EL BUEN AMERICANO: A PROPÓSITO DE SETH ROGEN Y BUENOS VECINOS (1 Y 2)

EL BUEN AMERICANO: A PROPÓSITO DE SETH ROGEN Y BUENOS VECINOS (1 Y 2)

por - Críticas
12 Jul, 2016 07:16 | Sin comentarios

Buenos vecinos

Por Santiago Gonzalez Cargnolino

  1. Hace unos diez años atrás, una parte de la crítica internacional comenzó a prestar atención y a valorar una serie de comedias estadounidenses que tenían algunos humoristas y rasgos temáticos en común (uno por lo menos, la amistad entre hombres). En Argentina la revista El Amante se dedicó a encumbrarla al darle la entidad de una verdadera escuela y así surgió la presunta “Nueva Comedia Americana” aunque los críticos de la revista nunca explicaron satisfactoriamente que tenía de novedosa (y en el proceso le daban un nuevo uso a las siglas que designan al Nuevo Cine Argentino, como dando por zanjada una discusión). Una figura central para esa serie de películas fue Judd Apatow, un director más bien conservador. La renovación en la que Apatow colaboró fue en realidad en calidad de productor y en cuanto a las figuras que protagonizaron algunas de las comedias más exitosas de los últimos tiempos; su aporte es el de un cazatalentos. De sus descubrimientos el actor más rentable es sin duda Seth Rogen, ahora una suerte de continuador como director y productor, que actualiza sus comedias matrimoniales y las pone en sintonía con un público más joven.
  1. La producción más exitosa de Rogen a la fecha es Buenos Vecinos (Nicholas Stoller, 2014), la historia de un matrimonio joven, Mac y Kelly -el propio Rogen y la australiana Rose Byrne-, padres primerizos que tienen que lidiar con la llegada a la casa vecina de una fraternidad, esas organizaciones estudiantiles dedicadas a las fiestas y al bullying institucionalizado. El líder del grupo es Teddy -Zac Efron, ex High School Musical, producción de la maléfica Disney-, fachero, ultra musculoso y bien intencionado. El problema reside en que la rutina del matrimonio no congenia con el calendario de fiestas de la fraternidad. Lo que sigue es la comedia de la disputa vecinal, una escalada de bromas pesadas donde cada bando intenta sacar al otro del barrio. Si hay algo sincero (y en pequeña medida refrescante para una película estadounidense) es que en la película no hay villanos. Buenos vecinos no toma partido ni por el gordito judío bonachón y padre de familia Rogen ni por el sueño mojado WASP/ joven de buen corazón Efron. Lo que no es tan encarecedor es la forma en la que la película hace la vista gorda a la cultura de las fraternidades, hiper machista, racista y homofóbica.
  1. Lo que distingue a Buenos Vecinos 2 (Nicholas Stoller, 2016) como segunda parte es que no se trata simplemente de la continuación de la historia y una repetición de la fórmula y sus gags cómicos, sino que puede ser vista como una revisión de la primera película y una reversión desde la buena consciencia de sus autores, la secuela moral. Si la primera Buenos Vecinos es un universo masculino (salvando al personaje de Byrne), la segunda incorpora a las chicas: quienes se mudan a la casa de al lado esta vez son un grupo de jóvenes mujeres, encabezadas por Shelby (Chloë Grace Moretz, otra ídola teen), que quiere armar su propia hermandad ya que las agrupaciones femeninas no pueden organizar sus propias fiestas (asombrosamente, un dato real) y las fiestas que organizan los chicos se caracterizan por la misoginia rampante y el clima de acoso sexual permanente. La agenda adulta vs. la agenda adolescente nuevamente es el desencadenante para una nueva serie de payasadas in crescendo. En esta ocasión el personaje de Zac Efron hace la suerte de agente libre, que colabora con ambos bandos en la guerra de vecinos simplemente porque no tiene nada mejor que hacer. La película lo coloca en un triste limbo que consistiría en no ser ni un estudiante ni formar parte de los trabajadores de 8 a 5.
  1. La autoconsciencia con respecto a la primera parte no se limita a incorporar personajes femeninos, antes casi inexistentes, como una suerte de rectificación de un desbalance. Buenos vecinos 2 toma distancia de su predecesora: hay chistes que parten de que los personajes critican las prácticas de las fraternidades masculinas o hablan sobre las diferencias de género. Algunos tópicos: porqué Mac festejaría si su hijo varón pierde la virginidad y no festejaría si lo hiciera su hija, porque en el contexto de las bromas pesadas arrojarle a alguien un tampón usado no es gracioso sino desagradable, si decir que las mujeres son más inteligentes que los hombres es un comentario sexista. En una cena de parejas en que se discute el “sexismo/sexismo invertido”, Rogen exclama: “¡Ya no sé qué es sexista!”. La película finalmente se inclina por una especie de feminismo light que encuentra su mejor expresión en una imagen muy breve. Es raro ver un plano detalle de pies, una parte del cuerpo poco privilegiada por el cine; la cámara tipo sitcom de Stoller narra mayormente con torsos y rostros. Llegando al final, la hermandad celebra su última fiesta, que excluye a los fratboys. En un momento de solidaridad, todas arrojan sus zapatos. Un breve travelling en cámara lenta recorre los pies descalzos de las chicas bailando y saltando. Desde una óptica malvada, se podría decir que en ese plano la película iguala la liberación femenina al hecho de no usar tacos. Hay algo más detrás de ese gesto y ese acto de comunión entre mujeres, pero su tono triunfal parece como mínimo inocente y como máximo desmesurado, banal.
  1. La confusión de los personajes con respecto a qué pueden decir y que no en cuestiones de género es el motor del humor más inteligente de la película. El juego se extiende a todos los privilegios del personaje de Rogen como Hombre-blanco-heterosexual-de clase media (aunque se defiende: “…pero soy judío”, un personaje femenino no le da lugar a su comentario). Hay algo para decir sobre ser parte de una sociedad que regula como pocos en el mundo los términos aceptables para dirigirse al otro, al mismo tiempo que no hace nada para acabar con las causas de la desigualdad entre los interlocutores. Estados Unidos parece ser el lugar por excelencia donde lo políticamente correcto funciona a partir de una serie de eufemismos aceptados institucionalmente, poderosa herramienta a la hora de crear la imagen ilusoria de una ciudadanía inclusiva. No hay necesidad de viajar, se puede ver a la distancia. Un día el community manager de una cadena de comida rápida es despedido al instante por un tweet, sospechado de racismo; al otro podemos ver en vivo por streaming el asesinato de Philando Castile a manos de un oficial de policía blanco. Los comediantes estadounidenses más importantes de la actualidad (Louis C.K., Chris Rock) trabajan sobre estas contradicciones brutales y utilizan inteligentemente el foro del teatro de stand-up como resguardo a la censura no oficial, con la coartada de que “son sólo chistes”. Buenos Vecinos 2 no tiene ese alcance, ni esa valentía. Digamos que para los autores, la policía de la corrección política es mucho menos su tema que su contexto de producción.
  1. Si bien Rogen, en el papel de Mac, asume su condición de privilegio y hay momentos que tocan la incomodidad del hombre blanco en la convivencia con un Otro, todo se hace desde la ligereza y en un marco de civilidad aceptable. La imagen que proyecta Buenos Vecinos 2 es la de la fantasiosa América pos Racial de Obama y del matrimonio igualitario. En una noche de Póker, el mejor amigo de Teddy recibe una propuesta de casamiento de su novio. Cuando acepta, todos los amigos, blancos y negros, heterosexuales y gays, comienzan a vitorear: “¡U.S.A!, ¡U.S.A!, ¡U.S.A!”. La Tierra de los libres 2.0. Pero si bien es cierto que situaciones así, antes impensables en una comedia de Hollywood con grandes aspiraciones económicas, representan un desvío de las comedias ultra blancas, la diversidad del casting se limita a los secundarios, una pseudo discriminación positiva aplicada a la cuota de minorías dentro del elenco. Aun así, como es de esperar, el protagonismo excluyente es de Rogen, Efron, Byrne, Grace Moretz. Las experiencias que se ponen en la pantalla siempre responden al universo simbólico de los hijos predilectos de Estados Unidos, como punto de partida y de conclusión.
  1. La imitación y la asimilación son la base del estilo de un director sin estilo como Stoller. Al lenguaje de la comedia televisiva, le suma un poco de humor físico a lo Jackass (aunque por lo general generado por computadoras), el video amateur de YouTube y la estética del hip-hop como treta publicitaria (de productos, de cuerpos, de poses), con la cámara lenta como instrumento para recubrir todo de actitud y extenderla en el tiempo lo más posible. El uso irónico de ese último elemento, utilizado sobre el cuerpo gordo y peludo de Rogen /Mac y sobre su estilo de vida, es un chiste que se repite en cientos de películas y series; la cotidianeidad de barrio semi-cerrado pasada por el filtro hip-hop es un gag demasiado visto. Esa mirada irónica no puede esconder sin embargo la empatía total con los personajes, que parece decir: la vida de Mac y Kelly no será glamorosa, pero es cómoda y natural. Ese barrio de casas más grandes y separadas entre sí donde se mudan al final no es el idilio, es el paso lógico, correcto en su trayectoria vital. Una persona nace, crece, va a la universidad, trabaja y tiene hijos. Es llamativo que una película de Hollywood no presente un final feliz (a menos que sea su reverso apocalíptico). Buenos Vecinos 2 presenta un final casi neutro, desahogado, medio tenue. Intercambia el clásico final feliz por el final confortable, el medio tono entre las cuatro paredes del living y un beso desapasionado al cónyuge. El fuera de campo gigante de Buenos vecinos 2 se compone de cualquier otra elección de vida alejada de la sagrada institución de la familia, cualquier otro tipo de organización social. La placidez del final es la de estar cumpliendo objetivos módicos y preordenados, como si detrás de esas elecciones, esa mudanza y ese beso no hubiera inspiración, pasión, libido; es casi el cumplimiento del deber en un panorama en el que no existen otras alternativas.
  1. Rogen forma parte de un progresismo norteamericano que coquetea con las políticas sociales tipo neo New Deal de Bernie Sanders, pero que considera que Clinton es la única opción de poder real (el personaje de Efron, vestido de Hillary en una fiesta, ya la proclama “la futura presidente”); que está a favor de la despenalización de la marihuana y cuyo horizonte utópico es el Obamacare.

Por más que tenga momentos simpáticos y el extraño carisma de su estrella, esa complacencia casi se respira en una película como Buenos vecinos 2, que es representativa de la actualidad del género humorístico en Hollywood. Sin duda la comedia americana más insólita, salvaje y políticamente incorrecta no se encuentra en el cine, se puede ver en los videos de internet que compilan las intervenciones de Donald Trump, con su peluca, su bronceado naranja, su histrionismo desopilante y su cruzada por “hacer grande a América otra vez”.

Santiago Gonzalez Cargnolino / Copyleft 2016