FESTIVAL INTERNACIONAL CINEMATOGRÁFICO DEL URUGUAY (02): CONFESIONES DE OTOÑO, UN DIARIO

FESTIVAL INTERNACIONAL CINEMATOGRÁFICO DEL URUGUAY (02): CONFESIONES DE OTOÑO, UN DIARIO

por - Festivales
18 Abr, 2023 05:27 | Sin comentarios
Pasaron algunos días, ya todo se sabe, pero el festival permanece en la memoria.

Jueves 6 de abril

Día caluroso, no parece otoño. Si no fuera por el mar y el viento que llega en la tarde, el clima sería sofocante. Dicen por acá que es atípico. 

Había visto cuatro veces Trenque Lauquen, escrito dos veces sobre la película, entrevistado en dos ocasiones a Laura Citarella y también le había dedicado un programa de televisión. Quería volver a verla en sala, por tercera vez, y no llegué. Como siempre, no sé organizar bien mi tiempo: intento escribir un texto, vuelvo a ver la última película de Lav Diaz y preparo en la tarde las preguntas para una entrevista. A dos minutos de comenzar la función entendí que sería imposible llegar. Me anticipé a mi desorden; había pedido permiso a las autoridades del festival, por si acaso. No creo haber faltado a mi compromiso. Igual, me sentí incómodo. 

En Con los ojos abiertos no publiqué la segunda crítica sobre la película. Con el título “La vida como ficción”, escribí: 

Trenque Lauquen

Laura está por mudarse con su novio. También está por culminar su carrera de botánica. Trabaja para la municipalidad de Trenque Lauquen y tiene una columna radial sobre mujeres notables en la historia. Un día cualquiera, buscando información para sus columnas en la biblioteca pública de la ciudad, encuentra una carta de amor en el interior de las páginas de Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada y otros textos sobre el amor de Aleksandra Kolontái. Ese descubrimiento libera una curiosidad inusitada y un deseo de reconstruir el romance secreto que se entrevé en las cartas. Como si fuera una detective, sigue cada signo disperso en otros libros con más cartas y enhebra lo que parece casual en una historia que tiene giros inesperados. Pero no es suficiente. Seguir meticulosamente la historia de dos amantes es persistir en ser solamente una observadora externa de una aventura amorosa. En cierto momento, la propia Laura ingresa a la aventura. Laura deviene inadvertidamente en personaje de historias. La ficción ya no es cosa de la literatura.

El párrafo precedente es una glosa de eso que suele llamarse argumento, un reduccionismo literario que se le adjudica al cine bajándole el precio. Pero Trenque Lauquen es pródiga en argumentos, porque es una película desinhibida en todos sus órdenes: hace de la digresión una virtud narrativa, y del fuera de campo un socio de la imaginación. En el segmento final el tono fantástico del relato proviene de lo que no se ve nunca e impregna todo de un misterio que está erigido en lo que se dice y no se dice, en lo que se ve y en lo que se oculta. Cuando Laura conoce a dos mujeres que viven alejadas de todo en una casa de campo cuidando a una criatura que puede ser una anomalía de la naturaleza, es lícito detenerse a pensar cómo hizo Laura Citarella para introducir ese universo fabuloso en la vida sin sobresaltos de una ciudad de provincia.

Citarella había comenzado como cineasta con una película titulada Ostende. Laura Paredes era entonces Laura. Lo que parecía ser un viaje de descanso a una ciudad marítima se transformaba en un relato de suspenso que honraba al mejor Hitchcock. Aquella Laura revive también como Laura en Trenque Lauquen. No es el suspenso lo que interviene aquí la condición observacional que definía aquella trama. La sorpresa es de otro orden. Porque lo que empieza como un posible ataque de pánico frente a un cambio rotundo en su vida, por lo cual desaparece sin aviso mientras su novio la busca, deriva en el despliegue virtuoso de cómo la ficción como tal puede modificar la propia vida de una persona cualquiera. La gracia y el consuelo que puede prodigarle la ficción a un lector es lo que se plasma sin decir.

Lo que pasa cinematográficamente en los últimos minutos es un esplendor materialista del cine. Por lo pronto, cambia amablemente la textura de las imágenes, la preeminencia del sonido es otra, como si la realidad se impusiera paulatinamente a la voluntad de ficción. El último vestigio de ficción es Laura que permanece aún en los planos, yéndose de a poco, apagándose. Enigmático cierre el elegido por Citarella: la ficción vuelve intempestivamente a su grado cero de existencia y la cámara sin personas delante deviene entonces en un instrumento de observación puro”.

Leo que Trenque Lauquen estará en IndieLisboa en competencia; la semana pasada ganó en otro festival, acá será con seguridad una de las candidatas a llevarse un premio. Ayer discutía con un colega español los criterios para otorgar un premio a las películas de una competencia. Afirmé sin vacilar que el hecho de que un film haya acopiado premios por doquier no significa absolutamente nada. Me hizo notar que en este caso no había dinero en juego, una instancia que puede ser más o menos decisiva en los razonamientos de un jurado. Podría serlo —pienso mientras escucho— si la alternativa fuera una de Fontán contra una de Apichatpong. El dinero no debería importar, pero el problema es previo: las competencias no deberían existir.

Roger Koza / Copyleft 2023