite desde el primer minuto.

*Este fue comisionado para ser publicado en el catálogo del FICIC 2021.

Roger Koza / Copyleft 2021