ELLA / HER (02)

ELLA / HER (02)

por - Críticas
26 Mar, 2014 05:12 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

CARNE Y DÍGITOS

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Ella Her, Estados Unidos, 2013

Dirigida por Spike Jonze 

** Válida de ver

La nueva película de Jonze es una inquietante pesquisa filosófica con aciertos en la puesta en escena y algunos efectos de guión en conformidad a una tesis 

Si Daniel Dennett, el paladín darwinista del ateísmo, puede postular que la propia selección natural se explica por algoritmos en los que las especies encuentran sus modos de adaptación, ¿quién podría negar en un futuro no tan lejano que un software pudiera responder algorítmicamente y con voz humana, a una velocidad inimaginable, los requerimientos afectivos de un hombre o una mujer de carne y hueso? La nueva película de Spike Jonze postula un caso de inteligencia artificial en relación con la desinteligencia emocional de nuestra especie. La novedad es que una máquina no miente, pero puede hacer sufrir.

En un tiempo impreciso que podría ser hoy o en una década, Theodore se dedica a escribir (más bien dictar) cartas para otros en una empresa especializada en el tema. Son cartas de amor y amistad. En ese porvenir, los hombres tercerizan la expresión de sus emociones.

La soledad de Theodore es perceptible minuto a minuto, un estado de ánimo que Jonze enfatiza en la puesta en escena mediante los espacios amplios pero vacíos de los hogares y un espacio público que parece más una maqueta tridimensional de diseño que una ciudad con una historia comunitaria. El no lugar es más que un concepto sociológico; es una estética de pulcritud asociada al desamparo. Theodore, además, acaba de separarse. Saciar una fantasía por teléfono o tener una cita a ciegas con una amiga de amigos no alcanza para olvidar a su ex esposa. Tampoco sirve hacer correr el tiempo frente a un juego virtual holográfico en el que la aventura y la exploración predominan en su lógica. Es también una exploración de un no lugar (la única excepción espacial tendrá lugar en una playa; el mar y la gente descansando en la playa escapa a una vida de diseño).

Después de ver una publicidad callejera, Theodore probará un nuevo software interactivo, algo así como un otro virtual con voz y oídos, una entidad cibernética dispuesta a escuchar y responder, no menos invisible que el analista que escucha y habla detrás de un paciente acostado en un diván. “¿Cómo es la relación con su madre?”, pregunta la aplicación antes de instalarse en la computadora. Samantha adquiere existencia, y muy rápidamente su invisibilidad no será un problema para Theodore. Una voz inteligente es suficiente para poner en marcha el espacio de las fantasías y sentir una verdadera compañía.

Los viejos humanistas dirán que se trata de una película fría y artificial, pero justamente de eso se trata. El espíritu humano brilla por su ausencia, o en todo caso el alma humana no está muy lejos de ser entendida como un software localizado azarosamente en la propia carne. ¿Se puede amar a un programa? Tal vez sí. Lo que resultará insoportable es no ser exclusivo para el deseo o el amor de otro: un viejo software de la especie, tan añejo como el programa teológico que presupone un creador del mundo.

La subjetividad y su constitución simbólica es un tema recurrente en Jonze, y su inquietud filosófica respecto del tema es ostensible: ¿Quieres ser John Malkovich? y El ladrón de orquídeas eran explícitas en sus intereses conceptuales, e incluso Donde viven los monstruos puede ser mirada en estas coordenadas (la construcción de la identidad en la niñez y el lenguaje en la infancia como tópicos filosóficos, aunque metodológicamente aquel film intentaba algo genial: filmar la infancia desde un estado de ánimo sólo concebible en esa edad). Her no es una excepción, pero dado la naturaleza del tema y el contexto, el film en ciertas ocasiones parece estar más al servicio de una indagación conceptual que cinematográfica, de tal modo que el propio relato parece ordenarse como si se tratara de una fenomenología arbitraria de las pasiones y su relación con la estructura del sujeto: la vecina, la esposa, la candidata presentada por unos amigos, la joven que se propone mediar con su carne la inconmensurabilidad entre Theodore y Samantha y Ella, lógicamente,  la entidad del sistema operativo, son signos y premisas que giran en torno a Theodore como variaciones de un problema a estudiar; en cierto modo, el propio Theodoro es también un concepto, cuya forma elegida de humanización consiste en exacerbar hasta el paroxismo la melancolía del personaje.

Como muchas películas del futuro, el procedimiento es poner una lupa conceptual sobre alguna práctica del presente para extender sus consecuencias. Jonze insiste en una figura de nuestro tiempo: los transeúntes hablan solos mientras interactúan con entes reales o virtuales a través de micrófonos y audífonos de una unidad inteligente de comunicación. ¿Quién es el otro? En la era digital, la naturaleza humana se revela tan maleable como los granos transgénicos.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en marzo 2014

Roger Koza / Coypleft 2014