EL JUEGO DEL MIEDO VI

EL JUEGO DEL MIEDO VI

por - Críticas
03 Dic, 2009 03:42 | Sin comentarios

**** Obra maestra  ***hay que verla  ** Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Alan Koza

LA TORTURA COMO DIDÁCTICA EXISTENCIAL

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El juego del miedo VI / Saw VI, EE.UU., 2009.

Dirigida por Kevin Greutert. Escrita Marcus Dunstan y Patrick Melton.

° Sin valor

A pesar de que es un bodrio no se puede desestimar pensar esta película como un síntoma relevante del cine contemporáneo, o lo que el cine se va convirtiendo a nuestros ojos

Las almas bellas se escandalizan y luego toman decisiones: “este filme putrefacto debería estar prohibido”. Así pensaron en la madre patria, y El juego del miedo VI se exhibió allí en donde el cuerpo filmado es pura mercancía y lo narrativo es un pretexto para exhibir las destrezas anatómicas de actores cuyos cuerpos son su último recurso interpretativo. ¿Sadismo pornográfico? Puede ser, aunque, si esto es pornografía, un gran porcentaje de la programación televisiva tendría que pasar al canal condicionado. ¿Cómo pensar un certamen en el que se explota la solidaridad como motor de una competencia?

Pocas cosas tiene para entregar esta tercera parte de una segunda trilogía que empezó a principios de esta década. Excepto por la prestancia perversa de Tobin Bell, quien encarna al asesino serial reaccionario y articula el discurso filosófico de la serie, como suele suceder, el resto de los actores son unos troncos, y el relato resulta mecánico como un reloj a cuerda y la estética slasher colecciona lugares comunes como John artefactos de tortura.

El juego del miedo VI consiste en la ejecución del testamento vengativo del popular asesino, cuyo fin es doble: exterminar a un ejecutivo de una corporación de seguros médicos y darle su merecido a los responsables de la muerte de su hijo en gestación. La viuda de Jigsaw/John tiene visiones y una misión secreta. Su único discípulo vivo prosigue con la línea de acción de su maestro, aunque detrás de su musculatura no parece haber vida inteligente.

La apertura no es discreta, y condensa, además, una ideología. Dos bancarios deben salvar sus vidas sacrificando su propia carne. La automutilación deviene salvación. Detrás de la sangre, una consigna: estos depredadores que prestan dinero a quienes no lo tienen son convertidos en presa. Ésa es la lógica compensatoria de El juego del miedo. Su obscenidad sádica es el correlato de un diagnóstico: un mundo desprovisto de valores. En efecto, el supuesto sabio de la tortura cree en los extremos como método terapéutico: quien se enfrenta con la muerte puede llegar a valorar su vida más que las posesiones que la sostienen. Y es allí en donde secretamente El juego del miedo es autoayuda por otros medios.

Después del 2001, la tortura como instrumento político dejó de ser tabú en EE.UU. Es lógico que Hollywood la naturalice, pues ese cine es una máquina pedagógica y expresa fantasías colectivas de un imaginario específico. Más que escandalizarse y prohibir, hay que sopesar por qué el consumidor preferencial de este tipo de productos ya no cuenta con paciencia ni sensibilidad para mirar Noche y niebla o Juan, como si nada hubiera sucedido. Se necesita una contrapedagogía, imágenes que restituyan lo otro y distinto de nuestro mundo.

Copyleft 2009 / Roger Alan Koza

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de noviembre de 2009