FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VALDIVIA 2020 (02): SOTOMAYOR Y SIMÓN

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE VALDIVIA 2020 (02): SOTOMAYOR Y SIMÓN

por - Festivales
06 Oct, 2020 05:59 | comentarios
Dos cineastas de una misma generación deciden enviarse cartas filmadas. El resultado es mucho más que íntimo.

TIEMPOS DE VIDA

El género es hermoso, en el papel o en su feliz transposición en imágenes: la misiva filmada tiene la convicción de quien sabe que una carta personal está ligada sin mediaciones a un sentimiento reconocible y acaso diáfano. La intimidad no es ajena a la cámara, aunque esta suele impregnarse de narcisismo y vaguedades del yo. No es el caso de Correspondencia. Lo íntimo fluye de principio a fin, pero eso no es todo. 

La cineasta española Carla Simón envía su correspondencia a Dominga Sotomayor, su par chilena. La primera se refiere a la muerte de su abuela. Han pasado tres meses y con su partida la numerosa familia de mujeres de la que es parte descubre que todas ellas compendian dos generaciones; con la abuela se ha ido para siempre una época que las antecedía. La voz en off de la cineasta y algunas palabras escritas a mano se matizan con planos en súper 8 que suman locaciones y personas —casi siempre mujeres—, y también los muebles de la casa de quien ha dejado de existir. Filmar objetos de los muertos no es otra cosa que cerciorarse de que alguien ya no está. Los objetos sin dueño hablan de fantasmas.

A las inquietudes genealógicas de Simón, Sotomayor responde con las suyas y cuenta para eso con sus propios registros de su abuela; sigue viva y asimismo su madre. Quien ha partido unos años atrás de entre los suyos es su abuelo. Los registros de una y otra se parecen, porque en el pasado la propia índole de las cámaras invitaba a una modalidad y un tiempo de registro y de ahí se predicaba una forma de montaje en cámara. A esto Sotomayor le añade un perspicaz gesto breve de (dis)continuidad: una acción hecha en el pasado se reitera del mismo modo y filmado después; el heterogéneo falso raccord excede al estilo, es forma que piensa; es que así el tiempo y su extensión se evidencian en la repetición de la acción y los agentes portan el tiempo en el propio cuerpo. 

A continuación, llega la segunda carta de Simón. Si en la primera iba acomodándose sobre la ausencia, en esta ocasión su inquietud se circunscribe a la inversión de ese acontecimiento: dar vida. Ese es el tema de su segunda carta; trastocar la matemática ontológica de su propio linaje, es decir, ser madre, una meditación compleja para la cineasta debido a que ella es muy consciente de qué significa ser hija. El hecho de haber sido adoptada intensifica el sentido potencial de ser madre. Por otro lado, ¿se puede ser cineasta y madre al mismo tiempo?

A Sotomayor no le es indiferente esa paradoja, pero en el camino la impaciencia colectiva y legítima por aminorar la injustica circundante le propone otra: ¿qué sentido tiene hacer cine si un joven llamado Gustavo pierde sus dos ojos en las calles de Santiago reclamando junto a toda una generación por una sociedad más justa? En la segunda carta, los esfuerzos de la cineasta chilena por restringirse a su vida privada son vanos. La tenue reverberación de la historia chilena que se sentía en la primera carta, invocada por la esperanza de un plebiscito pretérito, vuelve con furia al presente de su país como una pesadilla inconclusa. Lo familiar es entonces insuficiente, porque donde está filmando y pensando del estado de excepción se ha pasado a un clima de revolución. Eso fue apenas un año atrás. ¿Cómo sería hoy una tercera carta? 

Todo esto sucede en 19 minutos. Ningún plano está de más, tampoco faltan, y entre estos existe una empatía estética que conforma armoniosamente una película conjunta, siempre amable y nada esotérica; ningún lector-espectador puede sentirse incómodo por ser testigo del vínculo afectivo expresado por imágenes, sonidos y palabras que es en sí la película. Porque son cartas, sí, pero también es cine a secas, porque la materia excluyente de la película es el tiempo en el espacio. Las implicaciones de este señalamiento son ostensibles: categorías propias de toda experiencia en el cine y fuera de este, el tiempo en el espacio es la materia que en Correspondencia es también exposición de la propia textura del archivo en el tiempo, ya que las capas de registro son heterogéneas y en estas se constata la materia visual y sonora de la materia del archivo. El súper 8, el video y el registro del teléfono inteligente coexisten y se suceden, y en las operaciones de montaje se entrecruzan al servicio de una sensible compaginación destinada a interrogar los tiempos de vida.

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Correspondencia, Dominga Sotomayor y Carla Simón, España, 2020

Sección: Película de apertura

Roger Koza / Copyleft 2020