ESTRENOS INVISIBLES (06): GOOD LUCK

ESTRENOS INVISIBLES (06): GOOD LUCK

por - Críticas
13 Abr, 2018 05:24 | comentarios
Un documental observacional no es necesariamente frío y distante.

Filmar el trabajo, una transgresión para el imperativo del espectáculo permanente. ¿Para qué filmarlo? ¿Quién quiere ver lo que suele sentirse como una fatalidad? Más que la dignidad del trabajo, se trata de revelar la dignidad del trabajador. Filmar en este caso a los mineros de un pueblo de Serbia y a otros de Surinam es un acto de amistad. La cámara no denuncia nada, acaso sí enuncia el origen de las riquezas y transmite siempre el afecto que se le dispensa a un nuevo amigo. Que Ben Russell esté detrás de cámara, sosteniéndola, no es una contingencia.

Good Luck, Ben Russell, Francia-Alemania, 2017

Dividido en dos segmentos extensos de una hora y minutos, Russell desciende primero los 600 metros bajo tierra con los mineros serbios. El procedimiento estético es sencillo: acompañar el trabajo, observar el ocio, a veces preguntar sobre las expectativas y cada tanto retratar individualmente a cada uno de los hombres que ahí trabajan. El blanco y negro elegido para hacer cada retrato establece una pausa respecto del movimiento de sístole (trabajo) y diástole (descanso) de la rutina del operario: el rostro de un hombre es mucho más que su función laboral o los esfuerzos por conseguir el pan. El mismo recurso poético es empleado para escoltar a los mineros de Brokopondo. Las pocas diferencias son culturales e históricas: los serbios recuerdan Yugoslavia, los surinameses a los colonos; los primeros recurren a un instrumento de viento para hacer música, los segundos a la percusión y el canto colectivo, y eligen juegos diferentes para las horas libres. Los deseos más esenciales son los mismos: una vida mejor para ellos y sus hijos.

La preferencia del plano secuencia prodiga una mejor captación de los lugares y del esfuerzo físico de los trabajadores. En el mundo subterráneo, el gran fuera de campo es el sol, y es lógico que Russell cuente solamente con la luz de las linternas de los mineros para iluminar cada plano. Es que la puesta en escena intenta ser mimética y lo menos intrusiva posible. Una forma de respeto, acaso de amor.

Roger Koza / Copyleft 2018