FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (09): NERUDA

FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (09): NERUDA

por - Críticas, Festivales
19 Nov, 2016 09:42 | 1 comentario

LA NOVELA DE RICARDO

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Por Marcela Gamberini

La película de Pablo Larraín Neruda fue el film elegido para la apertura del Festival Internacional de Mar del Plata de este año. Sin duda, Neruda es la mejor de la factoría Larraín hasta el momento y es una buena opción para abrir un festival que, en esta edición, está repleto de propuestas interesantes, variadas y controversiales.

Larraín cuenta un fragmento de la vida de Ricardo Neftalí Reyes quien adopta el nombre de Pablo Neruda no sólo como poeta sino como nombre de combate perteneciente al partido de izquierda, ese partido tan castigado tanto en Chile como en toda Latinoamérica por constantes persecuciones, exilios y derroteros imprecisos.

La secuencia inicial de Neruda es por demás interesante. En un baño, amplísimo baño, entre mingitorios, sillones, espejos y lavatorios el senador Neruda es acusado en una discusión política entre compañeros comunistas. Esos izquierdistas son de élite, discuten cuestiones públicas en un baño (lugar de lo íntimo por excelencia) muy lujoso. Así situamos rápidamente el grupo de pertenencia de Neruda, una izquierda elitista, una izquierda que lucha por los campesinos mientras disfruta de sus amplias casas y de sus fiestas entre alcohol y mujeres; la desmesura es un rasgo manifiestamente contradictorio. Otra secuencia sienta las bases de la política: en una fiesta casi privada una moza, ebria pero punzante, le pide a Neruda un autógrafo y a la vez pone en claro que el comunismo del poeta no es el mismo que el de ella; el mandato de clase manda e impera.

La película de algún modo se parte al medio cuando Neruda comienza a ser perseguido feroz y tenazmente. Un policía –casi una caricatura- aparece en escena; antes había aparecido su voz en off, y es el encargado de perseguirlo y apresarlo. La aparición de ese policía marca un punto de inflexión en la película que deviene en un relato que tiende a lo fantástico develándose como una ficción creada por el propio Neruda. Los detectives, la policía, los protagonistas, los personajes secundarios son puestos en escena y revelan sus propios mecanismos ficcionales. ¿Quien escribe esta historia? ¿Quién es el enunciador? ¿Se escribe Neruda su propia historia? ¿Ese poeta se vuelve novelista a fuerza de ser amante de los relatos policiales? Neruda va dejando en su camino, como un inteligente Hansel, libros policiales de las históricas ediciones de El séptimo sello a modo de mojones, mostrando su recorrido, indicándole a “su” policía que sabe de su presencia. La trama se complejiza y a la vez se vuelve más interesante, más política y a la vez más policial; tal vez esa sea la conjunción más interesante de la película.

En el revés de trama, la historia de la película muestra su propio proceso de construcción. De un relato biográfico donde se lo muestra como un hombre excéntrico, mujeriego, algo borrachín, que se pasea en bata en su casa repleta de objetos y sobre todo se lo escucha recitar sus escritos con su voz impostada de “poeta”, su Canto general donde pide castigo a los culpables ya consciente de su poder y del de su poesía o el poema XX de sus 20 poemas de amor y una canción desesperada, ese hombre panzón, que es como Lawrence de Arabia del que se disfraza en una fiesta, un poco guerrillero, Neruda se revela como un hombre que se mueve entre el mito y la realidad. Ese es otro de los ejes probables donde la película se asienta: Pablo Neruda puede ser siempre un hombre y también un mito, o las dos cosas a la vez. Ese hombre que se construye a si mismo, que se devela en la política y en los policiales, que se hace hombre en la fuerza de sus poemas.

Quizá en la poesía sea en el único lugar donde Neruda es Neruda, ese lugar donde por fin puede escapar a la creación de su mito personal; es ahí donde el hombre emerge, donde realmente se siente vivo. Mientras escribe en ese departamento oscuro y pequeño de Buenos Aires, rodeado de objetos o cuando le dicta a su secretaria con su particularísima voz.

La película de Larraín es interesante: se juega poco en la estética pero construye una poética que se encolumna en el orden de lo ficcional, la mentira y la farsa; como esa foto que se sacan algunos con Neruda con ese fondo de “mentira” pintado con colores saturados, casi kitsch y paródicos. La literatura, como el cine, son campos de batalla de voces y perspectivas donde la política se cuela siempre y la pregunta por la verdad suele ser, en muchos casos, tan irrelevante como disparadora.

Marcela Gamberini / Copyleft 2016