EL DÍA DESPUÉS / GEU – HU (02): LAS PALABRAS DEL DESEO

EL DÍA DESPUÉS / GEU – HU (02): LAS PALABRAS DEL DESEO

por - Críticas
03 Ene, 2018 11:12 | Sin comentarios
Ya que el método de Hong Sang-soo se erige en la repetición, he aquí una cuarta crítica sobre The Day After que repite y a su vez se intenta hallar una diferencia

Todo empieza por una confesión: un hombre reconoce, tras el circunspecto hostigamiento de su esposa, que hay otra mujer. ¿Quién es? ¿Cómo fue? Alguna que otra cosa se sabrá a medida que avance El día después, aunque la gran protagonista del filme no es ni la amante ni la esposa, sino una joven que viene a reemplazar a la amante en la editorial del marido, un crítico literario bastante conocido y talentoso. La joven que no participa del triángulo amoroso es la consciencia del filme, o quien organiza simbólicamente la trama. “¿Puedes sentir la realidad?”, pregunta en una conversación con su nuevo jefe. Extraña pregunta filosófica en medio de un drama de alcoba.

La especialidad de Hong Sang-soo es la estructural desavenencia amorosa entre hombres y mujeres, siempre de una clase social determinada y además pertenecientes a círculos ligados a las artes. Los protagonistas son cineastas o escritores, la mayoría entre los 30 y 45 años, y sin hijos. Los personajes de Hong podrían ser los de Woody Allen de la década de 1980: criaturas neuróticas de un medio específico que no saben muy bien lo quieren, pero desean. En Allen, la clarividencia de que el amor es imposible lleva a la amargura cínica en clave humorística; en Hong, al fracaso amoroso se lo trata con amabilidad, y también con una humanista dosis de absurdo. Ningún filme de Hong es cruel; el resentimiento no le interesa, sí la perplejidad del que se sabe solo.

En El día después, el reconocimiento de la infidelidad no llevará ni a la culpa ni a la reconciliación. Lo que pueda pasar con el matrimonio quedará en fuera de campo. El drama matrimonial es una excusa para proseguir una obsesiva indagación que evoluciona en cada película: filmar la palabra, o más bien la conversación, porque allí circula el deseo y porque también ahí se delinea quién es uno frente a los otros. Siempre se dice que en los filmes de Hong los personajes toman soju; eso es cierto, pero habría que aclarar que toman para poder hablar con mayor desinhibición.

En tanto melodrama, sucede todo lo que tiene que suceder, pero la intensidad recae en otros pasajes narrativos. Una escena clave es la que tienen el editor y la nueva secretaria en un restaurante. El propio curso de la conversación lleva a los personajes a pensarse en relación con sus creencias. Un hombre no tiene creencias, más bien es alguien gracias a estas. En esa escena de una admirable ligereza, Hong sugiere algo mucho más radical que los problemas epistemológicos que sin saber bien discuten sus criaturas. Sin decirlo, Hong alude a un problema mayor: ¿cómo saber qué se siente? La distancia entre la realidad y las palabras es la misma que existe entre lo que se cree sentir y el modo en que un sentimiento se expresa.

Todo es genial en El día después. Los tiempos del relato, el ritmo interno de las escenas, la economía de gestos, los zooms, el blanco y negro, las discretas locaciones. Y la delicadeza de Hong, que resplandece enteramente cuando el personaje toma un taxi y apenas se divisa la nieve cayendo sobre Seúl.

Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de diciembre 2017.

Roger Koza / Copyleft 2017

Otros textos que escribí sobre el mismo film:

1. La creencia de Hong (otra crítica y más extensa):

Leer aquí

2. Breve texto para su estreno en Mar del Plata:

Leer aquí

3. Sobre El día después, en el día de su estreno en Cannes.

Leer aquí. 

4. The Day After en El cinematógrafo, también a propósito de su estreno en Cannes

Ver aquí.