EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2014 (06): POR UN BAFICI MÁS LUMINOSO (SEGUNDA PARTE)

EL BAFICI DESPUÉS DEL BAFICI 2014 (06): POR UN BAFICI MÁS LUMINOSO (SEGUNDA PARTE)

por - Festivales
04 May, 2014 05:40 | comentarios
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Frágil como el mundo

Por Marcela Gamberini

Mientras escribo la segunda parte de mi balance, aparecen en la red algunos otros balances, comentarios, reseñas sobre el BAFICI, que van permeando mi atención. Leo con atención lo que aparece: la amable y tensa discusión por twitter entre Quintín y Marcelo Panozzo, dos voces más que autorizadas en materia de festivales; los lícitos reclamos del primero, las explicaciones del segundo. Es un buen síntoma que hayan podido encontrarse, al menos por Twitter, poner en discusión, poner en acto, algunas ideas que nos preocupan o al menos nos ocupan a muchos. Lamentablemente Twitter no es un buen espacio para la argumentación, demasiado cercano a la chicana que solo duele y nunca explica; es un medio que no se toma el tiempo ni los caracteres necesarios para la reflexión, para la justificación, para la necesaria explicación de algunos criterios y algunas decisiones, sobre todo si hablamos de un festival, acto público, político y estético por antonomasia.

Me da la impresión que estamos viviendo tantas trasformaciones estéticas, políticas, poéticas que hacen que las definiciones, esas que parecían claras, entren en crisis. Tanto dinamismo hace que la producción, la circulación y el consumo de bienes culturales como los festivales no estén ajenos a estos cambios. Es una época –necesaria- de redefiniciones, de discusiones, de reflexiones. El impacto tecnológico atraviesa nuestra percepción y no sólo golpea sobre el cine. La circulación de las discusiones también ve alterado su ritmo, ahora de electrocardiograma alocado. Las redes, sobre todo Facebook y Twitter amasan, rediseñan los espacios de opinión. Somos más democráticos, todos escribimos, lanzamos tuits, posteos, comentarios con la velocidad del rayo pero tal vez nos volvemos más esquemáticos, más explosivos y menos interrogadores y lo que es aún peor menos propensos a argumentar o a justificar las opiniones.

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Tres D

También leo la nota de Volantes privados, quien sale a pelearla con argumentos que se le vuelven en contra y sin identificarse, al menos no con claridad. Me chirria un poco, una nota que no llama a la reflexión, que no interroga, que no deja aire al lector. Y creo que el problema y en esto disiento con el amigo de Volantes privados no es la cantidad de las películas, ni siquiera su calidad (¿qué es la calidad en el cine? ¿Según qué época y quiénes?) sino los criterios con los que se las ha seleccionado. Reconozco que es una nota pasional, me gusta eso pero el lugar desde donde está enunciada hace que sea algo altanera. Por ejemplo esa dicotomía (implícita) de la que habla al principio, al decir que es un festival “macrista”, se desdibuja sobre el final. Tal vez, esa misma dicotomía –tan pregnante en la cultura y en la historia argentina- sea la misma que aplica a los comentarios sobre las películas. Por ejemplo cuando habla de Raúl Perrone y lo contrapone “frente” a El escarabajo de oro de Alejo Moguiliansky. Película que vuelve a citar (“en su linaje cinematográfico más bien elitista” sin explicar la frase, me pregunto qué se dice cuando se dice “elitista”, ¿quién, la trama? ¿El director en sí mismo y sus personajes? ¿Su lugar de enunciación?) para enfrentarla esta vez con Tres D de Rosendo Ruiz. Tal vez sería bueno pensar en algunos otros parámetros para acercarnos al universo de las películas y de los festivales que no sea desde la dicotomía, desde la oposición binaria, un poco agotada a esta altura o al menos escasamente productiva para el análisis y la reflexión. No digo que la pertenencia (o hasta la omisión) a una clase no sea interesante para el análisis, que lo es y mucho, pero no de manera reduccionista.

Son interesantes las ideas de Iván Pinto y de Carla Maglio en El agente del cine que se preguntan y a la vez nos preguntan, acerca de cómo seguir en este mundo inquieto y en crisis y tientan algunas alternativas interesantes y atendibles que deberían formar parte de la posterior reflexión acerca del festival.

También el balance de Jorge García en este mismo sitio, a quien admiro y respeto profesional y personalmente, revelan su mirada de cinéfilo duro, esos cinéfilos de los que ya, casi no quedan forjados bajo la mirada y la sensibilidad de un cine clásico que, reconozco debe ser imprescindible –más que necesario- conocer para acercarse a las obras más modernas, más actuales. Sin embargo, se me escapa un poco su posición frente a algunas películas que más allá del gusto, dejan ver un excepcional trabajo de reinversión de los materiales cinematográficos, de reflexión sobre el mismo acto de filmar, de cuestionamiento sobre el estatuto de la imagen, de interrogación de los propios parámetros de la clasicidad, como la de Rita Acevedo Gomes Tan frágil como el mundo, Stray Dogs de Tsai Ming Liang o incluso los vampiros modernosos de Jim Jarmush, película que hubiera sido imposible si Jarmush no hubiera visto, pensado, digerido muchas películas del género incluso las de la Hammer (que cita Jorge) convirtiéndose esa en una de las ideas cinematográficas más interesantes del director. E insisto con el mismo argumento con el que le retrucaba (con honestidad y respeto) a Volantes privados, el tema no es la cantidad de películas sino la explicitación de los criterios de selección.

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Only Lovers Left Alive

Ahora mientras leo a los otros y escribo esto, veo que me resulta más interesante, más productivo reflexionar sobre el festival en sí que sobre cada una de las películas de manera obsesiva y maniática. Claro, habrá de eso también más adelante, soy también obsesiva y maniática, y en el futuro quisiera referirme a algunas películas que he visto poco o nada reseñadas por ahí.

Sigo con atención el interesante y necesario debate que se generó a partir de la primeraa parte de mi balance en este mismo sitio. La nota sirvió como disparador para que críticos y cineastas entablaran un diálogo fuerte y honesto, con argumentos valiosos y justificaciones competentes. Un intercambio auspicioso que da cuenta la importancia que tiene el BAFICI como festival y como punto de encuentro, como explosión de ideas, como batería de conceptos.

Creo, y cada vez estoy más convencida, que pensar “sobre” el festival y en “el” festival es mantenerlo vivo, como un organismo que se alimenta de las sugerencias, de las críticas, de lo “positivo y de los desafíos que persisten” al decir un poco tibio de Diego Batlle en sus balances. E insisto que es necesario pensar las películas en su conjunto, correlacionarlas (no enfrentarlas) ver qué redimen, qué sostienen, qué ideas sobre el cine se repiten o se ocultan, qué es lo que hacen que entren en tensión unas con otras, porque son ellas las que conforman el abigarrado conjunto de un festival. Me interesa y mucho, seguir pensando sobre el festival, básicamente porque el BAFICI en sus 16 años ha formado, educado, tallado mi mirada sobre el cine, como la de tantos otros cinéfilos y espectadores que han devenido gratamente en cinéfilo. El festival nos ha asombrado, nos ha mostrado, nos ha impactado, ha puesto en crisis nuestra cinefilia, y en él descubrimos directores, ideas sobre el cine, dinámicas de pensamiento, relaciones complejas entre puesta en escena e ideología. Es, fue y será, la ventana abierta al mundo a la que nos asomamos todos los abriles de todos los años.

Creo que así como es necesario que redefinamos qué es la crítica en el presente, en este presente tan cambiante, tan atravesado por lo mediático, por lo tecnológico, también es necesario como consecuencia redefinir los parámetros de los festivales como hechos culturales, populares, políticos, sociales. El cine, nuestra materia prima, el corazón, la matriz, la carne de nuestra actividad, persiste en mantenerse como un suceso dinámico, cambiante, en un territorio en crisis; es imperioso que podamos acompañarlo

Marcela Gamberini / Copyleft 2014