
EL VIAJANTE / FORUSHANDE
**** Obra maestra ***Hay que verla **Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
DE LA HUMILLACIÓN
El viajante / Forushande, Irán-Francia, 2016
Escrita y dirigida por Asghar Farhadi Safdie.
** Válida de ver
Una nueva y premeditada aventura moral del señor Farhadi
Se dirá sin titubeos que es una gran película. Interpretaciones solventes, un maduro drama social, timing para trabajar el suspenso, un guión de hierro; a El viajante no le falta nada. En efecto, con cuatro locaciones y tres personajes centrales, el especialista en retratos de clase Asghar Farhadi convence en Cannes y gana estatuillas doradas en Hollywood. Sin Kiarostami entre los vivos y con Jafar Panahi detenido, he aquí al cineasta iraní más célebre entre todos. Célebre sí, pero no el mejor.
Los cuentos morales de Farhadi son cada vez más eficientes, y por eso también menos interesantes. Es un cine de puras certezas y pocas preguntas. En El viajante hay que ilustrar la crueldad masculina y la hipocresía de la cultura patriarcal iraní, tal vez legítimos blancos, pero insuficientes para que un filme respire por sus planos.
En los veinte minutos finales, cuando la impugnación del machismo se vierte como un ejercicio de humillación tan inescrupuloso como gozoso, los actores son tan buenos que distraen y la esquemática confrontación de los hombres se diluye en la verosimilitud vindicada por los intérpretes. Creer que aquí hay profundidad psicológica es casi inevitable, en la medida en que se renuncie a leer los textos sin sus emisarios. El imperativo didáctico orquesta todos los actos. Filmar es enseñar.
Un profesor de literatura, y también actor amateur, como su esposa, tiene que mudarse de casa. La pared resquebrajada es mucho más contundente que el escape de gas que vuelve el edificio inhóspito. De inmediato el matrimonio conseguirá un nuevo lugar en el que vivir, tal es así que en el departamento elegido todavía quedan las prendas de la anterior inquilina, una prostituta. Justamente el nudo dramático recaerá en las indeseables consecuencias de una visita en la que un cliente llega al departamento sin imaginar que la mujer que verá bañándose es otra.
Los contrapuntos semánticos elegidos por Farhadi entre la obra de Arthur Miller, La muerte de un viajante, que la pareja interpreta en las noches en un teatro pequeño, y el propio filme son más pertinentes en el desenlace, pero no son decisivos. Refuerzan apenas las ideas que pretenden comunicarse y explican sin ambages las desavenencias entre el hombre y la mujer. No hay mucho más para señalar: la venganza es un sentimiento primitivo sin grandes matices y la humillación, un placer demasiado vulgar. Por otro lado, el talento de Farhadi para trabajar sobre las diferencias de clase resulta un remedo de lo que hacía en su mejor filme, Fireworks Wednesday.
Sociología de baja intensidad y cine académico persa: por más que Farhadi coleccione premios, la vivacidad de sus primeras películas brilla por su ausencia. Esta es tan sólo la película de un buen vendedor.
Esta crítica fue publicada por el diario La voz del interior en marzo de 2017
Roger Koza / Copyelft 2017
«Fireworks Wednesday»…¿Una pieza así de verdad habría tenido cabida en el Tío Óscar?
No, probablemente.
Querido Roger, comparto un breve comentario que escribí inmediatamente después de ver la película que me provocó una irritación comparable a la que unos meses después experimenté con La cordillera:
Desde que se hizo famoso por Nader y Simin –una buena película que mostraba ya muchos de los trucos del director- Farhadi viene perfeccionando sus artes manipulatorias y vaciándolas de contenido social o cultural interesante. Con El viajante parece haber llegado a la cima. Veamos… La película entera pende de una escena que el director elige no filmar pero sí anunciar con bombos y platillos –como en A propósito de Ely- ¿Por qué decide no filmarla? Porque él mismo no sabe qué quiere contar en su película y entonces recurre a un vacío significativo en torno del cual los personajes irán desenvolviendo a su turno sus respectivas miserias humanas que, a diferencia de sus filmes anteriores, no parecen aquí relacionarse claramente con las instituciones, la sociedad o la cultura. La apelación al espejo de La muerte de un viajante termina aclarando las intenciones del director: realizar un film difusamente cruel traducible para las audiencias occidentales. Por el camino de Iñarritu, y con la ayuda inestimable de Donald Trump, Farhadi ha conquistado su preciado segundo Oscar en el momento preciso en el que ya no tiene nada interesante para decir sobre su mundo y por tanto, sobre ningún otro. Lejos, muy lejos queda su extraordinaria opera prima, Bailando en el polvo, que parece hoy haber sido realizada por otra persona.
Un abrazo
Nada para agregar, sí para agradecer.