FANTASÍAS ANIMADAS DE AYER Y HOY

FANTASÍAS ANIMADAS DE AYER Y HOY

por - Ensayos
21 Jul, 2009 02:28 | comentarios

Por Nicolás Prividera

Esta notita tendrá un inevitable sesgo subjetivo, una maldita mirada infantil. Y ese es el problema con las películas animadas: han quedado hegemónicamente acorraladas en la sección de “infantiles” (pese a la sugestiva Betty Boop o el impúdico gato Fritz). Ese fue un efecto del Imperialismo de Disney. O tal vez no, tal vez el Imperio Disney fue sólo un animado avatar de la temible división del trabajo impuesta por el capitalismo: para el caso es lo mismo. Detesto tanto a Disney, que es mejor que quede claro de entrada (ya habrá tiempo de ir explicando por qué, si es que algún infante difunto aún no lo entiende). Pero eso no significa que no pueda apreciar los dibujos animados por el arte. Me gustan, por caso, McLaren, El viaje de Chihiro, los Loney tunes de la Warner y Tex Avery.

Lo que no comparto es el extraño fervor de los críticos por el cine de animación. Más bien me parece un gesto moderno cool (salvar a los bujos de su destino menor) que encubre un despropósito de proporciones: ¿Ratatouille o Wall-E calificadas como mejores películas del año, compitiendo con films de verdad? (Esa es la cuestión: es ridículo compararlas con films de acción real. Si es que aún queda acción real. Y films…) Este es el otro efecto lateral de la digitalización: lo invadió todo, y resucitó a varios muertos. Pues todos sabemos que el cine de animación tuvo un descongelamiento digital. El Imperio Disney sólo recaudaba por sus viejos clásicos, sus programas de TV y su isla de la fantasía, pero estaba más congelado que el Tío Walt. Disneyland parecía condenado a ser Neverland. Entonces llegó el hada Pixar y los ejecutivos vivieron felices para siempre.

La única verdad es la realidad: el ciudadano Disney era un sujeto odioso. Su personaje más representativo era el Tío Rico, esa caricatura del capitalista bonachón (¿No leyeron Para leer al Pato Donald, de Dorfman y Mattelart? Ah, no, eso era antes del fin de las ideologías…). Alguien debería dedicarle una película al ciudadano Disney, aunque ya no queda un Welles a su medida (miren el bodrio que hizo Scorsese con el impresentable Hughes). El tío Walt llevó el fordismo y el macartismo al mundo del dibujo animado. Al mundo de su producción, quiero decir, porque el Tío Walt adormeció para siempre el dibujo animado en la ilustración edulcorada de las viejas buenas fabulas, y nos condenó a una eterna fábula de animalitos parlantes. (A eso se limita la expectativa, año tras año: ¿A qué nuevo bicho hará hablar Pixar?  ¿Una cucaracha, una ladilla, una ameba?)

Volvamos al inicio, antes que los dinosaurios poblaran la tierra: ¿Alguien recuerda como eran los films animados antes de que los enterrara la empresa del Gran Hermano de Disneyland? El cine de animación fue inicialmente una forma del arte abstracto, la última expresión de la vanguardia de los ‘20, pero su rápido congelamiento en la escala zoológica (gracias al imperial Disney de los ’30) lo condenó a no explorar ya nada del mundo, sino la nada misma: la na-hada. Algo hemos avanzado, claro: Wall-E es mucho menos manipuladora que Bambi (¡y hasta tiene mensaje ecológico!). Está muy bien para los niños en edad escolar y para los adultos que no lleguen ni a 2001. Para el resto del mundo (críticos incluidos) es altamente recomendable una buena dosis de la única vacuna conocida… Pero (¡ay!) el multiforme fulgor amarillo de Los Simpson no durará para siempre. Tarde o temprano su estrella se apagará. En cambio, Disney es eterno. Como el peronismo.

FOTOS: 1) El viaje de Chihiro; 2) Buscando a Nemo.

Copyleft 2009 / Nicolás Prividera