FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (02): DOS TIEMPOS

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (02): DOS TIEMPOS

por - Festivales
23 Nov, 2020 01:24 | Sin comentarios
Dos películas tan diferentes como complementarias: el siglo XX y el actual, dos formas de hacer cine muy disimiles y aun sí unidas por una sostenida voluntad de saber

Mes chers espions, Vladimir Léon, Francia, 2020

La curiosidad sobre el pasado de los antepasados rusos de dos hermanos de esa nacionalidad, pero ciudadanos franceses, puede desbordar la agenda familiar y trastocarse en una travesía literal a través de tres ciudades rusas (Kirov, Cheboksary y Moscú) en nuestro tiempo que no es otra cosa que un viaje retrospectivo y directo al corazón del siglo XX: la Revolución rusa de 1917, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría irradian sus signos hasta el presente. La resolución acerca de si los abuelos de los Léon fueron o no espías soviéticos, razón por la cual se los expulsó de París en 1948, tiene la misma relevancia (casi nula) que el autor de un asesinato en una de Hitchcock, porque lo que importa aquí son las peripecias y los encuentros con viejos conocidos de los abuelos, lo que sustituye la novela familiar por un retrato microscópico de la Historia del siglo pasado. Esta deriva feliz (debido a que despega al filme del mero asunto familiar) regala secuencias hermosas, a menudo relacionadas con almuerzos y cenas con amigos y desconocidos, prodiga instantes conmovedores por el solo hecho de ser testigos del vínculo entre los dos hermanos (Vladimir, el responsable de este filme, y el gran Pierre, actor y también director de otras películas inolvidables) y también acopia recuerdos umbrosos, porque los campos de concentración, la censura y el dogma jamás pueden ser motivo de algarabía. El diálogo que Vladimir y Pierre mantienen en un hotel de Moscú a pocos minutos de que la búsqueda culmine, profesa una posición frente a los hechos del pasado teñida por el pesimismo de la razón, que se proyecta hacia al presente, pues confirma que poco ha cambiado. Es que la Rusia de Putin no luce tan distante de la de Stalin, y Occidente tampoco promete felicidad alguna. Lo que sí permanece, antes y ahora, es la amistad, las canciones y el buen vino.

Die letzte Stadt , Heinz Emigholz, Alemania, 2020

La ubicua especulación filosófica que se extiende en cada uno de los episodios que tienen lugar en el desierto del Néguev, Beerseba, São Paulo, Hong Kong, Berlín y Atenas no solamente reside en el contenido de lo diálogos, sino también en la discontinuidad espacial en la que estos se escenifican, como en los cambiantes intérpretes, que tienen roles distintos en los relatos, y en los modos de encuadre, que desconocen las perpendiculares ortodoxas de la geometría de los planos cinematográficos. La ficción especulativa remite bastante a los modos de asociación característicos de los sueños, pero sin inclinarse ni a lo fantástico ni a los tormentos de una pesadilla. Lo que puede decir un cosmólogo sobre la inteligencia artificial, un sacerdote sobre el amor, un arqueólogo sobre el vacío y un diseñador de armas acerca del futuro tecnológico de su industria, como lo que discuten una mujer alemana con otra japonesa acerca de los horrores de la Segunda Guerra y la idiosincrasias de ambos pueblos, constituye un todo fluido, tan comprensible como desconcertante, siempre matizado por la estética elegida para señalar el atractivo arquitectónico de las ciudades mostradas. Emigholz sabe como pocos sacar provecho de la arquitectura en el cine, y su reciente inclinación a combinar ese saber con la curiosidad filosófica añade un giro lúdico a todas sus obsesiones.

Roger Koza / Copyleft 2020