ESTRENOS ETERNOS (04): LAS TRES LUCES / DER MÜDE TOD

ESTRENOS ETERNOS (04): LAS TRES LUCES / DER MÜDE TOD

por - Críticas, Estrenos eternos
17 Ene, 2017 12:59 | comentarios

Por Roger Koza

“El amor es más fuerte que la muerte”, una sentencia propia de cualquier melodrama, y vindicada aquí en este film ligero e inventivo del gran Fritz Lang, que fue su primer hit internacional y que califica sin discusión como un heterodoxo film de aquel género. En efecto, la frase célebre es la que la heroína le comunica a la mismísima Parca, que se ha llevado a su enamorado y a la que reclama que lo regrese al mundo de los vivos. En pleno siglo XIX, en un lugar sin identificación alguna que puede ser cualquier lugar de Europa, el inicio y el final se circunscriben a ese momento histórico y a este drama pasional y metafísico.

Así, a partir de un gesto discretamente magnánimo de la propia Muerte, la mujer tendrá la oportunidad de revivir a su amado en la medida en que en tres ensoñaciones consecutivas ella pueda resolver la situación fatídica de un hombre ante el amor (imposible) de una mujer. En un primer caso, el escenario es Bagdad en un tiempo mítico, en otro Venecia durante el Renacimiento, y finalmente la China milenaria. Los tres lugares elegidos por Lang, que escribió y dirigió Las tres luces, le permiten afianzar una cierta idea de universalidad acerca del tema más determinante que late en el interior del melodrama: el inexorable destino de los hombres. No importa si se nace al lado de derviches danzando en círculos o entre hombres que veneran a una deidad sin atributos como Buda: el destino es una fuerza que antecede a las culturas y que persiste en las fantasías de los hombres.

Las tres luces / Der müde Tod, Alemania, 1921

Si bien la meditación sobre el destino puede resultar atractiva, una forma de especulación filosófica que no es ajena al cine de Lang, el ingenio formal del director se impone frente a su lúcida indagación metafísica. Como suele suceder en el cine silente, las sobreimpresiones y los fundidos sirven para que una fantasía o un pensamiento se vuelvan visibles; todo un concepto de transformación se pone en juego gracias a una simple superposición de fotogramas. El más cómico en este caso convierte a dos hombres en un cerdo; el más sorprendente materializa un ejército en miniatura que surge literalmente de un cofre. Dado el tema elegido se podría esperar más sobre los contrastes de luz y sombra, muy propio del período, ya que en ese momento el expresionismo conocía su esplendor. Un poco antes de que Lang entregue la lógica de su relato a la simpática puesta en abismo que conforma más de una hora del film y con la que se introducen las tres historias imaginarias aludidas, la visita de la mujer a la morada de la Muerte constituye el único segmento preciso en el que el expresionismo se siente con todo vigor. Los planos generales y el decorado enfatizan lo tenebroso y la soledad de las criaturas.

Roger Koza / Copyleft 2017