FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE ROMA 2013 (04): DESPUÉS DE LA MUERTE

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE ROMA 2013 (04): DESPUÉS DE LA MUERTE

por - Críticas, Festivales
14 Nov, 2013 03:47 | comentarios
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Je fais le mort

Por Fernando Pujato

No era precisamente mi plan ver una comedia francesa fuera de competencia en Roma, de un tal Jean-Pierre Salomé a quien no conocía. Pero estaba un poco cansado de ver films norteamericanos y en el horario de 9 de la mañana donde pueden acceder sólo los acreditados las opciones no eran muchas: Out of the Furnace o Je fais le mort. Tal vez me perdí una obra maestra pero a cambio vi un pequeño gran film -o un gran film sin más- que seguramente no creará ningún consenso porque no actúa nadie famoso, no cuenta la historia de Italia o los Estados Unidos de Norteamérica, no habla de algún problema importante de la Humanidad, ni trasmite un mensaje esperanzador o no. Y encima es un film francés. Y encima es un mix entre comedia y policial.

Ya desde el inicio del film sabemos que Jean, un actor cuarentón venido a menos, es un tipo problemático: existen infinidad de maneras para apagar un cigarrillo como para abrir la puerta de un auto y él, ganador de un premio César en el año 1984 y que ahora está rodando este policial para la televisión, las conoce a todas; el director le dice algo así como “tenés razón” y continúa el rodaje.

En la segunda escena ya sabemos que sus hijos, a quienes somete a una sesión de tortura visual sentándolos a que vean un publicidad que lo tiene como protagonista, no lo soportan, al igual que su ex esposa.

En la tercera escena, cuando se reúne con su agente a fin de conseguir un trabajo como actor, este lo trata de insoportable y le dice que existen dos clases de actores: los geniales y los que deben ser humildes. Obviamente Jean no es ninguno de ellos a lo que suma su constante malhumor quejándose de su escaso, por no decir nulo, reconocimiento de sus dotes actorales.

En la tercera escena, cuando visita un agencia de empleos, el único trabajo que consigue gracias a los buenos oficios de una secretaria que lo conoce de su época dorada es, nada más y nada menos, actuar de muerto para la policía francesa: una nueva modalidad utilizada para esclarecer los casos de homicidio reconstruyéndolos paso por paso sirviéndose de actores profesionales. En el tren, rumbo a la pequeña ciudad donde debe comenzar su nuevo trabajo comienza a dictarle la solución de las palabras cruzadas a su ocasional compañera de viaje la cual en un momento le dice, cansada de sus intervenciones clarificadoras, que lo interesante de este juego es acertar uno mismo con las respuestas. Su estoica vecina resulta ser la jueza encargada de la investigación y a la mañana siguiente, luego de dejarlo plantado para una cita nocturna porque él se encargó de ayudarla con las valijas al descender del tren y la invitó a tomar algo porque “me debés una”, lo despide de su trabajo cuando Jean comienza a interpretar una escena del crimen como a él se le ocurre que tendría que haberse desarrollado en la realidad pero que no concuerda ´para nada con la declaración del supuesto asesino que actúa de asesino en la reconstrucción de un triple homicidio. El caso es que esa noche Jean, casualmente, consigue una información valiosa y convence a su amiga la jueza para quedarse en el lugar y tratar de reorientar la investigación convencido que el asesino no es un asesino sino un pobre tipo desesperado que no tiene lugar donde vivir y prefiere la cárcel como hogar permanente y definitivo.

Dejando de lado casi todos los detalles estos son, más o menos, los treinta primeros minutos de una comedia que es a la vez un policial, o a la inversa. Sin perder el tono humorístico y el contexto de descubrimiento, Je fais le mort avanza a un ritmo veloz pero no arrollador; es gracioso pero no chistos: todos los personajes trabajan más con el cuerpo que con la mímica gestual; los equívocos son sólo eso y no situaciones impensables ni delirantes, y esto nos invita a jugar de detectives. La película no tiene un plano de más y ningún diálogo fuera de lugar, y tiene citas cinéfilas que no sólo los entendidos pueden comprender. Además, hay un incipiente romance y una muerte casual. Y por si esto fuera poco pone en escena el azar y la necesidad, o tal vez una ironía: tal vez sea preciso morir en la ficción para comenzar una nueva vida en la realidad.

No es necesario contar cómo finaliza el film pero sí que se descubre al asesino y que Jean comienza a trabajar en el hotel donde se hospedaba cuando comenzó su último trabajo como actor. Es maravilloso seguir sonriendo cuando se sale de una sala de cine.

Fernando Pujato / Copyleft 2013