EL LOBO DE WALL STREET: PRIMERAS IMPRESIONES DESORDENADAS

EL LOBO DE WALL STREET: PRIMERAS IMPRESIONES DESORDENADAS

por - Críticas
02 Ene, 2014 12:21 | comentarios
el-lobo-de-wall-street--644x362

El lobo de Wall Street

Por Jorge García

En los años 70 se hablaba de un quinteto de directores norteamericanos que, dentro de la industria, aparecían como una suerte de nueva generación del cine americano, destinada a mantener vigentes las mejores tradiciones de esa cinematografía, integrada por Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Walter Hill, Brian De Palma y John Carpenter. Con varias películas en su primera etapa de gran interés (algunas hoy consideradas con justicia auténticos clásicos), la evolución de sus carreras fue deshilachando aquella idea, más allá de que aun hoy De Palma sigue contando con un grupo de adeptos incondicionales. De todos ellos el que, con sus considerables altibajos, y trabajando tanto en el terreno de la ficción como en el del documental, se mantuvo más fiel a los lineamientos principales de su obra fue Martín  Scorsese.

En la primera etapa de su filmografía, digamos hasta 1990, están varios de sus títulos fundamentales, vg. Calles peligrosas, El último vals (notable documental sobre el grupo The Band), Toro salvaje, El rey de la comedia, Después de hora, Buenos muchachos en las que se podían apreciar todos los rasgos esenciales de su cine, esto es, la violencia, explícita o latente, pero siempre presente, un formidable uso del montaje, y esa inigualable capacidad para construir dentro de una secuencia un crescendo dramático casi insoportable. Pero también hay una variable dentro de su cine menos considerada y que tiene que ver con la comedia negra, apreciable en obras como Después de hora y El rey de la comedia. Deliberadamente no menciono Taxi driver, ya que siempre me pareció una película problemática desde lo ideológico y de nefasta influencia y, en cambio, siempre aprecié New York, New York, una obra en mi opinión subvalorada. Y también a este período pertenece El color del dinero, lavada remake de El audaz, la gran película de Robert Rossen.

A partir de Cabo de miedo (1991), y hasta la fecha, la obra de Scorsese se hace mucho más irregular y es difícil encontrar en esa etapa una gran película. Hay documentales interesantes, como los dedicados al cine americano y a Bob Dylan, otros más rutinarios, como el referido al cine italiano, un film de época, La edad de la inocencia, en el que no parece encontrarse muy cómodo, trasmitiendo una inesperada frialdad y una serie de títulos manifiestamente desparejos en los que, junto a secuencias notables se alternan momentos considerablemente banales .También aparecen en este período obras para mi gusto irredimibles como Kundun y La invención de Hugo Cabret.

Otro de los rasgos esenciales de Martin Scorsese ha sido su capacidad para la dirección de actores y el otorgarle a algunos de ellos el rol de protagonistas principales de sus películas. Hasta 1994 ese rol lo cumplió Robert de Niro, quien en sus trabajos con MS consiguió seguramente los mejores actuaciones de su ya dilatada carrera. Y no quiero dejar de mencionar al increíble Joe Pesci, particularmente memorable como el asesino psicópata de Buenos muchachos. En el siglo 21 quien ha tomado la posta de ese protagonismo es Leonardo Di Caprio. Actor promisorio en sus comienzos (recuerdo un muy buen trabajo suyo en la hoy poco recordada ¿A quién ama Gilbert Grape?), sin embargo, progresivamente Di Caprio fue desarrollando un estilo interpretativo cada vez más exuberante y siempre al borde de la sobreactuación (o entrando directamente en ella). Lo cierto es que hoy, junto a Nicholas Cage y el Al Pacino de los últimos años integra mi podio personal de actores infumables dentro del cine contemporáneo.

¿Cómo ubicar dentro de la obra de Scorsese su último trabajo, El lobo de Wall Street? Basado en la autobiografía de Jordan Belfort, un ambicioso joven que, prácticamente de la nada crea un imponente emporio en Wall Street, la película, de tres horas de duración, sufrió numerosos cortes (particularmente en escenas de sexo y drogas que, de todos modos, abundan en el film) y fusiona elementos constantes en su obra como la ambición desmedida, la codicia y la corrupción con el tono antes mencionado de comedia negra. El resultado es un biopic de tono desaforado con un tratamiento cercano al comic, en el que se dan cita momentos de una desorbitada vitalidad (particularmente en su primera mitad) que lo acercan a los mejores films de Raoul Walsh, y algunas caídas del ritmo narrativo, perceptibles, sobre todo, en la zona central de la película. Y  por cierto que también están presentes esos momentos de bravura que pocos directores manejan como Scorsese. Como ejemplo bastan la escena en el restaurant en la que su mentor (notable Matthew McConaughey) le enseña los trucos para convertirse en un magnate o la macabra danza en la que se transforma la ingestión de una droga vencida por parte del protagonista y su segundo (un efectivo Jonah Hill).

Desde ya que quien busque un análisis en profundidad de las causas que provocan el ascenso, apogeo y caída de un magnate de las finanzas deberá buscar otros rumbos. Aquí estamos ante una narración desbordada, por momentos caótica, en la que, como en el mejor cine americano clásico, son las acciones de los protagonistas las que definen sus conductas. Y la actuación paroxística de Di Caprio, con momentos que rozan la caricatura, se ajusta en este caso, más que en otras ocasiones, al tono general del film.

Y hay otro elemento que corresponde mencionar: Scorsese siempre se manifestó admirador de la obra de Elia Kazan (le dedicó un documental), quien sin duda influyó sobre él en el cuidado en la dirección de actores y aquel crescendo en la construcción de las escenas que mencionábamos más arriba. Pero también, como una réplica de su conducta en la vida real (habiendo sido un hombre de izquierda, terminó denunciando a varios colegas en los nefastos años del macartismo), Kazan justificó la delación en varios de sus films. Aquí, como ocurriera en Buenos muchachos, el protagonista del film de Scorsese también termina delatando para reducir su pena de prisión, una vez puestos al descubierto sus turbios negociados. Un rasgo común, no precisamente elogiable, de ambos directores.

Película desmelenada, despareja, con algunas secuencias notables, es posiblemente, aun con sus reparos, el mejor film de Scorsese de las últimas dos décadas y muestran al director, ya superados los 70 años con una envidiable vitalidad y una intensidad narrativa bastante difícil de encontrar en el cine hollywoodense de hoy.

Jorge García / Copyleft 2014