BAFICI 2018 (05): ESTADO DE ÁNIMO: EL CINE DE KIRA MURÁTOVA

BAFICI 2018 (05): ESTADO DE ÁNIMO: EL CINE DE KIRA MURÁTOVA

por - Festivales
09 Abr, 2018 06:11 | comentarios
La retrospectiva de Kira Murátova es uno de los grandes hitos de este Bafici. En breve ensayo se intenta decir algunas cosas iniciales sobre su cine.

La programación de los festivales de cine suele explicitar sus búsquedas en las retrospectivas o secciones temáticas que demuestren alguna osadía a la hora de reunir títulos bajo un interés preciso (racionalidad artística que a veces prescinde de rigor). Un foco temático de “comidas” —algo que el Bafici insiste en proponer— no parece constituir un inspirado momento de creatividad cinéfila, sin desmerecer la estética de cualquier dietética. Todo lo opuesto sucede cuando el festival se toma en serio proponer a un director y examinarlo en el tiempo. En esto, el Bafici honra una tradición que abraza desde sus inicios: la política de los autores. Este concepto nacido en el ejercicio de la crítica cahierista insta a abarcar la obra de un director atendiendo a la puesta en escena, en la que se expresa una idea de cine y asimismo de mundo. De los magníficos focos o retrospectivas de este año, el de Kira Murátova es el más radical de todos, el evento estético que reenvía el festival a sus orígenes.

Nacida en Soroca, Rumania, hoy Moldavia, en 1934, Kira Murátova estudió primero Filología y un poco después hizo sus estudios cinematográficos en la mítica VGIK. Si bien la cineasta había filmado un corto, un medio y un largo, su ópera prima oficial es Breves despedidas (1967), un amable drama amoroso triangular que le valió su primera prohibición. En una primera visión, nada ofensivo parece albergar en su relato este heterodoxo melodrama, más si se tiene en cuenta que el primer cine soviético prodigó Cama y sofá (1927) de Abram Room.

Tal vez lo que molestó fue algo más sutil que la representación del deseo por fuera de un matrimonio, en este caso el de un geólogo que por su trabajo se ausenta a menudo de casa y una mujer que participa activamente en el comité de su distrito. Quizás la indeterminación afectiva y la sospecha de que no todo es porque así debe ser, sino que se puede elegir cómo vivir, resultaron demasiado peligrosas. Nunca se sabe bien cómo discurre el razonamiento de un censor. El tamaño de un pezón, el uso de una palabra, la excesiva luminosidad en un gesto que transmite placer. Lo que sí puede observarse aquí es la libertad para narrar de Murátova. Sus relatos desconocen la línea recta. De ahí en más, la autora se irá emancipando del dogma del argumento.

Admiradora férrea de Serguéi Paradzhánov y coetánea del gran Alekséi German, dos cineastas enormes con los que compartió una forma de contar desmarcada de la ortodoxia narrativa, en Murátova el relato opera acumulando situaciones que delinean un estado de ánimo. En su primera obra maestra, titulada Largas despedidas (1971), ya se puede apreciar en todo su esplendor este rasgo de su cine. La historia se centra en la problemática relación —no por conflictiva, pero sí por castradora— entre una madre divorciada y su hijo, que está saliendo de la adolescencia. Seguir los pormenores del relato puede requerir una esmerada atención, porque el film avanza en vistosos zigzags, pródigos en detalles e instancias donde las emociones se revelan sin aviso. En este film ya adquieren gran relevancia los modos de filmar objetos. En el cine de Murátova, los objetos cumplen una función narrativa, psicológica y social.

En una escena importantísima de Largas despedidas el joven protagonista discute con un adulto. Dice: “Yo soy un individuo, una personalidad, usted es la sociedad”. Este binomio en tensión atraviesa todo el cine de Murátova. El estado de ánimo de un individuo o de un personaje no es independiente del ánimo colectivo que depende de un modelo de Estado. El gran tema de El afinador (2004) pasa por la decadencia que emerge en una nación ahora entregada a la estafa como forma de intercambio, porque el sistema capitalista opera como tal y así afina a sus usuarios. Esto no implica que exista alguna nostalgia de un pasado perdido; el anarquismo lúdico de Murátova no tiene panteones.

La hiperbólica pasividad y la desorientación de todos los personajes en El síndrome asténico (1989), la gran obra maestra de la directora, también sugiere un estado de ánimo signado por un abandono colectivo característico del fin del comunismo por advenir. Lo que sucede primero con una médica que pierde a su marido y luego con un profesor de inglés que termina en un manicomio constituye el motor de un relato que va recolectando escenas en las que diversos personajes encarnan posibles respuestas a un estado de desolación general. Los pasajes de la gente enardecida por comprar pescado barato en la calle, la sección fotográfica de varios hombres posando desnudos en un departamento destruido, el encuentro con decenas de perros encerrados en una jaula son algunas postales vivientes que reflejan la contracara de la glásnost y la consumación del derrumbe de un sistema inhumano.

Eterno regreso a casa (2012) es el último film de la directora. El sentido del título se siente metafóricamente en los hermosos 15 minutos iniciales, en los que un hombre en un turbulento momento sentimental pide consejo a una vieja amiga a la que no ve desde hace años. Esta pieza de cámara tiene sus sorpresas (Murátova emplea como pocos la puesta en abismo) y además sintetiza los métodos de la directora. La forma de emplear la música (casi siempre del gran Valentín Silvéstrov) y la repetición como modelo poético se pueden apreciar con total nitidez.

El mayor director de cine ruso contemporáneo, como alguna vez lo expresó Aleksandr Sokúrov, es una mujer y se llama Kira Murátova. No estará presente en el festival, porque ya no viaja, pero estarán varias de sus películas. Solamente eso bastaría para justificar este Bafici.

*Este texto fue publicado en otra versión por Revista Ñ en el mes de abril 2018

*Fotogramas y fotos: 1) Largas despedidas (encabezado); 2) El síndrome asténico; 3) Kira Murátova. 

Roger Koza / Copyleft 2018