ESTRENOS ETERNOS (08): 2 / DÚO

ESTRENOS ETERNOS (08): 2 / DÚO

por - Críticas, Estrenos eternos
22 Abr, 2018 09:28 | Sin comentarios
Como suele suceder con los grandes cineastas, en la ópera prima de Nobuhiro Suwa ya se delinea algunas de sus preferencias temáticas y formales.

2 / dúo, Nobuhiro Suwa, 1996

Una relación amorosa es siempre la combinación de dos universos inconmensurables que entran en un campo en común llevados por un impulso enigmático tan sorprendente como endeble. Los dos jóvenes protagonistas, Yu y Kiu (ella trabaja en un negocio de venta de ropas, él pretende ser actor), se quieren, a veces discuten y nunca consiguen entenderse del todo; menos aún, cuando nace de la boca de Kiu el vocablo “matrimonio”. Una palabra, solamente una palabra intensifica los desórdenes afectivos de la pareja que, tras ese desorden conceptual en la conversación doméstica, no será capaz en lo inmediato de detener la amenaza de la propia disolución.

La desavenencia amorosa es una de las especialidades de Suwa, y en este primer acercamiento al desajuste afectivo entre un hombre y una mujer, el cineasta se ciñe a los momentos en los que la inadecuación de una vida respecto de otra se vuelve evidente: el deseo se desentiende de los sentimientos, perplejidad ingobernable para los amantes. Gritarse, golpear objetos, partir sin avisar a dónde se va son actos irracionales que dominan a los personajes y que contrastan expresamente con los gestos de ternura que pueden aflorar apenas un minuto después de una pelea. Es cierto que hay aquí algo de amor fou, pero a la japonesa.

Suwa elige un acercamiento íntimo al desarrollo del drama microscópico de su relato, e incluso los personajes (no los actores) a veces parecen dialogar con un otro que permanece en fuera de campo y que bien puede ser la figura omnipresente del cineasta. Esos misteriosos diálogos de naturaleza terapéutica fagocitan la fluidez de la representación, algo que también se refuerza en algunos breves cortes con fundidos en negro. La austeridad de la puesta en escena poco tiene de cándida, pues este presunto minimalismo escénico no renuncia ni a la complejidad ni a prodigar inadvertidas secuencias de elegancia, como aquella imperceptible en la que un personaje surge detrás de una puerta que hasta ahí parece solo un espejo o la conmovedora escena que involucra un auto y una bicicleta.

Roger Koza / Copyleft 2018