EL BAFICI EN EL BAFICI 2016 (13): ESTO NO ES UN BALANCE

EL BAFICI EN EL BAFICI 2016 (13): ESTO NO ES UN BALANCE

por - Críticas, Festivales
23 Abr, 2016 09:14 | comentarios
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La larga noche de Francisco Sanctis

Por Roger Koza

 El martes pasado, al final de la jornada, la venta de entradas de esta edición del Bafici ya superaba en números a la edición precedente. Los números, en estos menesteres, sí importan, y hasta pueden ser leídos como un argumento contundente: hay una mayoría silenciosa que está dispuesta a ver cine de otro modo y a aventurarse a transitar otras poéticas. Esto poco tiene que ver con el esnobismo generacional y con los porteños de clase media. A menudo, en varias sesiones de preguntas y respuestas, se oían las dulces melodías del español hablado con acentos de otras latitudes. Este es un evento central en el cono sur.

Para los asistentes y los cronistas, este ha sido un año exigente. ¿Cómo moverse en el Bafici? Seguir las cinco competencias resultó imposible para cualquier crítico o periodista, incluso para cinéfilos experimentados; es difícil intuir en dónde el festival juega sus cartas principales. La Competencia Internacional puede haber sido despareja o desconcertante, pero las tres películas argentinas que fueron incluidas en ella constituyen una declaración de principios. Las tres películas elegidas son tan disímiles entre sí, como sólidas e irreprochables. Son prueba de la heterogeneidad formal y temática del cine argentino independiente de autor.

La nueva conducción a cargo de Porta Fouz demostró astucia y perspicacia. Al poner un filme como La larga noche de Fernando Sanctics, de Francisco Márquez y Andrea Testa, supieron ver en ese filme, no del todo en sintonía con una cierta tradición política del festival, una obra importante. Los mismos realizadores desconocían su victorioso destino antes de que empezara el evento. Nadie imaginó que Cannes habría de tomar el filme de Márquez y Testa para la segunda sección en importancia del festival más importante del mundo, Una Cierta Mirada.

La película de Márquez y Testa, basada en un libro homónimo de Humberto Constantini, transcurre en una noche de 1977. Tras un llamado telefónico a su trabajo de una vieja compañera universitaria, el protagonista se verá involucrado involuntariamente en el destino de dos militantes bajo sospecha. Fernando tiene que avisarles que los están buscando, y la película registra exclusivamente la deliberación moral del personaje. ¿Elegir la salvaguarda y seguridad doméstica o el compromiso de hacer algo determinante por otros que puede alterar la vida de su familia para siempre? La insistencia semántica para denominar al gobierno de Videla como dictadura cívico-militar alcanza aquí una localización precisa en la conciencia de Fernando, una aproximación inédita al saberse interpelado por la realidad histórica.

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Viviré con tu recuerdo

La política no es el tema de Viviré con tu recuerdo, la tercera película de Sergio Wolf, que revisita su ópera prima codirigida con Lorena Muñoz, Yo no sé que me han hecho tus ojos, aquel hermoso retrato tardío de la extraordinaria cantante Ada Falcón, que abandonó el mundo del espectáculo para irse a vivir primero con su madre y luego internarse en un convento de monjas. Wolf se reencuentra con una lata de película del fallido primer rodaje, la cual no cuenta con sonido, y al revisar la secuencia se obsesiona con descifrar qué decía su personaje, que ahora descansa en el otro mundo. La elegancia del filme es sorprendente, no menos que su convicción sobre la importancia del conocimiento. Los intentos de Wolf para sortear la ausencia sonora son conmovedores y a su vez revelan que el mayor misterio del cine no estriba en la imagen sino en el sonido, siendo la voz humana un sublime enigma. ¿De dónde proviene la voz y su timbre? Lo espeluznante del habla se adivina en esos afanes delirantes en el que los vivos tratan de comunicarse con los muertos para que estos hablen a través de ellos. Algo de ese gesto articula la totalidad de la puesta en escena, pero sin apelar a ninguna superstición. Wolf es un racionalista con sentimientos.

La otra gran apuesta del Bafici fue la inclusión en competencia de La noche, el filme de Edgardo Castro; aquí, el director, guionista y actor incorpora elementos biográficos de sus salidas nocturnas, en las que está sexualmente dispuesto a todo. En los extremos, cerca de la muerte, el protagonista se siente vivo. Se ha dicho que el filme es sórdido por lo que muestra, más que nada por varias felaciones que nunca son simuladas y alguna que otra práctica que puede producir escozor en todo aquel que milite por una sexualidad reproductiva y asociada a las buenas costumbres. Pero una mirada atenta y desprejuiciada podrá verificar que hasta en un momento en el que la escatología tiene lugar en el intercambio erótico, rigen la dulzura y la ternura.

Han pasado muchas cosas en el Bafici 2016. Estuvo Peter Bodganovich, Daïchi Saïto, Lucile Hadzihalilovic, Paulo Branco y Rick Alverson; la presencia de directores internacionales es siempre fundamental. También se pudieron ver las últimas grandes películas de Portabella, Davies, Sokurov, Bellocchio, Sono, Mograbi, funciones que se llenaron e hicieron feliz a los cinéfilos del sur. Pero si hay que entender por dónde va el nuevo período del Bafici, las tres películas argentinas en competencia son la exposición de una postura general. Si ese es el camino a seguir, la madurez del festival deparará sorpresas y mayores satisfacciones.La madurez exige riesgos conscientes y tomas de decisiones con pulso firme.

Este texto fue publicado en el diario La voz del interior en el mes de abril 2016

Roger Koza / Copyleft 2016