EN LA PIEL DE LOS MUERTOS: UN ENCUENTRO CON GERMÁN DE SILVA

EN LA PIEL DE LOS MUERTOS: UN ENCUENTRO CON GERMÁN DE SILVA

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13 Sep, 2014 08:17 | comentarios
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La laguna

Por Roger Koza

Ricardo Darín es el actor del cine argentino; Esteban Lamothe, la revelación del nuevo cine argentino. Sin embargo, hay un actor que merece nuestra atención. A veces tiene roles protagónicos, en otras ocasiones le tocan papeles secundarios. Su ductilidad es ostensible: puede componer desde un adicto en Marea baja a un camionero en Las acacias, encarnar a un hombre desahuciado en busca de una curación milagrosa en La laguna o aparecer insólitamente como un abogado llamado Parker en Arrebato. En efecto, German de Silva parece ostentar el don de la ubicuidad: está en casi todas las películas argentinas que se estrenan en el año y su presencia nunca pasa desapercibida.

Fue con Las acacias, película ganadora de la Cámara de Oro en Cannes 2011, que de Silva obtuvo su justo reconocimiento. Junto a otros dos personajes, sostenía un relato que transcurría casi íntegramente en la cabina de un camión. De Silva demostró en esa oportunidad ser un actor de múltiples recursos expresivos: su lenguaje corporal y sus gestos materializaban la soledad de un hombre cuya vida se circunscribía a manejar un camión y que se veía sorprendido emocionalmente frente al encuentro con una mujer y su hija. Recuerda de Silva: Las Acacias fue algo muy especial. En un principio, el casting que me hizo Javier Braier fue rarísimo. Jamás me había pasado que sólo me hicieran preguntas acerca de mi vida. Pablo Giorgelli tardó ocho meses en decidirse, pero yo siempre tuve la convicción de que ese rol era para mí. Por más de un año, él había estado buscando un camionero real porque consideraba que su película debía tener esa verosimilitud”. De Silva convenció no sólo a Giorgelli sino a las distintas audiencias que tuvo la película: “Pablo Giorgelli me contó que en varios festivales le preguntaban por ‘el camionero’ y cómo había conseguido trabajar con él. Esta anécdota debe ser el mejor elogio que se puede hacerle a un actor”.

Si bien de Silva empezó tardíamente en el oficio de la interpretación, el actor recuerda vívidamente los primeros indicios de su vocación: «La actuación es algo que me remite directamente a mi infancia. De niño viví en un caserón del barrio del Abasto; mi padre era único hijo pero la familia de mi madre era increíble: ¡eran doce hermanos! En nuestras fiestas multitudinarias, mi tío Roberto me pedía que hiciera ‘el mono’, y allá iba yo saltando por las mesas. Era algo que me tomaba muy en serio; mis personajes eran variados y yo elegía mis vestuarios y cortaba pelos del escobillón para hacerme una barba”.

MareaBaja

Marea baja

Admirador de Dirk Bogarde y alumno de Norman Briski, de Silva, ya de grande y tras una crisis personal, decidió dedicarse de lleno a la actuación. Su maestro fue preciso respecto del secreto de este oficio: “Un actor –decía Briski– debía interpretar y no representar”. Esta máxima en palabras de de Silva adquiere una misteriosa dimensión existencial: “Lo que más me atrae es cuando dejo de ver al actor y me involucro en el devenir de un ser que me lleva con él y yo no tengo más remedio que acompañarlo. Eso, a mi juicio, es el arte de actuar. Alguien me dijo una vez que el asunto era ponerse la piel de un muerto y soñar con él”.

A caballo por las sierras cordobesas

En La laguna, la sólida ópera prima de Gastón Bottaro y Luciano Juncos, de Silva cabalga con un guía de pocas palabras por los senderos casi imperceptibles de las sierras. Dice sobre su personaje: “A este señor abogado su mundo se le ha venido abajo como un castillo de naipes. Lo abandonan su mujer y su salud. Y así es, por consejo de alguien, que termina yendo a esas supuestas aguas termales. Un mero paseo burgués que termina convirtiéndose en un viaje iniciático”.

Si bien de Silva puede tener un papel en Relatos salvajes (es el jardinero en el episodio de Oscar Martínez) y haber sido la cara principal de varios filmes que pasaron por Cannes (Las acacias y Los dueños), el actor parece sentirse a gusto en proyectos “menores” sin la presencia de grandes estrellas del cine nacional. Dice que “fue muy bueno trabajar con el Flaco Almada, un gran actor. El hombre jamás se había subido a un caballo y era el guía. No puedo recordar ahora el nombre del fotógrafo –le pido disculpas–, ese tipo era un genio: ¡fue hasta mi doble de riesgo! En dos semanas se filmó con recursos mínimos pero con gran predisposición y entusiasmo. Gastón Bottaro, Luciano Juncos y su equipo eran gente realmente apasionada”.

A pesar de venir del teatro, hace ya más de diez años que de Silva es una criatura del cine argentino contemporáneo. Próximamente, se lo verá en El eslabón podridoGuiso de iguana y en El limonero real. Con seguridad habrá nuevas películas para él y será entonces cuando “la propia experiencia lo acerque o lo distancie” de su personaje a interpretar, instante en el que de Silva tendrá que “inventarse una verdad”, otra forma de decir que su trabajo consiste en revivir el sueño de un muerto.

Esta nota fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de septiembre 2014. 

Roger Koza / Copyleft 2014