FELIZ NAVIDAD, MR. LAWRENCE

FELIZ NAVIDAD, MR. LAWRENCE

por - Ensayos
18 Dic, 2019 06:30 | comentarios
La figura del héroe más allá de los superhéroes.

No es casual que de las películas que poblaron nuestra infancia siempre prefiramos las épicas (después de todo, el cine tiene la misma debilidad). Podemos –queremos– vivir entre comedia y tragedia sin entregarnos a ninguna, pero no sin épica (mal que le pese a la condición posmoderna): los cientos de superhéroes que pueblan y poblarán las pantallas así lo atestiguan. Curioso destino niestzcheano de los super-hombres: los aedos están tan muertos como la novela moderna, pero los guerreros a los que cantaron siempre vuelven. Sin embargo, no hay que olvidar que hasta esos coléricos semidioses tenían su punto débil: su lado humano (el talón de Aquiles, claro). Es eso, finalmente, lo que nos atrae de los héroes (como entrevieron Emerson y Carlyle) e incluso de los super-héroes (como hasta los guionistas de Marvel saben).

Pero puestos a recordar viejas películas amadas en la infancia, no vienen a la memoria los sordos ruidos de corceles y de aceros, sino la silueta de un hombre danzando en el desierto… ¿Por qué romper una lanza aun hoy por Lawrence of Arabia, una película que no entra en ciertas listas canónicas? Porque más de medio siglo después sigue siendo contemporánea, tanto en sus decisiones formales como en su redescubrimiento de la épica para el cine, en medio de un espectáculo que la ha rebajado a Civil War entre dioses olímpicos.

Lean siguió un camino que ya había esbozado el Spartacus de Trumbo, Douglas y Kubrick, al llevar a su extremo lo que el Ben Hur de Wyler había hecho con las sagas bíblicas de Cecil B. de Mille: darle el protagonismo a un hombre común. Pero si Ben Hur era un príncipe caído en desgracia, y Espartaco un esclavo que moría como Cristo, el Lawrence de Lean es un hombre que no soporta ser más grande que su destino. Se trata, claro, de un hombre del siglo XX, que se debate hamletianamente al asumir el rol que la Historia le tiene preparado. Ese desequilibro entre las decisiones humanas de los elegidos y sus consecuencias históricas (es decir, el paso de la épica a la tragedia, como ya supieron los antiguos griegos) es lo que Lean desarrolla con maestría luego de haberse dedicado a los retratos íntimos de Brief Encounter o Hobson’s Choice, aunque ya estaba presente de algún modo en sus sendas adaptaciones de Dickens: la capacidad de saber hacer, a veces en un mismo plano, el retrato de un hombre y su tiempo.

He ahí la extraodinaria toma de Áqaba (usada aquí la palabra toma en su doble sentido), o la escena del pozo de agua (un plano secuencia que tuvo que ser cortado). Y es que la película de Lean no dialogaba tanto con el pasado como con el futuro: filmada a inicios de los años sesenta, marca la transición entre el cine clásico y las nuevas olas, y prefigura a la vez el fin de estas en los ’70, época en la que el mismo Lean se llamó a silencio… ¿Demasiado peso para alguien que nunca encarnó del todo la por entonces emergente figura del “autor”, como sí lo hicieron sus contemporáneos o sucesores? (pienso en Mann, cuya The Fall of the Roman Empire es cercana en el tiempo a Lawrence pero parece mucho más antigua, o en Spielberg, que filmó Empire of the Sun a la sombra del maestro).

Su montajista, Anne Coates (quien décadas más tarde trabajaría a las órdenes de Lynch y Soderbergh en su debut mainstream), le sugirió a Lean ver los primeros films de la Nouvelle Vague: otro director ni se hubiera molestado, pero Lean lo hizo con auténtica curiosidad. No sabemos que entrevió en Godard, pero si el resultado. Lawrence of Arabia es tal vez la primera película mainstream en utilizar cortes directos sin la acostumbrada transición mediante planos encadenados. De esa decisión surge una elipsis tan famosa como la del hueso y la nave espacial en 2001: Lawrence contempla un fósforo y lo apaga con un soplido, el plano siguiente es el de un amanecer en el desierto. Paradójica pero previsiblemente, esa innovación fue más evidente que los jump-cuts de Sin aliento: la industria la adoptó con gusto (así como Hollywood había asimilado el revolucionario montaje de Eisenstein). En cambio, no sabemos si Antonioni o Godard vieron a su vez la película de Lean, aunque imaginamos que The Passenger bien podría ser una suerte de reversión libre, o que el productor de “La odisea” en Le Mepris tranquilamente podría ser una parodia de Sam Spiegel.

Spiegel había producido The African Queen y la anterior película de Lean, The Bridge on the River Kwai (escrita en las sombras por el macarteado Carl Foreman). En esta Lean se había permitido –a solo diez años de la segunda guerra mundial– retratar la abstraída relación entre oficiales en un campo de prisioneros, como solo lo había hecho Renoir en La grande illusión. Y como solo volvería a hacerlo Oshima, en una película que desde el título menta su homenaje: Merry Christmas, Mr Lawrence. Pero para entonces Lean ya nunca volvería a filmar: en 1984 había hecho su primera y última película desde los ‘70 (A Pasagge to India, donde lograba hacer todo lo que Ivory jamás se atrevió, y arrojar otro puñado de tierra en los ojos del Imperio). Hace años venía soñando con una adaptación de Nostromo-la novela “latinoamericana” de Conrad, curiosamente citada en Alien– y había cedido ante Spielberg el derecho a hacer Empire of the Sun (que terminó siendo una película tan poco leaniana como poco kubrickiana resultó AI). Spielberg aparece en los extras de la edición restaurada de Lawrence of Arabia(que dura casi una hora más que la versión estrenada por Spiegel): allí recuerda la escena en que un periodista norteamericano -emblema del pragmatismo- le pregunta al oficial metamorfoseado en árabe qué le atrae del desierto. “Es limpio”, responde Lawrence mirándolo con un desprecio que Spielberg prefiere no entender (y que simplemente asimila a su propia infancia en Arizona dream), aunque entendió la lección de Lean al hacer Schindler`s List.

Lawrence era para Lean un héroe a contramano (pero sin el ingenuo melodrama blanco del Dr. Zhivago). ¿Qué habrá pensado Lean al ver a Guiness pasar del rey Feisal a Obi-Wan Kenobi? Tal vez Kurosawa sintió algo así al ver Per un pugno di dollari (aunque el mismo había adaptado Yojimbo de Red Harvest, cosa que Walter Hill no olvidaría al hacer Last Man Standingcon Bruce Willis). Y es que alguien podrá decir que Leone también era despreciado en su tiempo y reverenciado hoy. ¿Pero quién puede hoy poner The Empire Strikes Back–por nombrar a la que se considera la mejor de la saga–a la altura de C’era una volta il westo Once Upon a Time in América? Leone leyó a Lean como Kurosawa leyó a Hammet. Lucas en cambio hizo lo mismo que quienes creyeron que bastaba con poner a Omar Shariff representando al Che… ¿Habrá visto el Che Lawrence of Arabia? ¿Habrá Lean o Bolt -que veinte años después sucumbió a su vez en The Mission– pensado en él al imaginar un aventurero buscando la muerte?

Lawrence fue en cierto modo el último héroe trágico de una época en que la épica tocaba a su fin, y Lean el último director que reunió con gracia lo histórico y lo íntimo (salvo en su maniquea adaptación de Pasternak, homenajeada sin embargo en Palombella Rosa). Bertolucci quiso imitarlo desde Novecento, pero Peter O’Toole fue a The Last Emperor lo que Alec Guiness a Star Wars: un fantasma del pasado. Para entonces, Spielberg & Lucas –Indiana Jonesmediante- habían pasado la épica por el tamiz de Disney, hasta convertirla en una papilla que hasta los niños que éramos mirábamos con desconfianza (recuerdo que cuando Vader dijo “yo soy tu padre” pensé: “esto es una telenovela”).

¿Dónde estaba la contradictoria furia de Lawrence of Arabia? (los salvajes que terminan siendo nobles, los nobles que se comportan como salvajes). Hasta Spielberg puede decirlo sin que la vergüenza lo invada: en Lawrence persiste la densidad de lo real (ese tren que descarrilla, como ese puente que volaba en Rio Kwai, es un tributo que Hollywood rendía al bazinismo). Hoy el imperio digital es tan hueco como sus personajes. Y el mundo se rinde ante cineastas que confunden épica con largueza y adultez con crueldad (perros de reserva encadenados a la ficción de pulpa a prueba de muerte), o superhéroes que hacen parecer moderno hasta a Homero (Simpson incluido). Mientras tanto, algunos seguimos creyendo en la potencia épica y trágica de un hombre bailando a contraluz en el desierto.

Fotogramas: 1) Lawrence of Arabia; 2) Ídem. 

Nicolás Prividera / Copyleft 2019